‘The End’: Saborear aquello que te impulsa a seguir viviendo
The End, la serie de televisión australiana creada por Samantha Strauss acerca a la audiencia un tema tan vigente como controvertido como es la eutanasia. En 10 episodios de una atmósfera trágica teñida con tintes cómicos, la teleserie se convierte en una pieza audiovisual de gran valor.
En la sociedad capitalista actual donde las personas funcionan como meros sujetos productivos e incluso objetos mercantiles, hay algunos sectores que se denominan vulnerables – con su consecuente connotación negativa -. Estos son invisibilizados debido a su inactividad dentro del mercado laboral o productivo. Entre estos sectores destacan la infancia y la tercera edad.
Sectores etarios que en la serie producida por Sky, emergen a la superficie y se sitúan en el foco para que la audiencia puede finalmente prestar atención a sus necesidades vitales. Además de estas dos generaciones, encarnadas por la abuela Edie y el nieto Oberon, se da protagonismo también a la madre de Oberon, la doctora Brennan. Una mujer de mediana edad, cuya figura también ha estado estereotipada a lo largo de la historia del audiovisual por su falta de productividad. Y entre otras cosas, por dejar de cumplir los cánones de bellezas establecidos.
Con estas tres generaciones metidas en una coctelera, Samantha Strauss añade otros ingredientes respecto al género, orientación y otros aspectos, que hacen el resultado mucho más exquisito.
“No resucitar”
En las primeras imágenes, se observa a una mujer de tercera edad tumbada en su cama con su cabeza envuelta en una bolsa de plástico. De forma repentina retoma la respiración, se retira la bolsa de la cabeza y se tira por la ventana. Una ambulancia la recoge y ella muestra su pulsera que traslada el mensaje: “No resucitar”, a lo que el doctor responde: “Pero señora, usted está viva”. Secuencia que sienta un precedente genuino y cautivador que se mantiene a lo largo de toda la serie.
Tras su fallido intento de suicidio – que más adelante se descubre no ha sido la primera vez -, Edie se traslada de Gran Bretaña a Australia, donde vive su hija Kate. Edie se instala – por voluntad de su hija – en una villa donde conviven diversas personas de tercera edad. Encarnado por una soberbia Harriet Walter, su personaje posee un arco narrativo muy rico.
La evolución de Edie es destacable sobre todo por el aspecto de la sexualidad uno de los ingredientes principales que la creadora añade a la coctelera de forma brillante. Si la tercera edad está invisibilizada en pantalla, su sexualidad y diversidad en orientación sexual es algo que en muy pocas ocasiones se plantea.
The End: Personajes redondos a través de distintas generaciones
En el caso de The End, este aspecto es tratado de forma espléndida, sin ningún tipo de ostentación. Desde una perspectiva honesta y naturalizando todo lo que acontece en pantalla, la protagonista encuentra motivos para vivir en los detalles más sencillos.
Junto a Edie, su hija Kate, encarnada por la actriz Frances O’Connor, lleva a cabo uno de los roles más complejos de la historia. Kate, o mejor llamada Dr. Brennan, es una férrea opositora de la eutanasia, siendo esto uno de los mayores conflictos y detonantes del avance de la trama.
Del mismo modo que se observa una evolución muy clara y perfectamente construida en Edie, también se encuentra a través del personaje de Kate. En ambos personajes Samantha Strauss demuestra su esfuerzo por desmontar estereotipos en torno a las mujeres en el audiovisual a todos los niveles, consiguiéndolo con éxito.
No obstante, esta enriquecedora y atractiva representación de la mujer se ve empañada por la última generación, la de la infancia. En este caso es el adolescente Oberon, encarnado por Morgan Davies, el personaje que da vida a este sector etario. Como último ingrediente, la creadora añade una identidad de género trans y una orientación sexual fuera de lo normativo. Sin embargo, a pesar de ser un actor trans – que es un acierto no tan común como debería -, la representación del personaje continúa estando sumido en narrativas y afectos negativos. Cuya evolución no es tan evidente como en las dos mujeres cisgénero.
Si bien es cierto que desde el comienzo de la serie no se hace hincapié en su identidad, conforme avanzan los episodios se va descubriendo una perpetuación de estereotipos negativos entorno a la identidad del personaje, el cual es motivo de conflicto.
Un toque de humor para representar un tema controvertido
Respecto al argumento central de la teleserie, es de admirar la capacidad de la creadora de abordar un tema tan controvertido como la eutanasia desde una perspectiva tan fresca e incluso cómica.
Ya con series como Mary kills people (2017, Global Television Network), se abordó la cuestión con una doctora protagonista que decide ejercer la eutanasia por cuenta propia.
Del mismo modo, en la segunda temporada de Why women kill (2019, CBS), uno de los protagonistas se descubre como veterinario que ejerce la eutanasia para acabar con el sufrimiento de las personas. Así, The End recoge esta temática tan polémicas y al mismo tiempo en auge, y la permea de tintes humorísticos y dramáticos. Incluso con remembranzas de la aclamada Breaking Bad (2008, Sony Pictures Television).
El sabor agridulce de una serie muy completa
La serie australiana resulta una obra preeminentemente de personajes. Personajes redondos con un gran trabajo de construcción narrativa que llenan la pantalla sin necesidad de nada más. Una combinación de rasgos, personalidades y situaciones explosiva, en el mejor de los sentidos. Tras años de múltiples ficciones y abstracciones, la tendencia a volver de nuevo a los géneros más realistas son evidencia clara de la necesidad de la sociedad de reflexionar sobre lo que acontece.
La misma sociedad capitalista que ejerce una opresión maniqueísta hacia sectores como la tercera edad, la infancia o cualquier identidad y orientación que se salga de lo normativo, es aquella sociedad que se ve inmersa en una cotidianidad gris. Cotidianidad caracterizada por el vacío existencial de olvidar lo que realmente aporta significado a la vida.
Más allá del trabajo o incluso de la pareja, hay pequeños bocados que hacen explotar en la boca un sabor único e inolvidable. Sabores que en miradas de otras personas pueden ser extraños, fuera de lo común. Pero ¿no era que en el libro de los gustos no hay nada escrito? ¿Y si elimináramos todas las miradas críticas y discriminatorias hacia esos gustos que no son normativos y dejáramos simplemente, vivir?
El final, como bien muestra The End, lo escribimos nosotros, y hay momentos insustituibles que dan forma a la lista de pros que, en la balanza, pesan más que los contras.