Rocío Molina completa su trilogía sobre la guitarra con el estreno de ‘Vuelta a Uno’
La Sala Fernando Arrabal de Naves del Español en Matadero, presenta del 10 al 15 de diciembre el estreno absoluto de Vuelta a Uno, espectáculo de Rocío Molina, Premio Nacional de Danza, que completa su Trilogía sobre la guitarra y su relación con el baile.
Tras este estreno, el público podrá disfrutar del resto de piezas que componen el tríptico: Inicio (Uno) los días 16 y 17 de diciembre y Al fondo riela (Lo Otro del Uno) los días 18 y 19 de diciembre.
Esta trilogía es una investigación en tres fragmentos sobre la relación de la bailaora y coreógrafa con este instrumento, que aquí toma vida en las manos de tres destacados músicos creadores como son Rafael Riqueni, Eduardo Trassierra y Yerai Cortés.
Con Vuelta a Uno, Rocío Molina completa un camino iniciado con sus dos anteriores trabajos. Si en Inicio la propuesta partía desde el alivio y levedad de sentir la pertenencia a la totalidad (Ser en Uno), Al fondo riela suponía un descenso del paraíso a lo matérico, al mundo dual y a la identificación con el ego (Ser para otro).
Tras estas experiencias, la artista nos invita ahora a recorrer el camino de regreso. Vuelta a Uno, como su título indica, es un viaje desde la conciencia egoica a la Unidad (Ser en Nosotros). Un regreso de la hija pródiga a la conciencia unitaria a través del goce y los placeres del cuerpo. De la celebración comunitaria, de la repetición ritual que lleva al cuerpo hasta el trance de la extenuación.
Este espectáculo cuenta con la guitarra de Yerai Cortés como único acompañamiento. Juntos dialogan desde los parámetros de un flamenco primigenio que llega a evocar el tablao como espacio de transmisión desnuda.
Inicio (Uno), Al fondo riela (Lo Otro del Uno) y Vuelta a Uno
Vuelta a Uno es por necesidad una obra celebrativa, con bailes basados en estilos mayoritariamente festivos como son alegrías, tangos, verdiales o bulerías. De manera análoga, si en Inicio dominaba el blanco y en Al fondo riela el negro, ahora Rocío explora con colores vivos, intensos, que nos remiten a la exuberancia de la naturaleza y de la propia vida.
Lejos de proponer un final a la Trilogía sobre la guitarra, Vuelta a Uno es el tercer vértice que interconecta y crea distintas posibilidades de recorrido, pues este trabajo se mueve en un tiempo cíclico, no lineal. De este modo, tras las cinco funciones de este último fragmento que podrán verse del 10 al 15 de diciembre, el público podrá adentrarse en las anteriores propuestas, pues Naves del Español programa consecutivamente Inicio (Uno) y, posteriormente, Al fondo riela (Lo otro del Uno).
Inicio (Uno), que cuenta con Rafael Riqueni a la guitarra: la bailaora descubre por imperativo de equilibrio un movimiento que dimana de la extrema atención a la sutileza. En diálogo con la poesía sonora del maestro, su baile somatiza una respuesta lírica, de acusada sensibilidad. Le revela una conciencia orgánica distinta. Es capaz de volver a la fusión con la alteridad a través de la espontaneidad y la conexión con el misterio de la propia naturaleza. Sin inhibición racional.
Al fondo riela (Lo Otro del Uno), con Eduardo Trassierra y Yerai Cortés a las guitarras: El Otro espera algo, amenaza, su afecto es objeto de deseo. El Otro inaugura la mirada a la propia imagen. Nos convierte en reflejo en el espejo del mundo, donde solo proyectamos la luz, negándonos la sombra.
Ser para el Otro es dejar de ser Uno. Comenzar a desvivirse en la comparación y la envidia, madre de la vanidad y sus máscaras e hijas de la carencia.
Sobre Rocío Molina
Creadora inquieta, Rocío Molina nace en Málaga en 1984. Empieza a bailar a los tres años. Con siete esboza sus primeras coreografías. A los diecisiete se gradúa en el Real Conservatorio de Danza de Madrid con matrícula de honor. Es entonces cuando entra a formar parte del elenco de compañías profesionales con gira internacional.
Cumple veintidós estrenando Entre paredes, una primera pieza a la que siguen otras creaciones propias que tienen en común una mirada curiosa y transgresora sobre un arte flamenco que huye de los caminos ya transitados: El eterno retorno (2006), Turquesa como el limón (2006), Almario (2007), Por el decir de la gente (2007), Oro viejo (2008), Cuando las piedras vuelen (2009), Vinática (2010), Danzaora y vinática (2011), Afectos (2012), Bosque Ardora (2014), Caída del Cielo (2016) y Grito Pelao (2018).
Tiene veintiséis años cuando el Ministerio de Cultura le otorga el Premio Nacional de Danza. Lo ganó por “su aportación a la renovación del arte flamenco y su versatilidad y fuerza como intérprete capaz de manejar con libertad y valentía los más diversos registros”.
A los veintiocho, el bailarín Mikhail Baryshnikov se arrodilla ante ella a las puertas de su camerino del New York City Center, tras la representación con atronador éxito de Oro viejo.
Rocío Molina ha acuñado un lenguaje propio cimentado en la tradición reinventada de un flamenco que respeta sus esencias. Que se abraza a las vanguardias. Radicalmente libre, aúna en sus piezas el virtuosismo técnico, la investigación contemporánea y el riesgo conceptual.
Sin miedo a tejer alianzas con otras disciplinas y artistas, sus coreografías son acontecimientos escénicos singulares. Se nutren de ideas y formas culturales que abarcan desde el cine a la literatura, pasando por la filosofía y la pintura.
Rocío Molina en el mundo
Desde 2014, es artista asociada al Teatro Nacional de Chaillot en París, donde estrenó en 2016 Caída del Cielo. En julio de 2018 estrena en el Festival d’Avignon Grito Pelao, que dirige junto a la cantante Sílvia Pérez Cruz y Carlos Marquerie. En septiembre de 2020 estrena en la XXI Bienal de Flamenco Inicio (Uno) y Al Fondo Riela (Lo Otro del Uno).
Bailaora versátil, Rocío Molina es una de las artistas españolas con mayor proyección internacional. Sus obras se han visto en teatros y festivales como el Barbican Center de Londres o el Teatro Stanislavsky de Moscú.
En teatros o festivales nacionales como el Teatro Español, el Festival Grec o el Mercat de les Flors en Barcelona.
A lo largo de su carrera, ha colaborado con grandes figuras del flamenco nacional como María Pagés, Miguel Poveda, Antonio Canales e Israel Galván. Con nombres de la creación artística contemporánea como Carlos Marquerie y Jean Paul Goude.
Su búsqueda artística ha sido reconocida con premios dentro y fuera de España como el Premio Nacional de Danza (2010), Premio para la mejor bailarina contemporánea (2019) y premio especial (2016) de los Dance National British Awards, Premio Max 2019 (Mejor espectáculo de danza para Grito Pelao) o el Premio Giraldillo a la mejor bailaora de la Bienal de Sevilla, entre otros muchos.
Portada: Rocío Molina (c) Simone Fratini.