‘La reina del pueblo’: un Berlanga moderno que nos hará volver a las verbenas
El creador de El vecino y El fin de la comedia, Raúl Navarro, escribe y dirige La reina del pueblo. Una vuelta a las verbenas, tradiciones e idiosincrasia de los pueblos, desde una mirada tierna y sencilla al estilo Berlanga, pero trasladada a la actualidad.
Cuando me puse a ver La reina del pueblo, reconozco que esperaba algo de la comedia brillante que fue en su día El fin de la comedia. No encontré eso, encontré algo diferente. Una especie de sueño de verano berlanguiano y algo que hace mucho tiempo que no veo en televisión: una buena verbena de pueblo.
Apuntada a la fiesta, empecé a conocer a los diferentes personajes de este universo. Personajes que quizá tiran mucho del estereotipo, pero muy luminosos y llenos de verdad.
Desde el claramente berlanguiano Pregonero (Raúl Cimas), pasando por la diva que ya no diva, Estrella Bernal (Melani Olivares), hasta el inmaduro alcalde del pueblo, Diego (Roberto Álamo), y su cobarde primo, José Luis (Alberto Casado).
A estos personajes, tan propios del esperpento, se les unen otros más modernos (aún, tristemente), como la instagramer Nicole (Cristina Colom), el chico bisexual Javi (Omar Banana) o la feminista Zaida (Helena Ezquerro).
Sin embargo, la protagonista es la que marca el tono y conquista al espectador. El personaje de Inma (Lucía Caraballo) representa la pureza, ternura y alegría que tanto transmitían las comedias negras de Azcona.
En el pueblo de Polvareda, se mezclan pósters de Sonia y Selena con los de Soy Cardo. La rumba popera de Estopa con el trap latino de Nathy Peluso y los trajes regionales con camisas estampadas y maquillaje al estilo Zahara.
Es decir, la ranciedad de las fiestas de pueblo. Los ecos de época dorada que ya pasó (con la mención de nombres de la cultura popular de los 2000 como Cantores de Hispális, Chiqui de Gran hermano, Silvia Jato o Fran Perea) pero desde un mundo ahora dominado por los audios de voz, las capturas de pantallas, las videollamadas, las redes sociales, Tinder, los “carnets feministas” y el correccionismo político.
La reina del pueblo: una serie contemplativa
Todo esto está muy bien fusionado. El trabajo de puesta en escena, iluminación y vestuario dotan a la historia de un casi realismo mágico que refuerza esta atmósfera rara pero entrañable. Aunque no es innovadora, visualmente es muy placentera.
Sin embargo, hay que tener claro que La reina del pueblo no es comedia de chistes. Es más una comedia de ideas, de situaciones y de personajes. Tampoco es una serie de trama. La historia es muy previsible, es sencilla, sin grandes giros. Realmente para apreciar la belleza de esta serie, hay que alejarse y contemplar. Aquí no hay acertijos que resolver, lo que quizá la hace poco atractiva para un público más comercial.
La reina del pueblo es una modesta pero viva comedia que nos mete en la particular vida de los pueblos y nos envuelve en su extraña magia, a través de su brillo, color y protagonistas.
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