‘The Sandman’: El fin de los mundos (Parte 8)

Bienvenidos, una noche más, al Sueño, furiosos lectores. Bueno, podría ser el Sueño. Tras largas horas conduciendo, la música ha conspirado con las rayas en movimiento del asfalto para dejaros más cerca del duermevela que de la vigilia. Y de pronto, encima, esa tormenta que borra el resto del mundo de la vista.

Sin aguantar más, no podríais asegurar cuándo aparcasteis y bajasteis aquí. En este viejo albergue con pinta de posada clásica. Pero empujáis la puerta buscando alquilar una habitación mientras leéis tan somnolientos que aún no podríais dormiros el letrero: “World’s End, Albergue Gratis”.

The Sandman: El fin de los mundos.
The Sandman: El fin de los mundos.

Oh, bien. Al menos, es gratis.

Os encontráis, amigos míos, en World’s End, la posada, y también el arco argumental número ocho de The Sandman, aunque la traducción al español lo dejo en El Fin de los Mundos.

Consta de los números 51 al 56 de la recta final de la serie, y es una especie de pequeño punto y aparte antes de entrar al desenlace final.

Dentro hallaremos un montón de seres feéricos o de personas provenientes bien de nuestra realidad, o bien de alguna otra, porque el lugar posiblemente se encuentre en el más remoto punto de Los Lugares Blandos, ya mencionados en alguna ocasión.

Y algunos de esos seres, conocidos anteriormente en la colección, o no, nos contará su propio relato corto en cada número, mientras nos reconfortamos con una pinta de fría cerveza.

La tormenta ruge afuera entretanto, aullando como una banshee. Como si el mismo cielo se derrumbase o un mundo fuese a terminar.

Las historias de El fin de los mundos

Todo comienza en el número 51, donde conocemos a la pareja que guía la historia principal que nos conduce -nunca mejor dicho- a la taberna de El Fin de los Mundos donde se desarrolla la trama de todo el arco.

Brant Tucker, oficinista de mediana edad, conduce de madrugada de vuelta a casa tras un largo viaje, como el mismo relata en los bocadillos de pensamiento como narrador a través de sus recuerdos.

Su compañera de trabajo Charlene Mooney duerme en el asiento del copiloto y en medio de una fabulosa tormenta de nieve, una extraña criatura se atraviesa en la carretera, provocando un accidente.

Con el coche inservible y Charlene herida, busca ayuda atravesando un campo de nieve hasta una posada en medio de ninguna parte.

Al cruzar el umbral, se encuentra pidiendo ayuda a una extraña reunión de huéspedes, seres de todas clases. El que atiende a Charlene es probablemente Quirón, reputado médico centauro.

The Sandman.
The Sandman: El fin de los mundos.

Aturdido, Brant alcanza a ser informado de que los comensales han llegado de forma parecida a través de la tormenta, una tormenta de “realidad”, antes de caer desmayado.

Cuando despierta, tras varias horas, accede al salón preguntando por Charlene (que, por cierto, tiene bastante parecido físico con la dibujante que mencionamos en el número anterior, Jill Thompson. Tal vez no sea algo casual).

Esta, restablecida, le invita sentarse a beber algo y escuchar.

En vista de que van a tardar aún bastante en salir de allí por la tormenta, los huéspedes están intercambiando historias.

The Sandman: El fin de los mundos.
Charlene anima a Brant a que se siente con sus nuevos amigos de El fin del mundo.

Historia de dos ciudades

La de este primer número, el 51, la cuenta un tal Gaheris.

Un hombre anciano que se llama como el hermano pequeño del caballero Gawain, como curiosidad, aunque es un anciano que viste ropajes decimonónicos. El nombre que da a su historia, similar al de la novela de Dickens, también parece situarle en ese período.

Historia de dos Ciudades, es una historia dentro de una historia, recurso que veremos en otras narraciones dentro del arco, pues según dice se la transmitió otro: un hombre que vivía en una pequeña ciudad moderna, Robert, que ama deambular por sus rincones.

