Mariposa: relatos eróticos
Del polvo venimos y al polvo nos dirigimos, aunque no al mismo polvo.
Se me dan mal los principios, pero si empiezo por el final esta historia se entendería bastante menos, así que, ahí vamos.
Estaba en la despedida de solteros de un amigo que pensaba que había encontrado el amor de su vida. La chica ya estaba con otro amor cuando conoció a mi amigo, pero eso no le importó, lo abandonó y mi amigo se alegró mucho por eso.
Siempre he pensado que, si alguien deja a otra persona para irse contigo, te coloca automáticamente en un lugar privilegiado para ser dejado por esa misma persona, pero bueno, igual es que soy muy negativo para este tipo de cosas.
Hay quien cree en el amor verdadero y hay quien cree en las estadísticas, yo soy de lo segundo. Se divorciaron poco después porque la chica volvió a errar en la parte esa de “prometo serte fiel”. No voy a decir que mi amigo se lo mereciera, pero sí lo voy a pensar.
Es curioso, pero habré ido a cinco o seis bodas en mi vida y de estos matrimonios solo quedan las fotos, los regalos y algún que otro niño. Lo peor es que hay algunos individuos que se casan varias veces. No seré yo el que les diga que no se casen, pero hombre, si todas las veces anteriores no te ha ido bien, ¿Qué te hace pensar que con dos hijos de mujeres diferentes y dos manutenciones que pasar la cosa te va a ir mejor en esta?
Como decía antes, estábamos en una despedida de solteros, y gracias a dios no nos habían dejado entrar en una discoteca pija donde uno de los del grupo decía conocer al portero.
El postureo
Esto es muy de aquí del sur, o por lo menos sí es muy común aquí en Sevilla, el “Postureo”. Ir por ahí diciéndole a la gente que conoces al dueño de un bar, o portero de una discoteca, o cualquier mierda por el estilo para darte importancia. Luego llegas al sitio y ves que el supuesto amigo ni lo saluda, ahí acaba el postureo y la credibilidad de este individuo.
Desprovistos de cubatas en las manos nos pusimos nerviosos y entramos en un pub que había en frente de la disco, uno llamado “Buck”, quiero pensar que en referencia a La llamada de la selva del gran Jack London.
El sitio era bastante casposo y oscuro, pero la música era buena, sonaba de fondo algo de los Jethro Tull, no es que sea mi grupo preferido, pero está dentro de lo que considero “música”.
Fuimos a la barra, pedimos y me senté en un taburete con mi copa de Jim Bean, mientras los demás esperaban las largas colas de los baños para empolvarse la nariz. Yo hacía tiempo que había dejado este tipo de colas, no porque no me gustasen, sino porque no me las podía costear. Siempre he tenido claro que si no puedo pagarme algo es mejor no tenerlo.
Antes bebía cualquier porquería que me pusiera borracho, pero ahora solo bebo Guinness y Jim Bean. Una vez conocí a un lituano que me dijo que si bebías bourbon no se tenía resaca, y ahí que me fui. Es mentira, sí que da resaca, una horrible que te arranca las ganas de vivir, pero me acostumbré al sabor.
Otros tiempos
El bar era cutre, pero molaba, tenía un futbolín, una máquina de dardos y estaba lleno de gente que posiblemente eran amigos del portero de la discoteca de en frente. También dejaban fumar dentro, que, aunque ya era ilegal, se ve que al dueño no le importaba, y esto le daba al sitio un rollo noventero casi autentico.
Hace poco hablaba de esto con un amigo. En los bares de antes se podía hacer casi de todo. Recuerdo que cuando yo era chico, mis padres iban a un bar donde incluso se podían tirar las cascaras de las gambas y las servilletas al suelo. Era lo más parecido a un vertedero, pero ahí está el bar, siempre lleno.
De vez en cuando, normalmente cuando las cascaras de gambas te llegaban al pecho, o por lo menos al pecho de un niño pequeño como lo era yo entonces, salía un camarero de detrás de la barra con un cigarro en la boca y una escoba. Arrastraba todo lo que podía hacia una esquina del bar. Echaba un poco de serrín en el suelo y vuelta a empezar.
Esto ocurría en algunos bares de comida, en los de copas casi que te podías poner una raya de cocaína en la barra y hacerte un porro mientras te pedias un ron cola. Eran otros tiempos, no sé si mejores, pero, sí otros.
The Doors y el bourbon
La noche iba bien, es imposible pasártelo mal si tienes dinero para copas, unos dardos y un futbolín. He puesto lo del futbolín y los dardos por quedar bien, pero si tienes dinero para copas es suficiente, lo demás son solo extras.
Recuerdo que hicimos una liga de futbolín con todas las personas del bar y mi equipo fue el primero en ser eliminado. Nunca se me han dado bien los deportes, y menos aún los deportes de equipos, o eso pensaba hasta que jugamos a los dardos, también caí el primero, y jugaba en solitario. En definitiva, no se me dan bien los deportes.
Ya de madrugada se me acercó una chica morena con una camiseta de The Doors y una minifalda de cuadros. Eso de la falda de cuadros es un clásico, pero a mí me sigue gustando este tipo de indumentaria, de hecho, conozco a pocos tíos que no les gusten.
Por cierto, nunca lo he preguntado, pero si a las chicas les pasa lo mismo con los pantalones cortos de cuadros, no pienso vestir otra cosa en mi vida.
Me dijo algo así como que ella también bebía bourbon y que yo le parecía un tipo atractivo. Me gustan las personas directas, pero si esperaba sacar una copa lo llevaba claro.
