Las maravillosas bodas
Me encanta que un amigo que hace años que no veo, me mande una invitación a su boda con una señorita a la que no conozco, y que dentro del sobre venga una tarjeta con un número de cuenta. Me encantan las bodas.
Cuando la invitación a tu boda sigue el modelo de la agencia tributaria o de tráfico, uno debe de saber que no va por buen camino, pero no es así, los cabrones te la mandan y todavía esperan que estés agradecido.
La última boda a la que fui me costó 120 euros. Con eso vivo yo dos reencarnaciones. Nos pusieron de primer plato carpaccio de gamba. Si alguien no sabe lo que es, ya se lo explico yo. Eso significa que para 100 comensales hay una gamba, esta se corta en láminas con un láser y sobra gamba para un fumet.
Mi última boda
Si lo del carpaccio era para llorar, lo del jamón era para hacer la ola. Sacaron un jamón, cortaron seis platos, y se lo llevaron a otra boda, o al maletero del coche de los novios. No tengo ni idea de lo que pasó con él, más allá de que en esa boda ya no estaba.
Me gustaría saber, si realmente existe una empresa que alquila jamones, porque la idea, aunque cutre, me parece cojonuda. Cuando pagas 120 euros y te levantas de una mesa con más hambre que cuando te has sentado, te sientes estafado. En realidad, no es un sentimiento, es una certeza.
Hay muchas cosas que no entiendo de este mundillo de las bodas. Tengo un conocido que se casó porque quería que su abuela lo viera casado antes de morir. Una razón de lo más lógica para casarse. Había tanto amor en esa pareja, que la pobre abuela lo vio casado y divorciado en menos de un año. La mujer sigue viva, como no se dé prisa en “irse”, se come dos bodas y dos separaciones más.
En algunas bodas, no tienen bastante con que les pagues el cubierto, que también quieren para el espectáculo de la iglesia, el convite, la luna de miel, el coche, la casa, el alquiler del jamón y la manutención del niño los tres primeros años. Por esa razón, hacen el numerito cutre de cortarse la liga y la corbata para sacar más dinero. El día que yo me case, en vez de una corbata, me pongo una bufanda como la de Lenny kravitz. A estos cabrones los arruino yo.
Tengo un amigo…
Tengo un amigo que dice que se va a casar, no porque quiera hacerlo, sino para recuperar todo el dinero invertido en las otras bodas. Eso si es una buena razón, aplaudo esa sensatez.
Hay muchas situaciones ridículas y grotescas en una boda, pero nada como cuando los novios se vuelven de la Cosa nostra, y van mesa por mesa saludando, mientras reciben sobres con dinero.
Yo una vez di un sobre en blanco con un “sigue buscando” en su interior. Me pareció gracioso, pero con el dinero no se juega. Después me enteré que, los que sí dan dinero, que son todos los demás, sí que ponen su nombre en el sobre para que sepan de su aportación “voluntaria”. Por lo que sólo había que tirar de lista de invitados para saber quién era el miserable hijo de puta que dio ese sobre en blanco. Yo.
Recuerdo que, antes del convite y de sacar la gamba para los 100 comensales, nos dieron bengalas encendidas para recibir a los novios en su entrada triunfal en el salón. Esto es algo super original (sarcasmo), nadie pensó en la cantidad de laca y gomina que ese día se concentra en un mismo lugar.
A una señora se le que quemó parte del moño, pero tuvimos suerte, porque era la mujer más bajita de la boda, si llega a ser de la estatura media, podría haber hecho que se propagase por los demás moños. Digamos que fue la corta fuego de la boda. Desde aquí mi máxima admiración a esa señora. La pobre se llevó un sofocón interesante, dudo que vuelva a empuñar o a ponerse al lado de una bengala.
Bodas + caballos + alcohol
En otra, los novios llegaron a la iglesia montados en un coche de caballo, otro clásico cutre. El caballo, mientras los novios bajaban, levantó la cola y dejo caer las bolas esas de pajas a las que no se puede llamar mierda, pero que se le parecen. Por un momento me dio envidia que pudiera expresar lo que pensaba de todo aquello de esa forma tan espontánea y directa. La gente aplaudía a los novios, yo al caballo.
Normalmente suelo beber poco, pero en las bodas me vuelvo un vikingo, me tienen que separar de la barra con un palo, y es que, sé que la mitad de las botellas que hay en el bar las he pagado yo con mis 120 pavos.
- Hola, me pones 12 chupitos de tequila y tres botellas de ron con cola.
El objetivo, es recuperar el dinero lo antes posible y para eso hay que beber a morir.
A las tres de la mañana sacaron un tentempié. Unas mini hamburguesas del tamaño del botón de un abrigo, algo super moderno. Nadie se ha dado cuenta de esto, la comida moderna, no es más que una miniatura de la comida real. Supongo que sacaron estos manjares por vergüenza de tenernos sin comer desde que llegamos. La misión de un tentempié es mantenerte en pie, pero a esa hora ya era tarde para mí, ya había recuperado mi dinero.
