‘La asistenta’: cómo ser una mujer (pobre) y no morir en el intento
Hay estrenos que entran en Netflix como un elefante en una cacharrería. Se anuncian a bombo y platillo y urgen a las audiencias saturadas de contenidos que sean vistos con prontitud, como si caducasen si no son visionados en pocos días. De la serie que te hablo hoy nada tiene que ver con un consumo de empacho. La asistenta (Maid) es una deliciosa serie de 10 episodios que puedes ir degustando a ricos (y a veces amargos) bocados de realidad.
La asistenta: una de las mejores series del año
La asistenta (Maid, en su título original) es uno de los últimos estrenos de Netflix. Después de semanas sin encontrar una nueva serie por la que decantarme, esta delicia producida por la propia plataforma se ha colado en mi top five de mejores series de 2021.
Es un drama realista con un fuerte componente social. Así lo han catalogado en diferentes medios especializados. Y es cierto. Estamos ante un drama desgarrador. Pero si eres de las que huyen de dramones lacrimógenos, no deberías hacerlo de La asistenta, ya que esta serie tiene las dosis justas de cada cosa.
Es un drama vital, de eso no hay duda, pero está bañado por una película de esperanza y optimismo que no te abandona desde los primeros minutos. A ratos encontramos misterio, comedia, terror, musical e incluso realismo mágico y cierta fantasía… Todo está medido al detalle para cocinar un postre con los ingredientes justos y necesarios.
Cuando solo puedes seguir adelante
Esta serie tiene una protagonista omnipresente que lleva el peso de toda la trama principal. Se trata de Alex, interpretada por la excelente actriz Margaret Qualley, una mujer de veintipocos con talento para la escritura que conoce a un embaucador Sean (Nick Robinson). Después de los coqueteos de rigor, comienzan una relación aparentemente idílica que, poco a poco, se va transformando en una historia de abuso.
La telaraña que teje Sean a su alrededor es cada vez más fuerte. Nace la dulce Maddy, y Alex se queda en casa para cuidarla mientras Sean lleva el peso económico de la relación. Ella está cada vez más aislada y es más dependiente de un Sean ‘aficionado’ a la bebida que se muestra agresivo y roza los límites del maltrato físico, habiendo rebasado ya con creces los del psicológico.
Una noche las cosas se ponen más feas de lo normal y Alex abandona la casa prefabricada que comparten. Lo hace en medio de la noche, sin un duro en el bolsillo y con Maddy en brazos. Ha llegado el momento de no volver a mirar atrás.
Una huida hacia ninguna parte
Alex no mantiene buena relación con sus padres. No tiene a donde ir. Ha huido en medio de la noche con una niña pequeña en su coche destartalado. No tiene dinero, ni trabajo. No sabe dónde pasar la noche; tampoco dónde estará al día siguiente o si podrán comer algo.
Su madre, interpretada por Andy MacDowell (madre también en la vida real), sufre un trastorno bipolar no diagnosticado que la convierte en un volcán en permanente estado de erupción. Su padre (descubriremos el porqué a lo largo de los episodios) tampoco es una buena alternativa.
Sin ayuda, debe buscar el camino para poder sobrevivir en un escenario poco esperanzador que, sin embargo, no cae en el dramatismo exagerado en ningún momento. La vida se va sucediendo y cuando parece que estamos en un callejón sin salida, de repente vemos un claro en medio de la oscuridad que nos indica el camino a seguir, que nos muestra que todavía puede haber una solución y que existen personas buenas dispuestas a echarte un cable.
La vida de Alex como asistenta
Alex comienza a ganarse la vida como limpiadora de hogar con unas condiciones laborales muy precarias. Si lo quieres bien, y si no, lo dejas. Alex se agarra con uñas y dientes a un trabajo que a duras penas la mantiene a flote, pero que se convierte en su tabla salvavidas en medio de un gélido océano.
Subsiste a base de unos ingresos mínimos y una especie de cheques-bonos sociales para comprar comida, mientras vive en un apartamento social plagado de humedad y moho. Un moho que lo pudre y lo contamina todo y que, a modo de metáfora, avanza sin control e impregna los espacios físicos, pero también los emocionales.
La asistenta y la realidad de un sistema insostenible
La serie La asistenta, creada por la guionista Molly Smith Metzler, muestra cómo una chica con una vida normal se ve abocada a la práctica indigencia después de un descalabro emocional. Nos deja claro lo sencillo que es perder el equilibrio. Lo fina que es la línea que nos protege del abismo, especialmente cuando no hay redes de protección familiar o un sistema de bienestar estatal sólido que amortigüe la caída.
Las cifras de la pobreza en la mujer son alarmantes. Según datos recientes de Oxfam Intermon, las mujeres ocupan la inmensa mayoría de los puestos en los sectores precarios y mal remunerados. Y esto ocurre en todo el mundo. Somos las que sufrimos las tasas más altas de pobreza y nos vemos más afectadas en situaciones de crisis. De hecho, las mujeres hemos dejado de recibir 800.000 millones de dólares de ingresos a nivel mundial debido a la pandemia del Covid-19.
Y esta situación se refleja a la perfección en la serie, La asistenta, donde ser mujer y, además, madre soltera, se convierte en una traba adicional, en ocasiones, casi insalvable.
Nuestra propuesta de serie para el puente
Si tienes la suerte de tener unos días de descanso y quieres aprovechar para ver una serie, te recomendamos encarecidamente que veas La asistenta, disponible en Netflix. Un drama sin estridencias, ni exageraciones. Una historia tierna y realista sobre vivir sin grandes aspiraciones, sobre querer, simplemente, estar un poco mejor.
Un relato esperanzador de superación que se aleja del cliché del sueño americano y de los patrones de ‘la ficción de superar obstáculos’ para alcanzar el zénit de la felicidad. Te encontrarás con personajes con muchos matices, sin esa dicotomía tan perfilada de malos y buenos.
Porque La asistenta no es una serie complaciente que te aliente a trabajar duro y sacrificarte para alcanzar una meta. Nada de eso. Aquí el realismo empapa cada escena y el esfuerzo es simplemente eso: esfuerzo y sacrificio para seguir viviendo; para soñar con un futuro mejor que se antoja desdibujado y distante, aunque necesites seguir viendo el vaso medio lleno para continuar caminando.
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