‘Ruido de fondo’: Adam Driver y Greta Gerwig se enfrentan a la muerte y el capitalismo en la nueva película de Noah Baumbach
Este viernes 9 de diciembre se estrena en cines Ruido de fondo (White Noise), la última película del director Noah Baumbach, quien hace una adaptación para Netflix de la novela homónima de 1984 escrita por Don DeLillo.
Protagonizada por Adam Driver, Greta Gerwig y Don Cheadle, la película es una sátira que tiene objetivos elevados, pero que nunca se alza por encima de sus ideas a medio formar y con una ejecución desordenada. Empantanado por la trama desigual y los cambios de género, Ruido de fondo se pierde en el caos de lo que intenta contar y que no logra ser plenamente coherente.
Ruido de fondo: ¿De qué va?
Jack es un hombre de unos cuarenta años que vive con su familia medianamente acomodada y satisfecha. Es profesor universitario, de Estudios Hitlerianos, y está dando una clase acerca del optimismo soterrado bajo la violencia como espectáculo en las películas. Según él, es definitivamente más fácil desentrañar el valor de un choque entre coches que la maraña de emociones detrás de cualquier drama.
El personaje de Jack está lejos de una masculinidad prototípica, pero hay algo que lo aparta de la posibilidad de ser corriente. Ataviado con gafas oscuras y capa e incapaz de hablar una sola palabra en alemán, despierta un fervor insólito en su alumnado.
Su mujer Babette (Greta Gerwig) es puro espíritu yuppie y sufre adicción a un misterioso fármaco llamado Dylar. Gerwig compone una figura compleja: una ama de casa que asiste al naufragio de su inocencia a manos de un indomable miedo a la inminencia de la muerte. La amenaza, como en todo buen cuento norteamericano, viene desde el cielo: una nube tóxica provocada por el choque de un tren que transportaba productos químicos.
Ruido de fondo: el miedo a la muerte. Luz y oscuridad
Ruido de fondo aprovechará la trama para debatir sobre el miedo más antiguo de la historia. La muerte. La confrontación entre la luz y la oscuridad está presente durante todo el film: El supermercado, brillante con su luz para que todas las marcas se vean y brinden comodidad, yuxtapone los miedos privados de Jack, donde cortinas y sábanas cubren su propia visión de la muerte.
La universidad donde enseña el protagonista tiene aulas que se parecen a la sección de niños de una biblioteca, aparentemente satirizando y validando los temores conservadores de que las universidades son centros de adoctrinamiento para los jóvenes. La película, y el libro en el que se basa, amplifican las obsesiones, el consumo y el miedo que aquejan a la humanidad, pero la sátira de la película no ofrece mucha profundidad ni humor al examinar el tema.
La dificultad de la sátira
Ruido de fondo la profética novela con la que Don DeLillo radiografió en 1984 los horrores de la sociedad de consumo era un desafío mayúsculo para llevar a la gran pantalla. ¿Cómo adaptar una novela que zigzaguea salvajemente entre la corrosiva sátira social, el psicodrama familiar y la fantasía de tintes apocalípticos?
Bien es cierto que la sátira es una es uno de los géneros más difíciles de traducir de la página a la pantalla, y Ruido de fondo nunca llega tan profundo como debería y acaba por analizar los temas que toca. Quizá las páginas escritas por DeLillo dieran ese tiempo necesario para que el mensaje satírico calara, sin embargo, en las casi dos horas y media que dura la película, el mensaje no acaba de entenderse.
Ruido de fondo está llena de grandes ideas (sobre el consumismo desenfrenado, la muerte inminente, la simplificación de toda la información pública, etc.), pero Baumbach rara vez articula alguna de ellas con un sentido real del mundo exterior sin recurrir a la exageraciones fáciles.
Un Ruido de fondo muy bajito en Netflix
El hecho de que el protagonista principal sea un pionero en el campo de los estudios de Hitler, pero que no pueda hablar ni una pizca de alemán y tome lecciones en secreto para aprender los conceptos básicos antes de una próxima conferencia, denota el primero de los errores de Baumbach, tratando a todos los instructores de educación superior como si fueran estafadores clandestinos que balbucean ciegamente sobre los temas más esotéricos.
En las escenas familiares todos se comunican entre sí de manera desconectada y argumentativa asemejando la manera que representaban en la novela de DeLillo. Sin embargo, en la película escuchamos cómo sus conversaciones se superponen con frecuencia y, a menudo, de manera forzada, lo cual desconecta al espectador de la historia creando ciertas lagunas que carecen de sentido en el resto de la trama.
El evento tóxico producido por el choque del tren y el camión cisterna, es el punto en el que la película debería, si no despegar, al menos comenzar a mostrar algunos signos de estimulación, pero Baumbach no tiene una idea clara de cómo infundir dicha emoción en esta narrativa.
Incluso cuando se trata de los efectos de una epidemia mortal, esta acaba pasando sin pena ni gloria, como si se tratara de cualquier otro acontecimiento superficial, y el film no ahonda, ni siquiera de manera crítica, en esa frivolidad que reviste a los protagonistas.
En definitiva, los personajes parecen más caricaturas que personas completamente dibujadas y hay poco o ningún sentimiento involucrado.