Este le cuenta sobre porque a pesar de ello se traslada a vivir al el campo.

Y es que Robert se pierde un día en el sueño de la ciudad sobre sí misma.

Le descubren entonces que las ciudades tienen alma y están dormidas. El relato es inverosímil pero entretenido, y en él aparece tangencialmente Morfeo.

Morfeo en El fin del mundo.
Morfeo en El fin del mundo.

Gaheris le pregunta si se alejó de las ciudades por temor a volver a perderse en sus sueños.

Robert replica que no: lo que teme es que un día despierten.

En el número 52, Brant Tucker conoce en los lavabos a un ser llamado Klaproth, un humanoide de piel pálida y verdosa que dice provenir de una necrópolis, Litharge. Vuelven del tigre a tiempo para escuchar la siguiente historia a cargo de un viejo conocido: Cluracán de Faerie.

La historia del Cluracán

Este, con su carisma -y borrachera- habitual, narra la historia de cuando fue apresado en la ciudad Aureliana (un híbrido entre Roma y la Venecia renacentista) cuando hacía de embajador allí.

Sentado a la mesa del regente y a la vez cabecilla religioso, no puede evitar hacer una profecía sobre la venganza de ultratumba de sus predecesores-por algo ostentaba los dos títulos a la vez, ejem-.

La historia de Cluracán en El fin de los mundos.
La historia de Cluracán en El fin de los mundos.

Consigue escapar con la intercesión de su hermana ante el Señor de los Sueños, para ver como su profecía irremediablemente se cumple.

Sin embargo, el Cluracán es conocido por no ser muy fiel a la verdad, amén de algo travieso, y los oyentes cuestionan ligeramente la historia, ante lo cual opta por ceder la palabra al siguiente narrador.

El fin de los mundos: ¿Es Moby Dick?

Llamadme, Jim.

El número 53 comienza directamente con esa frase, que como la historia que narra Jim, homenajea a relatos de marinería famosos como Moby Dick -como indica la reacción de Charlotte al ser que aparece en ella, juego de palabras con el nombre de la ballena que se pierde por completo en la traducción española-. O la isla del Tesoro con su propio Jim.

En su historia, el protagonista cuenta ser, como él, un grumete que se enrola muy joven en El Espíritu de Whitby -otro guiño, esta vez, al Drácula de Stocker-.

Trabajando en otro barco coincide con el ya conocido Hob Gadling, amigo de Sueño. Y otro pasajero (posiblemente otro inmortal como él), que cuenta a ambos algo que bien podría haber salido de las Mil y Una Noches.

 Sandman.

Como el muchacho desconoce la naturaleza de ambos, cuenta lo que cree que es lo más asombroso que jamás vivió en el mar: la aparición de una gigantesca serpiente marina.

Prez y Petrefax

El número 54 contiene una psicodélica historia a lo Lewis Carroll dibujada, como no, por el genial Mike Allred -no os perdáis su lisérgico Madman-, sobre lo que debe ser el sueño de todo estadounidense de un presidente ideal.

Joven, soñador, buen gestor y diplomático, en continua batalla con un misterioso ser, Mr. Smiley, al que se opone en todo momento por el bien de la Norteamérica de todos los mundos hasta en los momentos más duros de su existencia.

El arte de Mike Allred en Sandman.
El arte de Mike Allred en El fin de los mundos.

E incluso tras su encuentro con Muerte, el joven Prez continúa llevando la esperanza política -este sí que es un relato imposible-, ayudado por Morfeo.

El 55 nos lleva a través del relato del joven discípulo de Kaplroth, Petrefax, a la extraña ciudad de Litharge, donde conocemos el estilo de vida de estos seres dedicados a honrar y enterrar a los muertos con las liturgias preferidas por ellos en vida.

Sin conocer su identidad, Petrefax, entre otras aventuras, cruza caminos con Destrucción.

Este le cuenta un recuerdo sobre Litharge que indica que incluso los Eternos se dirigen a ella para cumplir con sus ritos funerarios.

