‘Perdición’, de Jack Ketchum: prepárate para sentir terror con Ray Pye, una mezcla de Elvis con Charles Manson
Perdición es la nueva novela de Jack Ketchum que publica La biblioteca de Carfax, la editorial especializada en terror que se ha propuesto hacernos pasar miedo. Y vaya si lo está consiguiendo.
Perdición es la tercera novela que editan de un escritor prácticamente inédito en nuestro país que no deja de sumar adeptos: Jack Ketchum. Anteriormente publicaron Joyride y La chica de al lado. Dos novelas con las que no podrás echar ojo durante unos días. Dos obras terroríficas que dejan muy claro cómo se las gasta este autor.
En Perdición (originalmente The Lost), conoceremos a Ray Pye, uno de los asesinos más particulares y carismáticos de la factoría Ketchum.
Aviso de SPOILERS
Perdición: no quieras conocer a Ray Pye
Ray Pye es un joven tan carismático como mentiroso que solo quiere destacar. Es un chico guapo. Un malote. Alguien acostumbrado a conseguir lo que se propone. Tiene una banda de música, una ingeniosa verborrea, una sonrisa que le ha robado a Elvis, un Chevy descapotable, una Remington de calibre 22 y una pistola Ladysmith calibre 38.
Un día de verano de 1965 se encontraba con sus amigos, Tim Bess y Jennifer Flitch, fumando, bebiendo y pasando el rato en un camping cerca de un lago. Ray vio a dos chicas desnudas cerca de la orilla. Lisa y Elise, así se llamaban, pensaban que estaban solas. Cuando lo vieron se comenzaron a vestir.
Él se lo dijo a sus amigos y dio por hecho que eran lesbianas. Ray Pye odia a los gays y a las lesbianas. Les propuso matarlas. Tim y Jennifer no se lo acababan de creer, pero Ray Pye lo decía muy en serio. Tan en serio que cogió su Remington y se dirigió hacia ellas.
Lisa y Elise eran dos chicas que hablaban sobre el amor y los hombres cuando llegó Ray Pye y les disparó hasta matarlas. O casi.
Cuatro años más tarde, en 1969, descubriremos como se encuentran Ray Pye, Tim y Jennifer después de lo que ocurrió ese verano. Conoceremos a una gata negra y curiosa, a Ed Anderson y Charlie Schilling, dos detectives con problemas sentimentales, y a dos chicas con las ideas muy claras, Katherine y Sally.
Ray Pye sigue siendo el mismo chico acomplejado que va de duro y que no acepta un no por respuesta. Ray Pye se sigue maquillando un lunar en la mejilla. Sigue vendiendo hierva. Sigue colocando latas chafadas dentro de sus botas de tacón cubano para parecer más alto y se cree aún mejor que antes. Comienza Perdición. Lo que ocurrió en aquella noche de verano de 1965 no será nada comparado a lo que queda por llegar.
Perdición: los terribles años 60
Jack Ketchum escribió la novela en 2001, pero da la sensación de que lo hizo en plenos sixty. Lo describe todo con un detalle y precisión apabullante. En el 69 tenía 23 años. Tuvo que vivir esa época intensamente. Sus descripciones así lo demuestran.
Hablamos del año de Woodstock. Cuando los chicos iban a la guerra de Vietnam. Con Elvis, los Rolling y Dylan sonando a todas horas. El año en el que “La Familia Manson” asesinó a Sharon Tate.
Ketchum tiene todos esos elementos muy en cuenta a la hora de construir su historia.
Como en Joyride, su serial killer es un chico que quiere saber qué se siente a la hora de matar a alguien. Ray Pye ha disparado a ardillas, pero imagina que matar a una persona será diferente.
Ray Pye es, como todos los malotes, un tipo inseguro e influenciable. Alguien con un exceso de ego mal entendido y ausencia total de empatía. Solo se preocupa por él. Por la imagen que da. Solo quiere gustar y si no, asustar. Asustar le da poder. Le gusta sentirse poderoso.
Es un chico de 1’60 al que le gustaría ser más alto. Solo se quita sus botas para follar. En la cama no se nota su altura. Cuida su forma de vestir y se maquilla. Vive en un apartamento del Motel Starlight en el que trabaja con sus padres. Duerme sobre un colchón de agua. Ese es su picadero.
En los años 60 de Marlboro Man, John Wayne y Marlon Brando, la masculinidad tóxica era el referente de cualquier chico. Mientras algunos jóvenes entonaban “haz el amor y no la guerra”, otros muchachos acomplejados y reprimidos se disfrazaban de “hombre”. Se enorgullecían de ser racistas, homófobos y misóginos. Ray Pye era uno de ellos.
Las mujeres de Perdición
En esta novela, Jack Ketchum, maestro de la tensión, consigue mantenerte en vilo en todo momento. De forma pausada pero constante. Después de los rápidos acontecimientos del 65, Ketchum se toma su tiempo para describir a sus personajes, el lugar y el momento en el que se desarrolla la acción.
Puede parecer que se ha perdido, que divaga y no sabe cómo avanzar su historia, pero lo que sucede es todo lo contrario. A Ketchum le gustan sus personajes. Desarrolla de forma maestra las subtramas de cada uno de ellos mientras la tensión sigue creciendo poderosa. No deja que levantes la mirada del libro.
Es muy interesante la construcción de sus personajes femeninos: Jennifer, Katherine y Sally.
Tres chicas muy diferentes, una profundamente enamorada de Ray Pye, otra curiosa como quien ve a un mono en el zoo y otra a la que Ray Pye le parece un personaje patético.
Katherine y Sally son dos chicas libres, valientes y con las ideas muy claras. Hacen gala de esa osadía de juventud que te impide ver el peligro aun teniéndolo delante. Pero son listas y no están sujetas ni necesitan a ningún hombre para cumplir sus objetivos.
Jennifer no es tan así, ella tendrá que aprender, de la peor manera posible, que hay un tipo de amor por el que empezar antes de pasar a otros: el propio. Entre las tres se crearán interesantes y reveladores momentos de sororidad.
Perdición: el terror de lo humano
Jack Ketchum vuelve a hacer lo que mejor se le da, introducirnos el miedo hasta los huesos desde la realidad, desde lo humano. Sus personajes son reales, son de verdad. El autor los construye teniendo en cuenta sus emociones, sus miedos, sus destrezas y sus inseguridades. Los hace conscientes de sus errores, y les da objetivos realistas.
Unos toleran mejor que otros el fracaso, la pérdida y la soledad. Pero es muy fácil empatizar con cualquiera de ellos.
Todos viven la presión de una calma tensa. Los errores del pasado de sus personajes los hace humanos, débiles y realistas. Saben que todo les puede estallar en las manos, pero no saben cómo evitarlo ni están preparados para cuando ocurra. Como le sucede a cualquiera.
La vida da miedo y Jack Ketchum lo sabe. La vida tiene monstruos y Jack Ketchum te los enseña. Te recuerda que existen. Que son como tú. Y que están fuera. En la calle. Esperando.
Saludos furiosos.
Imagen de portada de Rafael Martín Coronel.