‘Vernon Subutex’ y su trama policíaca camuflada
Eran los noventa cuando Vernon Subutex (Romain Duris) tenía abierta su tienda de discos en París. Revolver, que así se llamaba el local, era un punto de encuentro para toda la escena juvenil interesada en el rock. Él era el dios de la música.
Ahora, bien entrados los 2000, el CD, el walkman, el mp3, el ipod y el streaming han matado al vinilo y Revolver ya no existe. Vernon Subutex está sumido en una depresión y vive aplicando el carpe diem a rajatabla.
Esto se termina radicalmente cuando le desahucian. En ese momento, 20 años después, Vernon va buscando a sus viejos amigos de Revolver para que le den algo de cobijo mientras soluciona una situación “temporal”.
Por otro lado, está Laurent Dopalet (Laurent Lucas), un poderoso productor de cine. Tiene un esbirro, La Hiena (Céline Sallette), encargada de mejorar o cargarse la reputación de alguien para que Dopalet siempre salga bien parado. A La Hiena, y a una nueva empleada llamada Anaïs (Flora Fischbach), les encargan ir tras la pista de Alex Bleach. Un músico que amenaza a Dopalet con contar la verdad sobre algo que no se sabrá hasta el mismo final de la temporada.
Las dos tramas tampoco se cruzarán hasta casi el final, aunque el objetivo de ambas es el mismo: conseguir unas cintas con un testimonio que Alex Bleach grabó justo antes de morir y que tiene Vernon Subutex.
La serie, dirigida por Cathy Verney y que se puede ver en Filmin, adapta la trilogía literaria del mismo nombre escrita por Virginie Despentes.
Cuenta la historia de un hombre que vive en el pasado y ha sido incapaz de avanzar. A lo largo del metraje se ve cómo Vernon Subutex va vagando, haciéndose un hueco en casa de algún amigo, para después cagarla con algo y hacer que le echen. Es una persona autodestructiva, adicto a todo lo que provoque placer efímero y sin planes de futuro. Se ve abandonado por sus antiguos camaradas que sí han pasado página y han construido vidas más allá de la música rock.
En los últimos capítulos se tratan temas que son más trascendentales más allá de la ficción, como la vida en las calles. Por encima de todo, el mensaje que queda flotando es que pasar de tener un techo a no tenerlo no es tan complicado y le puede pasar a cualquiera en cualquier momento.
Vernon Subutex: Soledad y nostalgia
Destacan las actuaciones de Céline Sallette (Les Revenants, 2012) y Romain Duris (“Trilogía de los viajes de Xavier”, 2002-2013) y la sorpresa de la aparición de Juana Acosta, cuyo personaje es partícipe de una trama sin mucho sentido. No se entiende bien y parece no terminar de encajar con el resto.
Existen otras subtramas que acaban llegando a un callejón sin salida y que solo sirven, de forma práctica, para conseguir un resultado deseado por los creadores, pero no tienen valor por sí mismas.
Quizá se echan de menos más flashbacks para conocer realmente Revolver y algo más de contexto de la vida de Vernon Subutex, ya que, de este modo, no se sabe por qué está sin blanca o cuánto tiempo ha pasado desde que cerró su tienda de discos.
También habría sido interesante que se profundizase más aún en el tema de los sintecho. Cómo muchas personas acaban eligiendo conscientemente esa vida y el ninguneo que sufren sistemáticamente por parte de población y estado. En lugar de ello hay una trama, a la que pertenece Juana Acosta, que meten con calzador hacia la mitad de la serie y que va unida a las misteriosas cintas. Es complicado empatizar con esto porque no se explica extensamente o con suficientes matices como para ello.
Acaba siendo una ficción policíaca francesa, de estas que triunfan en Netflix, disfrazada con música e historias alternativas. En la que, en lugar de haber policías o detectives, hay una matona medio hacker. Pese a todo, engancha y los últimos capítulos aportan un valor añadido más allá del argumento central. Sin duda es una serie que los más nostálgicos de los noventa sabrán saborear.