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‘Sincronía’ en el Teatro Lara: cuando las coincidencias no existen

Rafa Higuera y Sandra Marchena protagonizan Sincronía, (una comedia amarga), que estará en la Sala Lola Membrives todos los martes a las 22 horas hasta el 27 de diciembre. El texto de la obra, escrita y dirigida por Marchena, se publicó en Nuevo teatro de la editorial VdB, y el montaje se estrenó en septiembre del año pasado en la sala Plot Point de Madrid gracias a una beca de residencia.

La puesta en escena es un escenario prácticamente vacío en el que los cuadros van cambiando tras apagones de luces usando poco más que un ancho alféizar de ventana en el que los protagonistas se sientan, juegan con las distancias de más cordial a más íntima o acaban asomándose a un exterior ficticio a punto de resbalar.

Cartel de la obra de teatro, Sincronía.
Cartel de la obra de teatro, Sincronía.

¿Sincronía o coincidencia?

¿Cómo sería el reencuentro con un pasado amor? ¿Sería fruto de una sincronía o de una coincidencia? ¿Cuál es la diferencia?

Cuando hablamos de sincronicidad, o al menos así lo explicaba el psiquiatra Carl Jung, hablamos de eventos que solemos achacar a la casualidad, la suerte o el azar, pero que, debido a la conexión del sujeto con su entorno, suelen tener cierto sentido para la persona que los observa. Dicho de otra forma, ¿el encuentro entre Jose y María, los personajes de Sincronía, estaba predestinado?

La obra, que, en palabras de la autora, “es la historia de dos artistas que se buscan, se atraen y se temen. Donde hay diálogos que hieren, dos cuerpos y dos almas que se buscan en un espacio vacío. Donde confluyen el pasado y el presente”, nos pone de frente situaciones que hemos vivido o imaginado y que son comunes a todos los seres humanos. Esa relación entre lo que conocemos, lo que nos han contado que es el amor, y nuestra identidad, nuestro espacio propio, y todas las inseguridades y complejos que hemos ido acarreando a lo largo de nuestra vida, es lo que Sincronía nos pone a flor de piel.

Sandra Marchena y Rafa Higuera en Sincronía.
Sandra Marchena y Rafa Higuera en Sincronía.

Sincronía: la identidad de quienes somos a través del amor pasado

Ella es una actriz que escribe autoficción, una característica algo autobiográfica si analizamos la carrera de Sandra Marchena. Él un dramaturgo que no publica sus obras, que se encuentran durante la visita a un piso que pretenden comprar. Ambos han compartido una historia, un amor común, con sus fracasos y sus intensidades, que se revive en el momento del encuentro.

Los personajes se descubren distintos a cómo se recordaban, pero son a su vez conscientes de la inevitable química que les atrae a pesar del tiempo. Ella es más segura. Al mismo tiempo que es capaz de seguir brindando sus sentimientos de forma sincera, ahora es capaz de protegerse y respetarse a través de un humor que quita hierro a asuntos que permanecen abiertos en el fondo de ambos personajes. Él es más maduro, ha aprendido a llorar y a entenderse, y a escucharse más allá del ego que no dejaba pasar la honestidad de lo que realmente sentía.

Con un fondo insondable, plagado de miedos, de ganas de ser valiente sin atreverse a serlo. De sentimientos profundos e irreprimibles con quien cualquiera se identificaría. La obra se salpica a su vez de diálogos sarcásticos e irónicos que se cuelan en una especie de metateatro y rompen el hielo y el silencio del espectador a favor de la risa.

Sincronía en el Teatro Lara.
Sincronía en el Teatro Lara.

Sincronía: la madurez del amor presente

El amor se presenta de muchas formas. El amor al trabajo, el amor a uno mismo, el amor a los semejantes y el irreprimible amor hacia quienes nos atraen a pesar de las diferencias. Jose hace una buena relación de los defectos de ella, quien se los toma medio a guasa; María tiene todavía el alma dolorida, por lo que el rencor y el amor que todavía siente, conviven en una simbiosis que, lejos de ser explícita, nos deja todo muy claro.

Ambos se felicitan por los logros profesionales que antes no se reconocían, recuerdan sus enfados y se enseñan, el uno al otro, a reírse de sí mismos. Y finalmente aprenden a perdonar y a perdonarse para cerrar la herida común en una despedida conjunta.

Tanto Marchena como Higuera saben transmitir la hondura de los temas que trata la obra, pero quizá se reflejen de forma más viva en ella, en sus lágrimas y sus miradas. Especialmente hacia el final de la obra, que hacen que no te sorprendas cuando después descubras que tiene una base autobiográfica.

La comedia amarga

Sincronía o coincidencia no nos queda muy claro, pero, al fin y al cabo, ¿qué más da? La obra te deja un sabor amargo a pesar de las espontáneas carcajadas de vez en cuando, pero, sobre todo, te deja con muchas preguntas: ¿hay un final feliz? ¿Sabemos perdonar? ¿No aceptamos nuestras propias heridas? ¿Nos reconocemos en el amor de las despedidas o nos puede el orgullo de no aceptar nuestro propio dolor?