‘Peter Pan y Wendy’: ¿refrito al woke o necesaria revisión de un clásico?
Desde el pasado 28 de abril, Peter Pan y Wendy está disponible en la famosa plataforma del Ratón Mickey.
Dirigida por David Lowery y co-escrita por él mismo y Toby Halbrooks, revisita el clásico literario de J. M. Barrie y homenajea a la versión cinematográfica de 1953.
Desde el lanzamiento de su primer teaser en febrero de este mismo año, la película ha sido objeto de las polémicas habituales en internet. Ahora que ya hemos tenido oportunidad de verla, el respetable se divide en dos facciones.
Por un lado están aquellos que consideran que absolutamente todo debe adecuarse a su punto de vista moderno (como si no hubiese pasado lo mismo en absolutamente todas las épocas). Y, por otro, aquellos a los que les molesta que se ponga a un personaje femenino en el foco de una historia o que se visibilice a personas de distintas razas, condiciones, etc. Ah, y también los hay que sencillamente no quieren ver alteradas en lo más mínimo las ficciones de su infancia.
A todos ellos les extendemos una propuesta indecente: vamos a calmarnos y a hablar sobre una película infantil que ha salido.
¿Qué os parece?
Peter Pan y Wendy: Otra vuelta de tuerca
Antes de meternos en faena, realizaremos un repaso a la película en su conjunto.
Peter Pan y Wendy es, en esencia, otro remake de acción real de un clásico de la factoría Disney. ¿Qué esperabais? A fin de cuentas, a las grandes corporaciones no les importa ni vuestra conciencia de género ni vuestro afán conservador. Solo quieren vuestra suscripción a fin de mes. Cling, cling.
Dicho esto, y como consumidor habitual de este tipo de productos, la verdad es que me parece uno de los más disfrutables. Para empezar, es lo suficientemente distinto tanto a la novela como a la película de dibujos animados como para que a nadie se le caiga el monóculo.
Siendo un claro exponente de nuestra mitología post-industrial, la historia de Peter Pan ha sido sometida a una barbaridad de reinvenciones, precuelas, secuelas y demás tratamientos. Entre mis favoritos se encuentran la película Hook, de Steven Spielberg; el cómic Peter Pan, de Regís Loisel; el Peter Punk de Max (Francesc Capdevilla); o el literario Hortus Conclusus de Leopoldo María Panero.
Pues bien, Peter Pan y Wendy se encuentra en esta lista de vueltas de tuerca, y creo que así es como debe enfrentarse: como una adaptación nueva e independiente.
En el país de Nunca Espoilearás
¿Es Peter Pan y Wendy una buena película de su género? En un mundo de blancos y negros, diría que sí.
Aun así, no llegó a emocionarme. Y esto lo dice alguien con una fijación un tanto insana con todo lo que recuerde, no importa cuán remotamente, a Peter Pan. La película me resultó plana, y adoleciente de color (lo cual resulta irónico, según veremos más adelante).
El País de Nunca Jamás es un terruño casi desprovisto de fantasía, un descampado en medio del mar en el que habitan apenas un puñado de personas. El árbol del ahorcado, por ejemplo, es una estructura en ruinas que entiendo que está basada en la Torre Invertida de Sintra, y el poblado indio es una reserva que está a punto de cerrar porque ya no vienen turistas.
Esto se debe, deduzco, a la falta de presupuesto de la película, cuyos cerca de 50 millones de dólares debieron invertirse, en su mayoría, en el salario de Jude Law y en algunos no tan buenos efectos visuales. También a la falta de metraje. Peter Pan y Wendy dura en torno a una hora y cuarenta minutos, y aun así resulta apresurada. Toda la acción parece transcurrir en apenas unas horas y, a juzgar por el desenlace, es posible que así sea.
Igualmente, veo inconsistencias en el tono. La película trata algunos temas ciertamente relevantes. Pasados por el filtro de la América corporativa, sin embargo, estos adquieren un cierto tufo a doctrina. Por otro lado, alterna momentos de dramatismo genuino con otros excesivamente kitsch y edulcoradamente infantiles.
Todo ello contribuye a crear una sensación de telefilme dotado de un cierto puritanismo con pretensiones modernas.
Aunque esto sea cierto, la magia de Peter Pan y su mundo sigue siendo tan potente que es imposible no sonreír en varios momentos. Y si esta llegase a convertirse en la película favorita de algún niño que se topase con ella por casualidad en el catálogo de Disney +, lo cierto es que no me sorprendería en absoluto.
Wendy es la protagonista absoluta de Peter Pan y Wendy
La actriz que interpreta al personaje es Ever Anderson, la hija de Mila Jovovich que va camino de convertirse en un clon de su madre (porque la biología juega a los dados, pero a veces acierta de pleno).
