‘La vida era eso’, una película sobre ellas y para ellas
La vida era eso que el cineasta David Martín de los Santos ha trasladado de forma exquisita a la gran pantalla. Con el imprescindible trabajo de Petra Martínez y Anna Castillo encarnando a dos mujeres que encuentran en sus diferencias, el mejor de los regalos.
La mujer y el envejecimiento en pantalla
La representación de la mujer en pantalla es un tema que, desde la consolidación de la Teoría Fílmica Feminista en los años 70, se ha situado en el foco de crítica y análisis de diversas investigaciones y prácticas. No obstante, todavía queda mucho recorrido por avanzar para mejorar la imagen de las mujeres en el ámbito audiovisual.
Dentro del colectivo, uno de los más damnificados ha sido el perteneciente al sector de edad avanzada. Como bien explican en el libro coordinado por Virginia Guarinos La isla etaria. Tercera edad y medios de comunicación, el colectivo etario de más de 65 años ha estado en gran parte invisibilizado en pantalla.
Con series como Grace y Frankie (Netflix, 2015) el foco se traslada para iluminar a dos mujeres de la tercera edad. Protagonistas incuestionables de una comedia mainstream estadounidense.
Otras películas como La cama (Mónica Lairana, 2018), aunque ha estado destinada a un público más reducido, destaca por su brillante representación de la sexualidad de una pareja de la tercera edad.
Recientemente, con películas como Salir del ropero (Ángeles Reiné, 2019) se ha abordado también en el cine español la interseccionalidad de categorías con la aparición de dos mujeres de más de 65 años lesbianas como protagonistas del filme. Pero es con el estreno de La vida era eso, ya proyectada anteriormente en el Festival de Cine Europeo de Sevilla 2020 y ganadora del Premio ASECAN a Mejor Película, cuando se realiza un giro narrativo en la representación de la mujer y el envejecimiento desde una perspectiva genuina y refrescante.
La vida era eso: Un encuentro fortuito determinante
La película narra la historia de dos mujeres españolas migrantes que se conocen en la habitación de un hospital en Bélgica, María (Petra Martínez) y Verónica (Anna Castillo).
La joven e indómita Verónica hace tambalear todos los pilares de la vida de María, mujer casada, madre y abuela. El salto generacional que las separa se convierte en el motor detonante de una hermosa relación entre ambas. Especialmente, de una fuerte relación de María consigo misma.
Un acontecimiento repentino hace que María emprenda un viaje a la tierra natal de Verónica, Almería, dejando atrás a su familia y sin dar explicaciones. Con tan solo una mochila a cuestas, y muchas preguntas por responder, la protagonista emprende un viaje que no solo tiene lugar de forma física, sino que también se traslada al viaje más importante de su vida. Aquel que realiza con ella misma hacia el punto álgido donde se llegará a conocer como nunca lo había hecho.
El viaje de la heroína tan característico de los cuentos y estructuras narrativas clásicas se ve finalmente encarnado por una mujer de la tercera edad sin filtros. Ella es la dueña de sus propias decisiones y sexualidad y posee un arco narrativo muy rico y completo. Su evolución se hace evidente incluso a través de su sonrisa.
El viaje de la heroína, destino Almería
Con su ópera prima, el cineasta David Martín de los Santos no solo destaca por su perspectiva de género y construcción redonda de los personajes, sino que además aporta una estética visual espléndida.
A través de los paisajes más áridos de Almería, junto a las playas más hermosas, el cineasta y la dirección de fotografía regalan unas imágenes de calidad sobresaliente construyendo una obra audiovisual completa a todos los niveles.
Con Almería como escenografía, la heroína María va adentrándose de lleno en su viaje más introspectivo. La actriz Petra Martínez lleva a cabo un trabajo soberbio de interpretación, dejándose llevar por el ritmo del propio relato, y encajando a la perfección con un personaje que parece hecho a su medida. Interpretación que además se ha visto merecidamente premiada con el galardón a Mejor Actriz en el Festival de Cine Europeo de Sevilla 2020.
Junto a este cóctel cinematográfico de fotografía, escenografía y personajes, la película esboza una atmósfera intimista y sencilla que transmite la sensación de estar compartiendo con la protagonista todas sus vivencias.
La naturalidad del relato se percibe además de forma evidente con el recurso del humor sutil y espontáneo. Haciendo pasar a la audiencia de la risa al llanto en pocos segundos, transmitiendo así la esencia de la vida. Porque la vida no era solo ser ama de casa, ni ser madre o abuela. La vida era eso que un atardecer en la playa te regala. Esa sensación poética que el degradado de colores rosáceos y violetas sobre el azul del mar transmiten durante el ocaso.
La vida era viajar, cruzarte con personas desconocidas que te regalan momentos e instantes que conforman el relato vital. Porque la vida no es solo poner el foco en el punto de giro y el conflicto de la trama, sino deleitarse con lo más simple y cotidiano. Con aquello que pasa desapercibido.
La vida era eso, un presente incuestionable
En la sociedad capitalista actual, donde todo está condicionado por las prisas y lo instantáneo, una película como La vida era eso se convierte en un presente incuestionable. Presente como regalo y como instante presente que nos hace abstraernos de todo el pasado y el futuro. Tal y como la propia protagonista aprende a hacer en el filme.
A lo largo de la historia cinematográfica, las mujeres, y en particular aquellas de cierto sector etario, han sido relegadas a papeles prescindibles o incluso invisibles, pero con el debut de David Martín de los Santos encontramos una película sobre ellas y para ellas. Donde el amor propio y el crecimiento personal se convierten en pieza angular de la obra y motivo de su éxito.