‘Licorice Pizza’: Cuando el amor vence al sueño americano

Licorice Pizza de Paul Thomas Anderson es un rayo de luz en el panorama cinematográfico actual. El autor en mayúsculas del cine comercial/indie/autoral occidental, con su nueva película nos ha hecho el mejor de los regalos. Nos ha dado esperanza. Nos ha dado aire. Oxígeno. Por fin el cine nos deja respirar y sentir que no hay peligro. Que estamos seguros. Necesitábamos Licorice Pizza, una película llena de amor, sol y verdad.

De la mano de Alana Kane y Gary Valentine viajaremos por nuestros recuerdos. Volveremos a sentir aquel primer amor extraño y difícil de definir. Ese que traicionamos por no entenderlo. Porque nadie nos explicó de qué narices iba eso del amor.

Aprendimos muy pronto a hacer daño, pero muy tarde a amar. Qué difícil es dejarse sentir. Qué difícil es ser honesto con nuestros sentimientos. Abrir la puerta a la verdad y cerrar la puerta al miedo. Al interno y al externo. De todo eso y mucho más nos habla Paul Thomas Anderson en su última película.

Dejarte abrazar por la nostalgia

Cuentan que Paul Thomas Anderson tuvo un amor platónico e imposible. Se enamoró de Donna Rose, su profesora de Arte en el colegio. Licorice Pizza puede ser una forma de devolverle todo ese amor, ya que, su hija, la cantante, músico, y ahora actriz Alana Haim, es la protagonista de la película.

Alana, junto a sus hermanas, que también aparecen en la película, son las componentes de Haim, la exitosa banda indie pop con la que Anderson ha rodado más de un videoclip. La película se desarrolla en el Valle de San Fernando, en Los Ángeles, barrio que comparten tanto ellas como el propio Anderson.

Alana consigue robarnos el corazón con su interpretación. Su naturalidad, desparpajo e inteligencia traspasan la pantalla. Su imagen, de edad indefinida, su sonrisa y la forma en que formula preguntas con su mirada nos revela la aparición de una actriz a la que habrá que seguir los pasos. Una actriz real. Alejada de los cánones actuales e imposibles del cine.

Alana Haim y Cooper Hoffman.
Alana Haim y Cooper Hoffman en Licorice Pizza.

Cooper Hoffman es Gary Valentine, y como Alana, un intérprete que debuta ofreciéndonos otra interpretación cargada de naturalidad y frescura. Da la sensación de que el talento se hereda ya que es hijo del añorado y gran amigo de Anderson, Philip Seymour Hoffman. Cooper también es un actor con un perfil alejado de los cánones, algo que inyecta mucha más realidad al relato.

Ambos son la llave maestra que abre esa puerta hacia la nostalgia que parece haber poseído a Anderson. Esa con la que él nos quiere contagiar y transportar a aquellos momentos llenos de color. Llenos de personajes interesantes y divertidos.

¿Cuándo nos volvimos grises?

Michael Ende fue un visionario. En 1973, el mismo año en el que se desarrolla la película, colocó como antagonistas de su novela Momo, a los hombres grises, personas del futuro que defienden que el arte, la imaginación o incluso dormir, son una pérdida de tiempo. Decidme que no nos estamos convirtiendo en esos hombres grises. ¿Nos os parece la gente cada vez más aburrida? ¿Más parecida? ¿No somos nosotros mismos más aburridos? ¿Qué está ocurriendo con la imaginación, la diversidad y la diferencia? Quién lo sepa que lo ponga en comentarios, porque yo no las encuentro.

Licorice Pizza nos cuenta una historia ambientada en una ciudad llena de contradicciones, Los Ángeles. Una ciudad en la que los deseos de libertad hervían y se enfrentaban a las políticas ultraconservadoras, homófobas, machistas y patrióticas de Nixon. Esa confrontación fue el caldo de cultivo ideal para la aparición de personajes dispares, creativos, sin miedos y particularísimos. Mujeres y hombres que hartos del mundo que les rodeaba, preferían pensar que este se movía alrededor de ellos.