A aquellos a los que les espante su relevancia en la historia les aconsejaría humildemente que leyeran el libro. Wendy siempre ha tenido un papel equiparable al del propio Peter Pan (no en vano, el título original de la novela de 1911 es Peter y Wendy). En esta película tan solo cambian algo de su contexto, le vuelven más verborraica, y le ponen a hacer cabriolas y a dar espadazos.
En torno a ella gira un mensaje de claro empoderamiento femenino. ¿Es esto malo per se? En absoluto. La única pega que le pondría es esa manía tan inculta de extrapolarlo todo al siglo XXI. Y es que las perspectivas que se le atribuyen son claramente de nuestro tiempo. Si querían convertir a Wendy en una preadolescente moderna, ¿por qué no adaptar el film a la época actual, como ya hiciera la serie Sherlock con Sherlock Holmes, por ejemplo?
Del mismo modo, las posibilidades que se le ofrecen como mujer que se enfrenta a la adultez tienen un claro sesgo de productividad capitalista y de encaje en el organigrama social. Está perfecto que una chica joven quiera adoptar una actitud racional ante la vida, formarse, ejercer una profesión, tocar el piano, y sentarse sola en el porche de su casa a leer un libro. Pero ¿no podrá también saltarse las normas, dedicarse a la piratería, o formar su versión de una familia, si es que le viene en gana?
Peter Pan y Wendy: les niñes perdides
Acostumbrado a Hook, la verdad es que no me ha chirriado tanto que la cuadrilla de Peter Pan pareciese un anuncio de Benetton.
Es cierto que, de nuevo, choca bastante con el momento histórico en el que se entiende que transcurre la historia. Y es que a finales del siglo XIX y principios del XX no había mucha diversidad racial por los alrededores de Kensington Gardens, que es de donde se entiende que viene Peter.
Y en cuanto a que haya también niñas perdidas, esto se contradice con el espíritu de la historia original. A fin de cuentas, Peter Pan lleva a Wendy al país de Nunca Jamás precisamente porque los demás niños y él adolecen de esa figura femenina. Además, la propia novela explica que no hay niñas en la isla porque estas son demasiado inteligentes como para caerse de sus cunas y perderse (lo cual también podría considerarse como un mensaje feminista que, en esta película, se pierde).
Dicho esto, Peter Pan y Wendy parece ser consciente de dichos argumentos, y provee nuevas justificaciones tanto para lo uno como lo otro. Y, en cualquier caso, las niñas perdidas resultan prácticamente indistinguibles de los niños. En esta película, de hecho, tanto ellas como ellos tienen en común una cualidad que, tristemente, puede extrapolarse a muchos otros de los personajes: la falta de carisma.
Entre los niños perdidos, sin embargo, debo destacar a Noah Matthews Matofsky, el actor con síndrome de Down que encarna a Zorrillo. A la idea de incluir a un personaje con este tipo de afección no se le puede añadir ninguno de los peros mencionados anteriormente, y me parece un ejemplo acertado de diversidad y representación que en nada afecta a la trama.
Más de esto, por favor.
Campanilla y las sirenas
No se puede contar una historia de Peter Pan sin Campanilla. En la versión animada, el modelo que se tomó fue Marilyn Monroe. En Hook, por otra parte, fue interpretada por Julia Roberts, mi encarnación favorita del personaje (porque es un absoluto encanto).
En esta ocasión, la encargada de interpretarla fue Yara Shahidi. Lo primero que llamó la atención de mucha gente acerca de este casting es el hecho de que la actriz es de raza negra. Lo único que puedo decir a este respecto es que, lamentablemente, las hadas no existen puede que no existan. Así que, ¿a quién demonios le importa de qué color tengan la piel?
Mis problemas con esta iteración de Campanilla nada tienen que ver con la raza de su intérprete. El personaje, sin embargo, es un ser visceral, perpetuamente polarizado, y particularmente posesiva en lo que respecta a Peter Pan. En Peter Pan y Wendy, sin embargo, es extrañamente amable y comedida, sobre todo en su trato con la protagonista del film.
Esto ocurre también con las sirenas, las cuales, tanto en el libro como en la película del 53, tienen celos de Wendy y se muestran en competición con ella por la atención del personaje masculino principal. Esta vez, sin embargo, tan solo aparecen en una escena, nadando entrañablemente al paso de Wendy mientras esta vuela a ras de la superficie del mar.
Entiendo lo problemático de tener pocos personajes femeninos y que estos se anden poniendo la zancadilla todo el tiempo entre sí. Sin embargo, en esta ocasión no hay escasez de dicho género (incluso entre los piratas). Y, de todas maneras, no por el mero hecho de ser mujeres han de ser todas forzosamente ángeles de luz. Debe haber lugar para el conflicto y los dilemas morales, el desarrollo de personajes, etc.
