Batman y Peter Pan: ¡Santo Nunca Jamás, Hombre Murciélago! (3ª parte)
Si te hablase acerca de un personaje imaginario que dejó de crecer en un momento concreto de su infancia. Que se rodeó de gente aparentemente afín en aventuras posteriores, pero que está abocado irremediablemente a la soledad… ¿a cuál me estaría refiriendo?
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La Sexualidad de Peter
El punto más polémico que une a estos dos personajes seguramente sea su sexualidad (o falta de ella). Muchas personas han encontrado en las distintas iteraciones de Batman y Peter Pan connotaciones homoeróticas (e incluso pederastas).
Para hacerse una idea de la sexualidad de Peter Pan habría que conocer la de su autor, de la que es reflejo. James Barrie ansiaba tener hijos, pero (y este es un asunto de lo más repetido en toda su obra) le resultaba físicamente imposible. Su matrimonio de quince años con Mary Ansell terminó de forma amarga por esto mismo.
A juzgar por los datos disponibles, y sin entrar en polémicas (y teniendo en cuenta lo comprometido de aplicar nuestras nociones modernas sobre asuntos como este a sucesos pasados), es posible asumir que Barrie era lo que hoy en día consideraríamos como una persona asexual.
Otras observaciones con respecto a su trato con los hermanos Llewelyn Davies (los cinco chicos que inspiraron, en gran medida, su mundo imaginario), una vez adultos, nos llevaría a pensar que se trataba de un hombre asexual de tendencias homorrománticas. Pero esto, ya digo, no se sabe con certeza, y tampoco es el objeto de este artículo.
Lo que sí está claro es que Peter Pan muestra conductas homosociales. Tendiendo a rodearse con personas de su mismo sexo. Cuando no lo hace, quedan al descubierto muchas de sus carencias afectivas. Así como su falta de madurez mental y física. Su relación con Wendy tan solo se sostiene mientras ella toma parte de su juego. Y es que Peter Pan no hace más que eso: jugar a ser el padre de los niños perdidos, y Wendy su madre.
Pero en cuanto que ella muestra un interés genuino hacia él, natural en una persona que empieza a dar sus primeros pasos hacia el desarrollo sexual, Peter reacciona con brusquedad. Sintiéndose expuesto y, posiblemente, traicionado. No se encuentra en condiciones de ofrecerle lo que ella busca, no sabe y no puede. En realidad, la relación más duradera que ha mantenido con alguien es con su némesis, el infame Capitán Garfio. De la misma forma en la que Batman parece entenderse muchísimo mejor con sus villanos, extrañamente, que con nadie más.
La sexualidad de Bruce
Para comprender la sexualidad de Batman, sin embargo, la de sus creadores no tiene relevancia. Quizá sí la tenga la de un personaje ficticio anterior, que sirvió como inspiración para Bill Finger: Sherlock Holmes.
Batman es conocido en los cómics como “el mejor detective del mundo”, y la influencia de la obra de Arthur Conan Doyle en el mito del hombre-murciélago es notoria. Sherlock Holmes muestra poco o ningún interés en el sexo a lo largo de sus andanzas. Su gran amor es su trabajo, como el de Batman su misión. Y punto. Esto es, a excepción de una mujer: Irene Adler. Ella sí logra capturar la atención de Sherlock Holmes porque está metida en la misma vorágine que él, forma parte de su mundo, no le obliga a madurar o a desarrollarse en aquellos aspectos de la vida que le son completamente indiferentes.
Para mantener la farsa de su doble identidad ante el mundo, Bruce Wayne paga a mujeres para aparecer con él en público y transmitir una imagen de normalidad hacia los demás. Luego tuerce la esquina, paga, y chao, no tiene ni un minuto que perder en cosas tan accesorias como la intimidad sexual o, aun peor, enamorarse y construirse una vida de verdad.
