Xenobots: Una cuestión de bioética
La ciencia imita a la naturaleza mediante estos sistemas celulares vivos y programables, pero, ¿qué hay detrás de estos organismos vivos?: Nuestro origen.
No puede haber nada más vivo. Formas y colores nunca vistos que podrían despertar la curiosidad de cualquiera que se detenga a contemplarlas. Ese es el espíritu de una belleza en la que todo encaja, desde las alas de una ave, las ramas de un árbol o las olas del mar. Tienen una lógica que funciona como un engranaje solidario, afectando unas a las otras.
Los xenobots. ¿Cómo empezó todo?
Podríamos denominarlo como ansia de dominio de lo desconocido o extrema curiosidad científica, pero hay algo que quita brillo a toda esa grandeza y es la de jugar a ser dioses, para crear monstruos. Cuando leo que un equipo de científicos estadounidenses ha conseguido crear los primeros robots vivos del mundo utilizando células madre de embriones de rana, partiendo de un algoritmo y reglas básicas de biofísica, me pregunto cómo habrán logrado generar un organismo realmente vivo.
Los denominados xenobots no quieren quedarse en un simple experimento. Los han producido con tejidos y células que pueden ser fácilmente escalables con mamíferos y células humanas.
Arantxa Serantes, Humanista Digital y Doctora por la USC.
Según las fuentes, comenzaron usando un algoritmo evolutivo que les permitieran inventar nuevas formas de vida verosímiles, basadas en los postulados de la evolución biológica. Gracias al superordenador Deep Green de la Universidad de Vermont, lograron llegar a este punto de partida y, siguiendo los postulados de la biofísica, se quedaron con aquellos prototipos simulados más exitosos.
Tuvieron que recolectar células madre embrionarias de ranas africanas y las dejaron incubar. Ensamblaron las células siguiendo el modelo proporcionado por el algoritmo y fue así como las células fueron dando forma a los xenobots.
No son robots tradicionales
Los científicos no ven en esto un avance realmente importante, ya que esa práctica es habitual en los laboratorios. Pero los denominados xenobots no quieren quedarse en un simple experimento. Los han producido con tejidos y células que pueden ser fácilmente escalables con mamíferos y células humanas. Ese es el salto cualitativo y no el de aquella pobre rana.
El conocimiento sin control puede derivar en manipulación y tener un alto coste cuando sólo pensamos en beneficios a corto plazo.
Arantxa Serantes, Humanista Digital y Doctora por la USC.
Estos artefactos (como Joshua Bongard y su equipo los llaman) no son robots tradicionales. No se trata de un tema de utilidad, como los sistemas inteligentes, ni de caer en automatismos simples, sino que ya entramos en la esfera de la vida y la creación, algo mucho más delicado.
Jugando a ser dioses
El conocimiento sin control puede derivar en manipulación y tener un alto coste cuando sólo pensamos en beneficios a corto plazo. Me parece insólito que desde la bioética no se realice un seguimiento de este tipo de investigaciones. No sólo por los resultados que puedan derivarse en este estado inicial, sino porque en nombre de la ciencia, no todo debería estar permitido.
Puede que alterar el curso de la vida, permita alargarla un poco más, con ayuda de la ciencia, pero la actitud hacia estos avances es lo que determinará la sostenibilidad. Es posible que pueda curarse una enfermedad o limpiar microplásticos con un xenobot. La pregunta es: ¿serían necesarios si elimináramos la causa primera? Es decir, todo lo nocivo para la salud y para la subsistencia. También quedan en tela de juicio los posibles usos, la mítica ciencia del bien y del mal.
¿Podrían generarse nuevas especies? ¿Estamos cerca de alcanzar el sueño creador que siempre ha tenido el ser humano ante aquello que no conoce? El misterio de la creación se oculta ahí mismo, en la pregunta que encierra, en si hemos sido programados o diseñados de antemano al tener la habilidad de recrearlo. Una más que segura anamnesis, en sentido platónico.