En ausencia de estos elementos, las interacciones entre ellas resultan un tanto artificiales, manidas, incluso. Pero el problema no parte de intentar establecer una noción de sororidad en la película, sino en la forma de hacerlo, facilona, estereotipada, y temerosa de incluir cualquier tipo de arista.
Cabalgando con Tigrilla en Peter Pan y Wendy
Otro elemento polémico que suele acompañar a Peter Pan es la tribu india. Esta ha sido tildada por algunos entendidos (y no tanto) como un deje racista por parte de James Barrie.
Pues bien, en la novela se dice claramente que el país de Nunca Jamás no es sino el mapa de la imaginación de un infante. Si ideásemos un Nunca Jamás actual, para entendernos, este tendría una estación de perros bomberos, una ciudad poblada por superhéroes, y una academia de bailarines de Tik Tok. Pero, por lo que sea, a principios del siglo XX los niños jugaban a los piratas, a los duendes y las hadas, y a indios y vaqueros.
De modo que la tribu india a la que pertenece la princesa Tigrilla no es el reflejo de una etnia o comunidad cultural real, sino de la interpretación fantástica de un niño, alimentada mayoritariamente por panfletos literarios de la época. Esto aparece muy bien reflejado en Pan, la (por lo demás mediocre) precuela de 2015. En ella, los indios aparecen como seres casi mágicos, deliberadamente exagerados, derivados más de una imaginación exaltada que de una impresión fidedigna de unos nativos americanos.
En Peter Pan y Wendy, la tribu aparece lo menos posible, no vaya a ser que alguien se asuste. Tigrilla, sin embargo, ocupa buena parte del metraje, interpretada por Alyssa Wapanatâhk. En esta versión, intercala el inglés (o el idioma que corresponda, según la traducción) con su lengua nativa, lo cual me parece un acierto.
Por otro lado, es algo así como la líder de los niños perdidos en ausencia de Peter. También la persona encargada de salvarlo cuando este cae víctima del Capitán Garfio. Personalmente, me parece mucho más impactante que sea Campanilla quien salve a Peter Pan de la muerte ingiriendo veneno (en el libro) o alejándolo de una bomba de relojería (en la película de dibujos). Pero esto ya va en gustos, y tampoco me parece que sea para tanto.
El capitán Garfio de Jude Law en Peter Pan y Wendy
En lo que respecta a los actores, el único nombre claramente reconocible es el de Jude Law. Opino que un actor de su calibre podría haber hecho mucho más interpretando al Capitán Garfio. Pero el material que le dieron para trabajar no era precisamente el mejor.
Quizá el principal problema estribe en que no le permitieron ser, simple y llanamente, un villano. Hay antagonistas que provocan empatía, y otros que no. El Capitán James Garfio es la encarnación de todo aquello que hacemos (o escogemos hacer) mal los adultos, y no necesita un origen trágico.
Aun así, esta no es la primera vez que se le intenta dar un cierto trasfondo e, incluso, dotarlo de cualidades redentoras. Así que tampoco podemos sorprendernos excesivamente por esta versión lacrimógena y victimizada del personaje.
Lo que sí encuentro objetable es que tanto él como el resto de los (y las) piratas se comportan como títeres. Sus reacciones son tontorronas, infantiles, y en ningún momento parecen una amenaza real para Peter, Wendy y compañía.
Y si el Capitán Jude Garfio parece un poco un chiste, mejor ni hablamos del cocodrilo. Decididamente, esta versión no parece, ni mucho menos, una metáfora de lo inexorable del paso del tiempo y de la inevitabilidad de la muerte. Más bien un gag de los Looney Tunes.
Esta es una buena muestra de mi principal problema con Peter Pan y Wendy: que, aun queriendo dotar de profundidad a ciertos de sus argumentos, resta mucho de otros, y esto le da un empalagoso regusto a medicina.
Todos los niños, excepto uno, crecen
No podemos terminar el repaso a los protagonistas del film sin detenernos un rato en Peter Pan.
“Soy la juventud, soy la alegría, soy un pajarillo que acaba de romper el cascarón”, dice Peter de sí mismo en la novela. Sin embargo, y al contrario de lo que se muestra en la película de 1953, esta actitud aparentemente despreocupada oculta a un personaje terriblemente trágico y atribulado. Un niño eterno que no es que no quiera crecer, sino que no puede. Algo de esto se entreve en la versión cinematográfica de 2003. También en la que nos ocupa en este artículo.
