‘La vida sexual de las universitarias’: una serie de apariencia feminista (y nada más)
La vida sexual de las universitarias se estrenó recientemente en HBO Max. Una serie estadounidense creada por Mindy Kaling y Justin Noble. En su afán de crear una serie feminista, se vuelve a mercantilizar el movimiento sin ninguna proyección esperanzadora.
El pensamiento feminista más afín al movimiento de liberación sexual de los 70-80 se ha convertido en capital. La circulación de estas ideas en el sistema capitalista ha sido notoria en el ámbito audiovisual. Con series como Sex Education (Netflix, 2019) o Euphoria (HBO, 2019), este pensamiento se traslada de forma correcta al universo adolescente. Se lleva a cabo una representación feminista y diversa desde distintas perspectivas. Con La vida sexual de las universitarias, se vuelve a recaer en los mismos clichés que trata de desmontar. Otra pieza que encaja en el sistema y pasa desapercibida.
La joven lesbiana que no puede salir del armario
Una frase que suena tan mal como la connotación que arrastra. El cliché de la persona homosexual que debe hacerse pasar por heterosexual es anacrónico. Algo que incrementa cuando situamos a esta persona en una clase social alta que la presiona a cumplir con patrones normativos. Y ese es el papel de la protagonista Leighton, interpretada por Reneé Rapp.
La joven blanca de clase alta cumple el rol de la antipática y engreída que odia a todo el mundo. Algo que cobra sentido al descubrir que está escondiendo su orientación sexual. Este cliché además no es desmontado con la evolución de la serie. El arco narrativo de la protagonista avanza lentamente e incluso se estanca en algunas ocasiones. Porque el miedo a decir realmente quién es, puede ser explotado para producir varias temporadas.
Existe una intencionalidad evidente de dar visibilidad al colectivo LGBTIQ+. Sin embargo, los resultados son nefastos. Incluso el personaje homosexual secundario perpetúa estereotipos. El hombre abiertamente homosexual, y de expresión sexual femenina – según establece el sistema normativo -. Frente a la mujer lesbiana que oculta su orientación e incluso rechaza ciertas identidades y expresiones de género. Dejando de lado además, otras identidades de género como la de las personas trans.
La cómica india cuya libertad sexual provoca una situación de acoso
La libertad sexual es contaminada por el intercambio mercantil. La protagonista Bela (Amrit Kaur), de nacionalidad india, encarna el personaje más polémico. Su sueño es ser cómica, y es muy buena escribiendo. Para llegar a ser alguien en este mundo, debe trabajar y publicar en un grupo universitario. Es difícil entrar en dicha sociedad. Sociedad abiertamente machista que solo tiene una mujer en su plantilla, y duda que pueda incluir a alguna más.
Para conseguir entrar, Bela tiene una idea. Hacer un trueque: ella ofrece sexo a cambio de que la acepten. ¿Manda esto el mensaje de que una mujer solo puede conseguir un puesto de trabajo a cambio de sexo? Claramente es una representación turbia y peligrosa sobre el tema.
Desde dentro, Bela trata de desmantelar el sistema patriarcal que lo rige. Sin embargo, esto provoca una terrible situación de acoso sexual. Acoso que además parece detonado por su actitud inicial. Algo que recuerda a la estereotípica y humillante frase: “si ya lo hiciste una vez, qué más te da hacerlo otra vez”.
En contraposición, la situación de acoso sí se representa desde un prisma esperanzador. Se pone en valor el concepto de sororidad y la importancia de alzar la voz. Voz que probablemente ayude a otras que estaban en la sombra, a atreverse a salir a la luz.
La estudiante de clase baja enamorada del chico mayor de clase alta
Kimberly, interpretada de forma sobresaliente por Pauline Chalamet, también encarna una miscelánea de estereotipos. Una joven de clase baja que debe trabajar para poder pagarse los estudios. En su trabajo, tiene un compañero de etnia negra. La presentación es nefasta. Como consecuencia de su baja clase social y por lo tanto supuesta falta de cultura, Kimberly se dirige hacia Canaan de forma racista.
Junto a este peligroso cliché, se une la del mito romántico. Ella es la única que llega a la Universidad con pareja. Novio con el que nunca ha tenido relaciones sexuales. La primera vez que tienen sexo, él la deja. Ella se queda echa pedazos. Sin embargo, esta tristeza desaparece cuando conoce a Nico. El hermano mayor de Leighton y, por lo tanto, mayor que ella. En este caso, se intuye una reivindicación de la sexualidad de la mujer. Algo que queda nublado por la perpetuación del mito romántico y la dependencia emocional.
La joven negra que se enamora de su entrenador blanco
Finalmente, se incluye en el reparto a Whitney (Alyah Chanelle Scott). Este personaje aparentemente rompe ciertos moldes. Es una de las mejores jugadoras del equipo de fútbol. Una joven segura de sí misma. Pero, enamorada de su entrenador. Con una gran diferencia de edad, mantienen una relación afectivo-sexual que en cierto momento se rompe.
En este caso, ella es dueña de sus propias decisiones y desmantela el mito romántico. Un personaje con tintes feministas que detenta su propio arco narrativo. Sin embargo, todo se queda en eso. No hay una transgresión significativa en la representación. Sigue siendo la joven negra heteronormativa. La cual, además, finalmente solo puede encontrar su hueco en el grupo de su misma etnia. Una construcción interesante donde se hace referencia a la interseccionalidad de categorías y el compartir las mismas luchas. Pero que corre el peligro de recaer en el cliché del gueto. Del colectivo que solo puede crecer entre personas de su misma identidad. Integrado, pero al mismo tiempo excluido del resto de la sociedad.
La diversidad funcional y la sexualidad, desafortunadamente en un papel secundario
Uno de los personajes más interesantes es el de Jocelyn (Lauren Spencer). Una joven con diversidad funcional que explora su sexualidad libremente. Esta representación conjunta de ambos aspectos es exquisita. Desafortunadamente, es un personaje secundario sin gran relevancia dentro de la trama.
De este modo, la serie de televisión presenta diversos matices que podrían construir un buen producto. Pero todo lo relevante se desplaza a los márgenes. A lo anecdótico o secundario. Perpetuando así la heteronormatividad y el sistema binario, donde todo es o blanco o negro. Sin cabida para los matices o degradados.
Con cuatro mujeres protagonistas, la inclusión de la interseccionalidad de categorías y transgresión de lo normativo era tarea sencilla. ¿Por qué Jocelyn no podía ser uno de los personajes principales? ¿Por qué ninguna de las protagonistas podía ser una mujer trans? Y entre estas, surgen múltiples cuestiones sobre la escasa representación feminista. Una trama potencialmente rica para albergar una perspectiva de género diversa que, de nuevo, se queda en lo superficial y estereotípico.