Pero sus cómics no dejan de ser un producto que hay que seguir vendiendo, y la conducta de un hombre adulto cuya única compañía son un mayordomo viejo y varios muchachos en pantalones cortos es más que sospechosa para la prejuiciosa opinión pública. Así que editores, guionistas, y directores de cine le van sumando intereses amorosos, exclusivamente femeninos, vez tras vez, para esconder al asexuado elefante que se esconde en la Mansión Wayne.
Aun así, el espíritu del personaje se impone y, si nos damos cuenta, las únicas parejas de gran importancia que se le conocen son, esencialmente, dos: Catwoman y Talia Al Ghul. Lo que tienen en común estas mujeres es que ambas forman parte del mundo de Batman, de la misma forma en que Irene Adler forma parte del de Sherlock Holmes. Ambas comparten su locura, en cierta forma, o, digamos, su dudoso sentido de la realidad. Ninguna de las dos le dice que haga el favor de quitarse esas mallas, superar ya lo de sus padres, y ponerse a ayudar al mundo de una forma más inteligente que a puñetazos.
En el cine, sobre todo, se han hecho muchos esfuerzos por cubrir estas conductas asexuadas y homosociales tanto en Batman como en Peter Pan. En las películas de Batman le hemos visto pasar de una pareja a otra, a lo James Bond. Por otro lado, en la versión de Disney de la historia de Peter, le vemos representado como un chico ya adolescente, con conductas marcadamente varoniles, y poco o nada de la oscuridad que pende sobre él en la novela y la obra de teatro. En la versión de acción real de 2003, se reviste de romance su relación con Wendy desde el principio hasta el final, y en la secuela de Steven Spielberg, “Hook”, se le muestra adulto y casado con una mujer.
Todas estas interpretaciones de ambos personajes son muy disfrutables, desde luego, pero cojean en algún que otro aspecto fundamental.
Batman y Peter Pan. Dioses pop
Por último, querría destacar la relación de mis dos héroes preferidos con lo numinoso. James Barrie estaba sobradamente familiarizado con el mito escocés de los daoine sidhe, entes espirituales que, entre otras cosas, facilitaban el tránsito de las almas de los muertos entre un mundo y otro. Este tipo de nociones son corrientes en multitud de culturas (en España, por ejemplo, tenemos la “Santa Compaña” o la “Estantigua”). El papel de Peter Pan con respecto a los niños perdidos y al país de Nunca Jamás se nutre inequívocamente de esta clase de relatos.
Batman, por su parte, tiene mucho que ver con la figura de Plutón, la versión romana del dios griego Hades. La asimilación de Plutón con el Diablo de la cristiandad, o del Tártaro con el infierno, nos lleva a menudo a verlo como un villano. Sin embargo, en la antigüedad, este no era, ni mucho menos, el caso.
Plutón era uno de los dioses más importantes para los romanos. Alguien tenía que encargarse de velar por los que han muerto, después de todo. Plutón lo hacía como rey del inframundo, de la misma forma en que Batman vela por la ciudad de Gotham y su multitud de personajes marginados y dolientes (sus niños perdidos, por así decirlo), como una especie de deidad luctuosa.
Por todos estos motivos…
Y muchos otros, los personajes de Batman y Peter Pan han cautivado a millones de personas durante el último siglo, y seguirán haciéndolo, seguro, dentro de otros cien años. Forman parte de nuestra identidad cultural y nuestro ocio. Para muchos de nosotros, incluso, tienen un significado muy profundo, y nos han acompañado desde la infancia.
No puedo obligar a nadie a que los encuentre igual de interesantes que yo si no es el caso. ¿Por qué iba a hacerlo? Los intereses culturales son muy libres. Pero después de esta parrafada creo que estaremos de acuerdo en que mi interés por Batman y Peter Pan (y el de muchísima más gente) es, cuando menos, legítimo.
Yo, por mi parte, voy a ponerme a releer algo de alguno de ellos en cuanto termine de escribir este artículo. Y tened por seguro que voy a disfrutarlo, como siempre.
Muchísimo.