A las siete de la mañana, sí que me comí unos churros con chocolate. Aún tengo mis dudas si los churros formaban parte del convite, o los estaban vendiendo, yo por si acaso, los pedí, no los pagué y me escondí entre la multitud.
‘Sigue buscando’
Hablando de bebidas, una vez en una entrevista de trabajo el director de recursos humanos me preguntó si bebía alcohol mientras trabajaba. Yo le respondí que no, pero que me gustaría saber si alguien había respondido que sí a esta respuesta con anterioridad. Nunca me llamaron.
Me encantaría que alguien se plantara en la entrevista y le dijese que bebe, fuma porros y esnifa pegamento mientras trabaja. El tema de las entrevistas de trabajos es algo digno de estudio, lo dejo pendiente.
Recuerdo que, en una boda, le pedí al novio uno de los sobres con dinero para pagar las marcas de las bebidas que no estaban dentro de la barra libre. Me jode que encima de pagar una pasta, tenga que beber lo que les salga de los huevos a los novios. El novio se lo tomo a broma, pero no lo era. De todas formas, seguro que me da un sobre y dentro solo hay un papelito con un “sigue buscando”.
Hay que reconocer que el tema de las bodas como negocio es redondo.
La boda, my best business
Vais a comer lo que nosotros queramos, en el restaurante que elijamos y nos vamos a ir de viaje a un lugar bonito y caro. Pero tranquilos, no os preocupéis, ya iremos colgando fotos en Facebook para que veáis todo lo que se puede hacer con vuestro dinero.
Lo del tema de las iglesias, ya es para ir a mear y no echar gota.
Los novios lo único que pueden elegir en la iglesia el día de su boda, y después de hablarlo con los invitados, es el arroz que se tira, si Bomba o Basmati. Todo lo demás está acotado por la iglesia. Que tu primo es fotógrafo del National Geographic y os quiere hacer el reportaje de fotos gratis. Pues no, porque la iglesia pone su propio fotógrafo, el de siempre, uno con pantalón color caqui, gafas de pasta, que hace las fotos de un solo ángulo y color sepia.
Que tú te dedicas a importar tulipanes de Holanda, pues muy bien. Pero la iglesia ya tiene su propia floristería, y las flores que pegan en tu boda, son las rosas blancas que vende Manuel, que curiosamente es el hermano mayor de la cofradía del barrio.
Que tu tío es pianista profesional, se ha recorrido el mundo entero dando conciertos y quiere tocar en tu boda. Pues mejor aún, así podrá descansar los dedos ese día, mientras el pianista de la iglesia, uno que ensaya con el mini órgano Casio, toca su repertorio.
El equipo oficial obligatorio de las iglesias no suele ser barato, pero qué más da, si lo pagan los invitados.
Ahora está muy de moda eso de poner un fotomatón en las celebraciones. Eso está bien para el cumpleaños de chavales, pero para una boda con barra libre, yo no lo veo factible. A la primera de cambio, ya te estás haciendo fotos con una nariz roja de payaso en la polla y una peluca en el culo, o lo que es peor, las gafas y un bigote en el palote (todo un clásico) y la nariz de payaso en el culo.
Al día siguiente, cuando cuelgan todas las fotos del fotomatón en una red social, y ves a la recién casada con la nariz de payaso puesta, o a la abuela del novio con la peluca y el bigote, te entran arcadas y remordimientos.
Sanidad debería de prohibir este tipo de empresas en las bodas, de no ser así, debería de asegurarse de que después de cada evento, desinfecten todos los materiales sumergiéndolos en lava.
Las charangas y los tunos
También está de moda contratar una charanga. Yo me enteré cuando vi las fotos. No recuerdo haberlos visto, pero había fotos en las que salía un tío con mi cara y una nariz de payaso puesta (qué asco) intentando quitarle el trombón al de la banda. Al final se ve que lo conseguí, porque hay fotos en las que salgo con el trombón.
No tengo nada en contra de la gente que se casa, por mi lo pueden seguir haciendo, pero agradecería que no me “invitaran”. Me sentiría mucho más menos pobre si lo hicieran. Extendería este no querer ser invitado, a comuniones, bautizos y demás historias que me cuestan dinero y me hacen tener que pedir un traje prestado.
Creo que, sin saberlo, y ahora tirando de memoria, siempre he pensado igual de este tipo de reuniones. En mi comunión, mis padres me dieron a elegir, un ordenador o una fiesta con todos mis amiguitos y primos. Me vendieron tan bien la fiesta, que elegí el ordenador. Si mis amiguitos y primos me querían ver, ya sabían dónde encontrarme, en mi cuarto con mi super ordenador.
Me compraron el ordenador, pero evidentemente, se hizo también la fiesta. Ahí es donde uno se empieza enterar que hay que quedar bien con los demás, sí o sí, aunque no se quiera, y eso vale dinero. En este caso el de mis padres. Supongo que los pobres solo intentaban ahorrarse la compra del ordenador, pero les salió la jugada mal. Ahora que lo pienso, siento algo de pena por ellos, si pudiese volver al pasado, volvería a pedir mi ordenador.