Otra cosa que Peter Pan y Wendy entiende muy bien del personaje es que este no es el héroe de la historia. A algunos espectadores puede chocarles lo egoísta, manipulador, y engreído que se muestra en esta versión. Sin embargo, esto no se debe para nada a un esfuerzo woke por mancillar la figura masculina. Peter Pan siempre ha sido así. Y peor.
Pero lo que también ha sido es extremadamente gustable, a veces a pesar del lector o espectador. Como buen gallo de pelea, Peter es atrayente y llamativo. O así debería ser. En esta película, sin embargo, no lo es.
Alexander Molony hace lo que puede interpretándolo, y seguramente llegue a ser un gran actor. En Peter Pan y Wendy, sin embargo, poco pudo hacer.
Que a Wendy se le haya dado especial relevancia me parece estupendo, pero me entristece que haya sido un poco a costa de Peter. Y lo cierto es que no puedo quitarme esta sensación. Ambos personajes son sobradamente interesantes de por sí. El hecho de que para hacer brillar a uno hayan opacado al otro me parece un demérito claro del guion.
Al final de la película, Peter recibe una poderosa lección de humildad, como en tantas otras versiones del cuento. Pero en esta, además, se le abre una puerta hacia una felicidad que no corresponde a su tragedia y le resta valor.
Aun así, comprendo que haya a quien esto le guste, y le deje con un buen sabor de boca que, de otra forma, el film no hubiese sido capaz de proporcionar.
Mirando hacia atrás
Llegado este momento, y tras haber repasado todos los puntos de contingencia de Peter Pan y Wendy, nos hacemos una pregunta: ¿necesita realmente una revisión el clásico ideado hace más de un siglo por J. M. Barrie?
Clara y rotundamente no.
Eso de modificar libros o, aun peor, eliminarlos, es más propio de otra gente. Nosotras y nosotros deberíamos de tener un poco más de visión.
Aun así, esto no exime de analizarla con sentido crítico.
Lo del zeitgeist, Peter
Para saber más acerca del contexto de la obra y de su enigmático autor, recomiendo encarecidamente la lectura de J. M. Barrie and the lost boys, the real story behind Peter Pan, de Andrew Birkin. En dicho libro se ve claramente que Barrie era un hombre con un intelecto privilegiado, un corazón enorme, y una inventiva como pocas en la Historia de la literatura. Pero también una persona de su época, con sus clichés y nociones preconcebidas, sobre todo en lo que respecta al sexo opuesto.
También alguien extremadamente atribulado. No tiene sentido ponernos a psicoanalizar a un escritor que lleva casi noventa años muerto. Pero lo que está claro es que tenía serías dificultades en lo que respecta a las relaciones sociales adultas, la infancia, y el sexo. Esto dotó a su obra de un fondo que aquellos que solo hayan visto el Peter Pan de Disney de 1953 desconocerán. También de una serie de conflictos internos que debemos intentar comprender, aunque no ensalzar.
Antes de censurar o descartar una obra pasada (de la índole que sea), deberíamos preguntarnos por qué no se da más bombo a otras modernas. Si el contexto histórico en que nos encontramos trae consigo una apertura de conciencia, ¿por qué no hay más productos culturales nuevos en consonancia con esta?
Pues simple y llanamente porque las propiedades intelectuales conocidas dan más dinero. Porque claro que existen autores y autoras con ideas novedosas, pero estas no son rentables hasta que no demuestran serlo. Y esto, pese a la llamada democratización actual de la cultura, es cada vez más complicado.
Fe, confianza y Leopoldo María Panero
En resumidas cuentas, Peter Pan y Wendy me ha parecido una adición legítima al vasto catálogo de versiones de Peter Pan.
Pese a sus defectos, es una película infantil bonita, entretenida y con un cierto trasfondo, lo que siempre se agradece.
¿Está entre mis iteraciones favoritas del personaje? No, para nada. Pero como consumidores creo que hemos de entender que no todos los productos que nos encontramos son necesariamente para nosotros. Y esto no hace que estén desprovistos de mérito.
Quizá esta sea la puerta de entrada para una nueva generación a la historia imperecedera de Peter Pan. Y, si les gusta lo suficiente, puede que decidan coger la novela y empaparse de veras del maravilloso mundo de J. M. Barrie.
Peter Pan puede conseguirse fácilmente en librerías (y que sea así por mucho tiempo). Una de sus ediciones más hermosas en castellano es la anotada que sacó Akal en 2013, como parte de una preciosa colección de clásicos ilustrados de tapa dura.
Otro más reciente y asequible es la editada por Austral en 2017. También se encuentra fácilmente la de Aliaza Editorial, en pasta blanda, lanzada en 2010.
Finalmente, y si sois de los que les gusta el café espeso, podéis encontrar por internet la edición de Libertarias Prodhufi, original de 1998, y traducida por Leopoldo María Panero.