‘Mi vacío y yo’: creciendo ante un patio de butacas repleto de miradas
El 9 de septiembre se estrena Mi vacío y yo, la nueva película de Adrián Silvestre. El cineasta español retoma los pasos del aclamado documental Sedimentos (2021). Revisita ese lugar donde se retratan a las identidades trans desde una perspectiva inmersiva y genuina. Poniendo en el centro a Raphi, una mujer trans que se da de bruces con una sociedad heteropatriarcal repleta de prejuicios. Pero también con personas dispuestas a escuchar y compartir.
En 2021, el director Adrián Silvestre estrenó su documental Sedimentos. Con el cual ganó el Premio Arrebato No Ficción en los Premios Feroz. En esta obra, el cineasta explora junto a seis mujeres trans unos paisajes insólitos. Así como las acompaña en su viaje introspectivo hacia su propia identidad. Una visión desde las miradas trans que permite que estas voces sean visibles.
Este viernes 9 de septiembre este grupo de mujeres vuelve a la pantalla. Aunque en este caso, en un formato que desdibuja la línea entre la ficción y la realidad. Llevando a cabo una obra artística inmersiva y meta-artística donde la protagonista es también la propia guionista de su historia.
En Mi vacío y yo, el cineasta se sienta junto a Raphaëlle Pérez para reconstruir sus propias vivencias durante su tránsito. Así como sus experiencias con los hombres que conoció en este tiempo. Algunos, príncipes azules que se convierten en rana cuando ella trata de besarlos.
Este tándem en el guion se ve perfectamente equilibrado con la tercera pata: Carlos Marques-Marcet. Director y guionista de grandes películas como Tierra Firme (2017) o Los días que vendrán (2019). En este caso, la joven francesa Raphi es la que vertebra la historia. Hablando desde su propia mirada. Y visibilizando ciertos aspectos de las identidades trans que quizás no se habían nombrado antes.
París, la ciudad del amor… o de los príncipes azules que se convierten en rana
La capital de Francia se ha denominado durante años “la ciudad del amor”. El romanticismo se respira en sus calles. Las parejas se pasean de la mano bajo una atmósfera de tonos pastel y acordes que emergen de violines. Pero ¿acaso este aire romántico que se respira es para todo el mundo? Love is in the air, pero para ciertas personas, asfixia. Los estereotipos y expectativas que nos han impuesto desde pequeñas sobre el amor romántico son insoportables. Un gran peso que recae en nuestro subconsciente y nos hace buscar algo que no existe. O al menos no para todo el mundo.
En Mi vacío y yo, la audiencia no solo acompaña a una mujer trans en su tránsito y construcción de su identidad. Sino que se encuentra con una sociedad donde las citas y relaciones románticas se presentan sin filtro. Mostrando la cara más cruda y real que tienen que vivir ciertas personas. Los fetiches, el sexo…aspectos que se complican cuando una losa de prejuicios y opresiones cae sobre los hombros de las personas que forman parte del sistema heteropatriarcal. E incluso dentro de los propios colectivos de iguales, donde también hay prejuicios y rechazos.
En este caso, los personajes se desnudan sin tapujos para hablar claramente de lo que les ocurre. Para cuestionar las distintas realidades sin edulcorar ninguna. Para saltar de “la ciudad del amor” a una Barcelona teñida con el mismo halo dañino del mito del amor romántico. Y deconstruirla desde una mirada trans genuina.
Mi vacío y yo: Raphi como eje vertebral de un trabajo colectivo incuestionable
Raphi, interpretada por la actriz y guionista francesa Raphaëlle Pérez es la protagonista del filme. Sin embargo, forma parte de un trabajo colectivo donde las protagonistas de Sedimentos vuelven a aparecer para compartir los testimonios de Raphi. El proyecto real I-Vaginarium es construido en pantalla para mostrar la fuerza e importancia de los grupos de iguales. Sin embargo, el cineasta tiene la habilidad de hacer esto sin reforzar el concepto de gueto que suele rodear al colectivo trans. Dado que junto a las mujeres trans que acompañan a Raphi en su tránsito, también sitúa a otras mujeres cis – compañeras de trabajo y amigas –, que caminan a su lado durante la cinta.
Respecto al proyecto I-Vaginarium, es muy relevante el mostrar dicha realidad en pantalla. En este grupo real pionero, las mujeres trans se reúnen para abordar el tema de la reasignación genital. Tal y como el propio grupo se define: “Este acompañamiento, entre otras cuestiones, se basa en conceptos de salud sexual y sexualidad, con una base feminista y empoderadora de su propia identidad”.
La genitalidad en el colectivo trans es un aspecto que ha sido muy explotado en los productos audiovisuales. Normalmente desde la perspectiva del fetiche y el morbo hacia el colectivo trans. En Mi vacío y yo esto se elimina por completo.
Porque lo más importante es reconocer que cada experiencia es única. Y las identidades no son intercambiables ni homogéneas. Las identidades son heterogéneas y diversas. Y precisamente en compartir dichas peculiaridades y respetarlas, reside la riqueza del ser humano.
Mi vacío y yo: Una obra inmersiva y meta-artística donde se desdibuja la línea entre ficción y realidad
La exploración entre los mundos de ficción y la realidad documental es una tendencia en alza. Con películas recientes como Jusqu’ici tout va (Francesc Cuéllar, 2022) esto se refleja dentro del propio mundo del cine. Con su director como protagonista de la propia cinta. Junto a este filme, se estrenó en el Atlántida Film Fest 2022 el documental Hacia mi nombre (Nicolò Bassetti). Donde también se llevaba a cabo un retrato grupal de personas trans desde una perspectiva personal y subversiva. Donde igualmente se exploran los aspectos más creativos y artísticos de los personajes protagonistas.
Con Mi vacío y yo, la fórmula meta-artística se desarrolla de forma soberbia. Sin ostentación o extravagancias. Sino desde un foco mucho más ligero y sencillo que facilita que la obra sea visionada por cualquier tipo de público. Dada la necesidad de visibilizar distintas realidades, esto es una gran virtud.
Tal y como reflexiona uno de los personajes del filme, la idea de encontrar a una media naranja es una construcción falaz. Que esconde una concepción tóxica sobre las relaciones de pareja. Porque cada persona está completa sin necesidad de nadie. Las demás personas enriquecen nuestras identidades, pero no las completan. Y es nuestro propio vacío, y nosotras mismas, las que conformamos nuestras identidades para que sean reconocidas en la sociedad. Una sociedad que nos mira desde la butaca, mientras la luz de los focos nos ciega sin tener claro hacia donde ir.