‘Mendel el de los libros’, de Stefan Zweig: viaje desde lo concreto a lo universal
Hay autores que se empeñan en desarrollar una historia durante páginas y páginas… y más páginas. Hay lectores que se sienten más satisfechos consigo mismos, llenos de vanidad quizá, cuando leen una obra que ronda las mil páginas en lugar de las cien.
No obstante, pese a que las novelas monumentales han sido consideradas, y lo siguen siendo a día de hoy, el canon más inamovible (pensemos en el Moby Dick de Melville, La montaña Mágica de Mann o casi cualquiera de Dostoievski), para mí la dificultad está en los textos breves.
Ser capaz de transmitir verdadera ternura, tristeza y pasión en tan solo un puñado de páginas es ciertamente más complejo, todo tiene que estar más medido, milimétrico casi, para poder producir el efecto deseado en el lector.
Esto es lo que Stefan Zweig, autor desconocido para mí hasta la fecha, consigue hacer en Mendel el de los libros. Novela corta, de tan solo 57 páginas, publicada originariamente en 1929 y que, como casi toda la obra de Zweig en España, puede leerse en nuestro idioma gracias a la editorial Acantilado.
De la aproximación al gran autor austríaco Stefan Zweig
Yo había oído tiros y no sabía por dónde. El incremento de mi actividad lectora en los últimos años me ha llevado a oír y reconocer nombres que para mí no existían. Así, no dejaba yo de ver libros del tal Stefan Zweig en las redes sociales de editoriales, librerías y demás prescriptores de literatura. Mi mente asoció al autor, quizá por la reciente publicación de sus diarios, con la no ficción.
El caso es que recientemente supe que no, que de entre lo mucho, muchísimo, que este autor nos ha legado, la mayoría de sus creaciones son precisamente novelas. Casi al mismo tiempo supe, gracias al podcast El café de Mendel, que había un libro de Zweig que quería leer: Mendel el de los libros.
Se podrán imaginar que el podcast en cuestión se llama así por este relato y que el asunto llamó poderosamente mi atención. El caso es que en pocas semanas me hice con un ejemplar y lo que sucedió cuando lo abrí para leerlo merece un epígrafe aparte en esta historia.
Mendel el de los libros: de las complicaciones de una vida sencilla
Zweig nos presenta a Mendel, poco más que un hombrecillo, ya mayor y enjuto, que se dedica a pasar sus días sentado a la mesa de un café, en el que le dejan estar y consumir sin coste alguno. Mendel tiene dos grandes cualidades. La primera es su memoria prodigiosa, la segunda, una capacidad casi divina para concentrarse. Mientras Mendel lee, en el café Gluck pueden estar de obras, hablando a su alrededor, incluso parloteando sobre él mismo, que a menos que un estruendo le saque del trance, nunca levantará la vista de su libro y, por supuesto, no apreciará que la estancia a su alrededor ha cambiado gracias a la nueva reforma.
A eso es a lo que se dedica Mendel, a leer, a memorizar datos. Es así como, el narrador de esta historia nos cuenta que un día conoció a Mendel porque un amigo lo llevó hasta su mesa del café. Por entonces el joven narrador, del que apenas sabemos nada, estaba haciendo un trabajo de investigación y necesitaba ayuda con la documentación. En tan solo unos minutos, Mendel le dio unas cuantas docenas de títulos. En su memoria, como una Biblioteca Universal, estaban archivados todos los libros (en sus diferentes ediciones) que habían pasado por sus manos o fugazmente por el rabillo de su ojo brillante.
En eso consistía el trabajo de Jakob Mendel, en conseguir libros para otros a módico precio, en recomendar ejemplares sobre tal o cual tema, en ir a recoger otros cuando ya no eran deseados por sus dueños. Así pasaba la vida, sin meterse con nadie, sin leer los periódicos, sin ser consciente del perpetuo avance y retroceso de la sociedad en la que, de forma inevitable e irremediablemente, se hallaba inmerso.
Hasta que estalló la guerra.
Mendel el de los libros: una historia universal
El austríaco se sirve de un personaje inmigrante, ruso, para más inri, afincado en Austria y que nunca ha pedido la nacionalidad austríaca. ¿Por qué? Fácil. Mendel está fuera de eso. Le da igual ser ruso de nacimiento, austríaco oficialmente o de la Conchinchina, él vive ajeno a todo ese alboroto social que, en la mayoría de ocasiones (sí, incluso en estos tiempos nuestros) no es más que ruido. Por eso lo tiene crudo, y todo empieza ir a peor, cuando durante la Primera Guerra Mundial le cazan mandando cartas a países enemigos y le llevan a un campo de concentración.
Ni que decir tiene el contenido de estas cartas era totalmente inocuo: Mendel solo reclamaba la suscripción a una publicación o el envío de ciertos libros que ya había pagado por adelantado.
El final de Mendel es el de muchas vidas. Una persona sola que cae fácilmente en el olvido. En el relato de Zweig se juntan dos personajes que le conocían, que reconstruyen su historia, y que se unen a través del recuerdo del entrañable Mendel. De esta forma, el escritor emplea una historia aparentemente pequeña, la de un hombre entregado fielmente al universo infinito de los libros, para hablarnos sobre lo universal, sobre la guerra, sobre el absurdo de las disputas humanas, sobre un hecho histórico que afectó incluso a aquellos que se mantenían al margen que, como Mendel, nada sabían, ni querían saber, de un conflicto que escapaba a todo control del ciudadano medio.
Conseguir llevarnos de la mano junto a Mendel, que le conozcamos, que nos produzca ternura, que al final de la lectura quedemos devastados, en tan solo 57 páginas, solo puede significar (y, ojo, que no he leído nada más de Zweig, pero pongo la mano en el fuego y no me quemo) que estamos ante un verdadero genio. A veces la grandeza no está en los volúmenes más extensos, en los textos complejos, sino en aquellos a través de sus páginas le llevan a uno a un viaje del que ya no vuelve siendo el mismo.
La conclusión del autor al final de este relato sobre Mendel es el poso que le queda al lector y es justamente lo que sucede con esta historia: un relato para no olvidar jamás.
Mendel, ya para siempre, se paseará junto a todo aquel que se haya aproximado a su historia.