Tenía muchos tatuajes, piercings, buen cuerpo y muy posiblemente yo le doblaba la edad, pero como vi que el tema de la edad parecía no importarle, seguimos hablando hasta que estábamos en su casa.
Un día de fortuna
La chica no vivía muy lejos del bar, cosa que agradecí porque mi estado era deplorable. No creo que hubiese tenido cuerpo ni ganas de desplazarme mucho más allá. Hay personas que son capaces de coger un avión, dos trenes, un barco y un Uber para echar un polvo, pero yo no estoy entre ellas. No es que no me guste follar, pero creo que es algo que está sobrevalorado.
Entramos en su casa, me informó de que vivía con tres personas más y me llevó a su habitación, me preguntó si quería una copa y respondí yendo al baño a vomitar.
La cosa no había empezado del todo bien. Me lavé la boca con la pasta de dientes de alguien, me limpié las pelotas con la toalla de otro alguien y volví.
Entré en la habitación y sin decir nada le levanté un poco la camiseta y empecé a chuparle las tetas. Tenía un tatuaje chulísimo en esa zona, era una pelea de gallos. No suelo hacer esto, me refiero a ligar, y mucho menos a meterme en el cuarto de alguien que no conozco de casi nada y empezar a chuparle las tetas, pero esa noche era especial. Además la cosa funcionaba a mi favor, la chica estaba infinitamente más buena de lo que yo podría haberlo estado si fuera mujer y tuviese su edad, y eso me hacía sentir muy afortunado.
Condones de más
Luego bajé, la tumbé boca arriba sobre la cama, le quité las bragas y seguí lamiendo todo lo que me dejó. Mientras ella se excitaba, yo empezaba a pensar que realmente no podría ofrecerle mucho más, estaba acabado, los dos últimos Jim Beans sobraban y no había sido consciente hasta ese momento.
Cuando tenía la lengua como un corcho, le pregunté si tenía un condón, fue al ropero, cogió una chaqueta y de uno de los bolsillos sacó tres preservativos. Era una chica optimista, pero no era su día de suerte, era el mío.
Pensaba echarle un gran polvo de cinco minutos. Soy experto en este tipo de polvos, patéticos y rápidos, ese es mi sello. Se me da muy bien preparar el terreno, pero luego soy un desastre en la batalla. De hecho, he tenido muchas más derrotas que victorias. Si fuesen batallas reales ya hace años que hubiese muerto.
Supongo que me cuesta encontrar el equilibrio exacto entre el nivel de alcohol y el nivel de erección, si algo falla en este frágil equilibrio todo se va a la mierda.
Se tumbó boca abajo en la cama y entendí que quería que lo hiciéramos a perrito. Habría que restarle algunos minutos más al polvo, la cosa se iba a quedar en nada.
Le subí la falda de nuevo y empecé a besarle el culo. Creo que se sorprendió, pero me dejó hacer. No fue buena idea, no se puede conocer a una chica en un pub mugriento a las tres de la mañana y acabar chupándole el ojo de Sauron, pero me vine arriba. Supongo que esto es lo que pasa cuando impartes demasiadas clases particulares en Pornhub.
Diosas y mariposas
Me incorporé un poco, me puse el condón y entonces se quitó la camiseta del todo. Tenía una espalda preciosa y llena de tatuajes, pero uno de ellos era muy peculiar, era una crisálida de mariposa de unos colores muy concretos y con la palabra “Spes” integrada.
Un tatuaje que me era conocido. Le pregunté por él, y me dijo que su madre tenía el mismo. Dos preguntas después no existían dudas de quién era su madre, mi prima, una prima que se fue a vivir a un pueblo cerca de Tarragona, y a la que hacía que no veía más de 25 años, aproximadamente la edad que tendría esta chica.
Recordaba bien el tatuaje de mi prima porque fui con ella a hacérselo, y porque no es algo muy común que lleven muchas personas.
Pensé en no decirle nada y acabar con lo que había empezado, pero me sentía mal. Aquí quiero dejar clara una cosa, la sinceridad es absurda. Conozco a muchas más personas que les va mejor mintiendo que a aquellos que son honestas. En definitiva, los humanos no hemos nacido para ser sinceros.
Al final le conté la historia y pareció no importarle mucho, de todas formas decidimos que era mejor dejarlo estar, eso sí, me la chupó y yo se lo agradecí mucho, porque además, era la primera vez que me la chupaban con un piercing en la boca. Tampoco es que sea gran cosa, pero bueno, es una experiencia nueva y algo más que contar. Este sería nuestro gran secreto.
Personas que quizá conozcas
Han pasado varios años y aún no he recibido ninguna amenaza de muerte por parte de mi prima o su marido, que por cierto es militar y seguro que tiene una pistola con la que amenazar a los que intenten algo con su hija, por lo que supongo que el secreto sigue siéndolo.
Hoy me he acordado de esto porque me ha salido en Facebook una foto suya con el típico mensaje de “Personas que quizás conozcas”. Seguro que Facebook sabe algo.
Ya no está tan buena, pero sigue estando mejor que yo. Lo que sí os digo, es que pensar en aquellos momentos me ha hecho sentir bien, como si el tener secretos hiciera que la vida tuviese un poco más de sentido.
A veces pasa que la vida se vuelve tan monótona y aburrida que solo pensar en las “idioteces” que hemos hecho en el pasado nos hacen sentir vivos, es una mierda, pero es verdad, nos tiramos casi toda la vida intentando no acabar siendo personas grises y amargadas, y luego te das cuenta de que poca gente escapa de esta mentira. Por mucho que luches, al final todo se vuelve gris.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado, o no, porque le acabo de enviar una solicitud de amistad.