Alana Haim y Cooper Hoffman en Licorice Pizza.
Alana Haim y Cooper Hoffman en Licorice Pizza.

En aquella época aún se creía en el sueño americano. Aún se creía en que si querías algo lo acabarías consiguiendo. En que podrías ser todo lo que quisieras.

Nuestros protagonistas lo creían. Vaya si lo creían.

Licorice Pizza y el sueño americano

Alana Kane y Gary Valentine se gustaron desde el primer momento en el que se conocieron. Aquel día en el que Alana le acercó un espejo a Gary para que se atusara el peinado y salir guapo en la foto del instituto. Pero no fue hasta mucho más tarde que se llegaron a querer. Para eso tuvieron que vivir todo tipo de aventuras, desencuentros, engaños y traiciones. Tuvieron que vivir.

Alana Haim y Cooper Hoffman en Licorice Pizza.
Alana Haim y Cooper Hoffman en Licorice Pizza.

Gary es de esos chicos de 15 años que parece más mayor. Fue una estrella infantil, de segunda, pero estrella. Eso y su juventud le daba la seguridad y osadía necesaria para buscarse la vida y convertirse en quien quería. Desde un vendedor de camas de agua, hasta en empresario de recreativos.

Alana era mayor que él y estaba harta de los análisis y los filtros familiares por los que siempre tenía que pasar. Estaba harta de que la compararan con sus hermanas. Necesitaba encontrarse. A ella misma y su lugar en el mundo. Acompañó a Gary en la mayoría de sus iniciativas empresariales, pero se acababa decepcionando al encontrarse rodeada de niños llenos de sueños. Probó ser actriz y pasó por la política, pero esos mundos también la decepcionaron. Todo el mundo la utilizaba y de alguna forma se aprovechaban de ella con engaños. Todo era mentira. Bueno, todo no. Gary Valentine era de verdad, y la amaba.

Un amor de cine

Alana y Gary se quieren de una forma que hacía mucho tiempo que no veíamos en el cine. Se quieren de verdad. De la forma en la que solo puedes querer cuando compartes con otra persona sucesos prósperos y vicisitudes, cuando compartes sueños, cuando sientes que solo con ella la vida merece la pena ser vivida. Ese amor tan fuerte que duele, que ocupa todos tus pensamientos. Ese amor que solo ves en el cine y que viviste con 15 años.

Siente su libertad, cógele la mano y corre a través de tus mejores y más sinceros recuerdos.

Licorice Pizza
Licorice Pizza.

Paul Thomas Anderson ama el cine. Revisitar su Boogie Nights, Dazed and confused, de Richard Linklater o el cine de John Hughes, podrían ser algunos de los referentes de un director que se ha convertido por su impecable carrera y filmografía, en el referente a seguir y analizar para los nuevos estudiantes de cine en los próximos años. Personajes como los interpretados por Sean Penn, Christine Ebersole, Bradley Cooper, Benny Safdie, Harriet Sansom Harris, Tom Waits o John Michael Higgins, son un ejemplo del sello de un director de cine con películas como Magnolia, Punch-Drunk Love o There Will Be Blood.

Muchos de sus planos referencian a algunas de sus obras favoritas y su maravillosa banda sonora es un agradable paseo por su adolescencia. Por momentos que se quedarían grabados a fuego en su mente y a los que Licorice Pizza rinde homenaje. Momentos tan bellos como los que consigue con su delicada fotografía o como cuando escuchamos el emotivo tema compuesto por Jonny Greenwood.

Anderson comparte por el cine el amor de Alana y Gary. Ese amor que, como un espejo, te devuelve el reflejo de quien realmente eres. El mismo amor con el que se ha hecho Licorice Pizza.

Saludos furiosos.

P.D: ¿Os habéis fijado en quién hacía de Herman Munster?