‘Merlí: Sapere aude’ y el síndrome de Pol Rubio
Hace unos meses se anunció la cancelación del spin-off de la aclamada Merlí (2015) tras tan solo dos temporadas. Merlí: Sapere aude (2019) se desentendió del espíritu de Merlí nada más pisar Movistar. ¿Por qué? Analizamos las posibles causas.
Nunca olvidaré cuando descubrí Merlí. Tenía ganas de explorar una serie catalana desde hacía tiempo y ya había escuchado hablar de ella a varias personas. Encontré los capítulos en versión original en YouTube y empezó el flechazo.
Para mí, la serie tenía varias cosas que yo veía perdidas en la ficción española del momento: diálogos verosímiles; una atmósfera oxigenada (uso de exteriores); crítica social; explotación más ambiciosa del lenguaje audiovisual y buenos actores adolescentes. Pero, sobre todo, tenía algo que me encantaba: amor por el conocimiento, en este caso, por la filosofía. ¿Qué hay mejor en la vida que entretenerte con una serie y aprender cosas interesantes al mismo tiempo? Apartando todas las series procedimentales policíacas (tremendo nicho), hay muy pocas series que enseñen algo y, mucho menos, una ciencia tan infravalorada en la sociedad actual como la filosofía.
Con Merlí, por primera vez en una serie adolescente, entramos en un aula y también aprendemos. Y, luego, además, vemos cómo este conocimiento afecta a los propios protagonistas y se mezcla con la trama, cosa absolutamente grandiosa. Series como Física o Química (2008) o Compañeros (1998) también tenían cualidades muy buenas como las hemos mencionado anteriormente, pero nunca apostaron por el entretenimiento del conocimiento. Merlí hizo algo realmente revolucionario: llevar una pizca de filosofía a las casas corrientes españolas.
Merlí: Sapere Aude: la comercialización de la esencia
Acabó Merlí y se anunció el spin-off por plataforma privada con Pol Rubio (Carlos Cuevas) como protagonista. Todo el sentido del mundo, Pol era el alumno favorito del profesor protagonista. Pero entonces, sucedió el fandom gay. Y la maldita carpeta Pol-Bruno. Movistar, con sus extrañas estrategias de adaptar contenidos de televisión generalista, pero con ligeros cambios para que los de izquierdas no nos dejemos de suscribir. Y, finalmente, el desastre: Merlí pasó de ser una serie sobre la adolescencia, la vida y la filosofía, a una serie sobre los tejemanejes sentimentales de Pol Rubio (quien, de repente, por cierto, se volvió mucho más gay que bisexual).
Entiendo que las plataformas no tienen ningún deber educacional (aunque sí deberían tener culturales) con respecto a los espectadores, pero fue una gran decepción ver cómo Movistar transformó una serie tan distinta y fresca como esta en una serie juvenil y del montón.
Ignoro los motivos de la cancelación de Merlí. Supongo que algo tuvo que ver con que dejase la serie David Solans, el actor que interpretaba a Bruno, el gran amor de Pol, pero algo me dice que también está un poco relacionado con lo que acabo de relatar. Porque Merlí tenía más fandom aparte del público gay adolescente (aunque nosotros nunca hicimos tantos vídeos en Youtube, la verdad) y el hecho de que la serie se mediocrizara, nos decepcionó mucho.
A pesar de todo, siempre estaré agradecida a su creador, Héctor Lozano, y a TV3 por demostrar que se puede hacer una televisión comercial que también nos haga reflexionar y aprender sobre cosas que no sabemos sin dejar de entretener y divertirnos. Creo que conseguir ese equilibrio por parte de los autores de ficción televisión es difícil pero también es absolutamente necesario para un mejor y más evolucionado modelo de ficción para los espectadores.
Si todavía no habéis hecho este maravilloso viaje por el universo de Merlí, tenéis la serie entera en TV3, en la plataforma de streaming de TVE, Playz y en Filmin.