Petrefax y Destrucción.

Y esto es importante, porque indica, como ya se apuntó en otras ocasiones, que incluso los Eternos pueden morir.

Esta historia, con sus reminiscencias lovecraftianas, es quizás la mejor del conjunto y el joven Petrefax -que quiere viajar, irónicamente, por pensar que no tiene historias interesantes y solo su anodina cotidianeidad-, resultó lo bastante carismático como para que DC le dedicara un pequeño spin-off a posteriori.

El final trae consigo un incómodo momento en el que Brant Tucker supone que todos ellos están muertos y la taberna es algún lugar del Mas Allá donde se reúnen sus almas.

Pero Klaproth le dice que les deje el tema a los expertos y que por lo que él sabe no es así.

Entonces pregunta si hay una explicación mejor…

La tormenta pasa

La dueña de la taberna -una mujer hindú que al estilo de American Gods insinúa que seguramente fue una antigua diosa- explica a todos que una tormenta de realidad ocurre cuando un suceso de importancia multiversal ocurre.

La tormenta es un eco que resuena en todos los lugares y tiempos, como las ondas que una piedra genera en el estanque. Cuando un mundo termina, algo queda.

La taberna da refugio a aquellos a los que alcanza la tormenta por un tiempo y luego regresan a sus hogares.

Y aquí un momento curioso, que recuerda el nivel de Gaiman como escritor y quien sabe si la influencia de alguna conversación con la guerrera Jill Thompson.

Cuando leo este arco, me vienen a la cabeza clásicos de tradición similar, como los Cuentos de Canterbury de Chaucer o la Taberna del Ciervo Blanco de Arthur C. Clarke. Sin duda Gaiman se inspiró en ellas, como en los relatos antes mentados para las historias de la taberna. Viajeros intercambiando historias asombrosas.

The Sandman: El fin de os mundos.
The Sandman: El fin de os mundos.

Pero Charlene nota algo:

“Una historia de capa y espada, una sobre el mar, una de gangsters… son historias de hombres”.

Los narradores protestan.

Pero reseña algo interesante.

Esos relatos e historias que pueblan los clásicos, incluyendo a Chaucer o Clarke: la fantasía literaria ha contado con muy poca participación o enfoque femenino.

Son historias épicas, divertidas, fúnebres… pero todos comparten esa visión, esa tendencia a contar algo enorme, y bastante improbable. Giran sobre el éxito y la aventura, la camaradería sobrehumana… El deseo de destacar y alejarse de lo cotidiano.

En ese momento Charlene cuenta su historia.

 Que es lo contrario a todo eso: una vida pequeña y rutinaria con un matrimonio fracasado, cuyo recuerdo la hace estallar en lágrimas.

No sé si comparto la opinión de limitar a una cuestión de género las temáticas de la literatura fantástica de forma tajante o que, pese al adoctrinamiento social, mujeres y hombres no puedan tener sueños similares; pero no deja de ser un punto de vista interesante, y apuntado de forma magistral.

El fin de los mundos: El funeral

De repente una extraña visión llena el cielo ahora despejado de la taberna. Sin saber lo que esta contemplando, Brant observa un funeral de figuras gigantescas que marchan cargados de tristeza. Y en ese funeral, indicativo importante, se encuentran dioses y Eternos.

Muerte, hermana de Sandman.
Muerte.

Luego desaparecen. Y la tormenta cesa.

Poco les queda a todos salvo volver a sus casas, pero Charlene decide quedarse como empleada en la taberna.

El giro final es un Brant en la barra de un bar, contando a la camarera toda esta historia, acabando de envolver varios niveles de relatos sobre si mismos.

Cuenta que según todas las pruebas, Charlene nunca existió. El fin de varios mundos en este enrevesado juego de narrativas.

Buenas noches a Brant. Y a vosotros.

Nos vemos en el penúltimo Sueño.

Continuará…

AQUÍ puedes leer The Sandman: Preludio (Parte 0)

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