‘La familia perfecta’: romper las cadenas del patriarcado
Cuatro años después del estreno de la exitosa Carmen y Lola, Arantxa Echevarría aborda las relaciones y los clichés más canónicos que las condicionan en La familia perfecta. A pesar del comienzo más estereotípico, el giro narrativo pone bocabajo tanto a los personajes como a la audiencia con un discurso diferente.
La cineasta española lleva a la pantalla la historia de dos familias, aparentemente de mundos muy diferentes. Mundos que chocan de forma abrupta e inesperada cuando hijo e hija de respectivas familias, deciden casarse.
La coctelera de los estereotipos
El filme de Echevarría puede dividirse en dos bloques. El primer bloque funciona como una coctelera donde la directora vierte los estereotipos más llamativos y los mezcla dando como resultado una historia basada en clichés. La familia blanca y rica cuyo hijo quiere casarse con la hija de una familia de clase baja.
En primer lugar, llama la atención cómo una directora cuya película Carmen y Lola (2018) buscaba dar visibilidad al colectivo gitano, lleva a cabo una representación tan pobre de los colectivos vulnerables.
Vuelve a contar con Carolina Yuste para el papel de la novia, Sara, José Coronado interpreta al padre y Pepa Aniorte a la madre. Lalo Tenorio (el hermano de Sara) encarna el cliché del inculto que ni siquiera sabe sumar dos más dos, siendo este uno de los detonantes más básicos para la carcajada vacía.
En este sentido, de forma transversal se utilizan los clichés y los estereotipos más evidentes como base para el humor. Algo que ya hicieron otras comedias como Es por tu bien (Carlos Therón, 2017) o Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? (Philipp de Chauveron, 2014).
Uno de los rasgos más explotados es la clase social. Mientras la familia de Pablo es de clase alta, la de Sara es de un barrio menos enriquecido. Dentro de la representación de la familia de Pablo, se recogen clichés como la limpiadora asiática y el marido que no sabe ni siquiera abrir el microondas.
En esta línea, el argumento gira en torno al rechazo de Lucía y su marido hacia la familia de Sara, que al ser de clase baja parecen no encajar en el mundo burgués de Lucía.
El punto de giro hacia los monólogos feministas
Sin embargo, este abanico de estereotipos se expone para llevar a cabo una crítica interseccional – de clase y género -, hacia la sociedad patriarcal que los fomenta. Aunque desde un enfoque no demasiado acertado, y con un humor fácil, la segunda parte del filme da una vuelta de tuerca.
La crítica hacia los estereotipos se presenta desde la figura de las dos mujeres que aparentemente no parecían protagonistas. Lucía, interpretada por Belén Rueda, y Amparo, encarnada por una divertida y potente Pepa Aniorte. Ambas madres se ven enfrentadas por un hombre, algo muy típico de las películas donde se fomenta el mito del amor romántico y la dependencia de la mujer de un hombre.
No obstante, la evolución del arco narrativo de las dos mujeres, siendo Lucía la mayor protagonista, está perfectamente construido. Dentro de esta construcción y en la línea más canónica, es destacable cómo incluso la cineasta recurre al cliché de la mujer que se corta el pelo para mostrar un cambio de vida empoderante. Algo que se encuentra en películas como la estadounidense Joy (David O.Rusell, 2015), las series españolas Madres. Amor y vida (Mediaset, 2020) y Vida perfecta (Movistar+, 2019), y una larga lista de producciones que han perpetuado esta imagen a lo largo de la historia.
No obstante, destacan dos monólogos desde la voz de Lucía y Amparo que verbalizan ciertas ideas que el movimiento feminista promulga. Interpretaciones sobresalientes por parte de Belén Rueda y Pepa Aniorte, alzando la voz ante las imposiciones del patriarcado.
Ambas suben los brazos para quebrantar las cadenas que las aprisionan. Aquellas que imponen cómo debe comportarse una mujer de clase alta, y cómo hacerlo ante otra de clase baja. Aquellas que imponen qué tipo de trabajos deben ostentar las mujeres y dónde está su lugar en la sociedad. Como resultado, dos soliloquios potentes que ponen los vellos de punta de la audiencia. Dos discursos llenos de mensajes feministas que construyen a dos mujeres seguras de sí mismas y cansadas de estar en silencio.
Un mensaje feminista perdido en una comedia de clichés
A pesar del subtexto feminista y reivindicativo, este queda difuminado bajo el manto del humor fácil. Un humor provocado por los clichés más connotados.
Connotaciones que, aunque busquen la crítica, perpetúan los estereotipos más arraigados en la sociedad heteropatriarcal. Con representaciones muy banales y personajes canónicos. Un filme que podría haber sido mucho más transgresor incluso en su forma de hacer humor, que queda relegado a una comedia española más.
La familia perfecta, esa institución establecida que debe cumplir ciertos patrones se ve desestabilizada por el despertar de las mujeres de mediana edad. Mujeres que parecían sumidas en el silencio, alzan la voz para reivindicar su lugar y ser felices. Sin perfección, y sin perseguir un modelo de familia ejemplar y normativo. Porque no existe la mujer perfecta, y ni siquiera la figura de la mujer, sino que hay miles de mujeres genuinas. Del mismo modo que tampoco existe la familia perfecta.