‘Succession’: Kendall Roy, la última gran representación de la caída del hombre civilizado
Kendall Roy es la imagen televisiva actual de un reinado en decadencia, el del hombre blanco y rico. Hacemos un análisis de su personalidad y lo relacionamos con otros cuarentones en crisis de nuestra televisión.
A lo largo de los últimos 30 años, hemos visto en televisión desfilar a toda una generación de personajes masculinos representantes de una crisis: la del hombre occidental postcapitalista. Tony Soprano, McNulty, Don Draper o Heisenberg son los ejemplos más importantes cuyas crisis existenciales han traspasado la pantalla. Todos reúnen los mismos requisitos: son hombres, heterosexuales, tienen entre 40 y 60 años y son de clase media-alta. Todos ostentan un poder, están en la cima del mundo, pero a ninguno le agrada la vista que hay desde ella, algunos, incluso, como en la famosa intro de Mad Men, sienten que caen desde ella.
Esta crisis la seguimos viendo en la actualidad representada duramente en la figura de Kendall Roy, el protagonista (porque lo es) de la sensacional Succession.
Kendall Roy: the world is yours
Nueva York, 2018. A través del ruidoso tráfico de la gran ciudad, aparece un hombre de traje en un coche de lujo conducido por un chófer. Canta con entusiasmo un agresivo rap, probablemente no escrito para gente como él, que está escuchando por unos auriculares. Al llegar a su destino, le dice algo al chófer con actitud de falsa camaradería. Se baja como intentando convencerse de que es el rey. De que es inmortal. Kendall Roy acaba de llegar oficialmente al imaginario televisivo.
Como algunos de los personajes que acabo de citar, Kendall es alguien odioso. Alguien que debería y querrías que estuviese en la cárcel o fuera del mundo, en general. Es maleducado, impertinente, clasista, chulo, caprichoso, machista, cruel, codicioso, ignorante, vengativo y ególatra. Traiciona a su padre por el poder; manipula a sus hermanos; trata a su ex-mujer como algo de su propiedad; a sus hijos como si no existieran y a sus empleados como si fueran inferiores. No tiene amigos, sus hermanos y su padre le tienen tirria, da vergüenza ajena a las mujeres y los que trabajan con él piensan que es gilipollas. Es un niño con un juguete que le viene grande pero que está acostumbrado a conseguir todo lo que quiere. El mundo es suyo o, al menos, eso le han dicho.
¿Quién quiere ser rico?
Sin embargo, Kendall es alguien que también te suscita una enorme pena, una de las penas más grandes que una persona puede sentir hacia otra. Y es que Kendall está atrapado. Atrapado en un mundo de competencia, de obsesión por el poder. De individualismo malsano, de frivolidad y superficialidad. De frases vacías, de relaciones por interés, de apariencias… Un mundo que, él, como hombre, se ve en la obligación de dominar. Es otra triste víctima del postcapitalismo y el heteropatriarcado, es una enorme tragedia andante con los días contados.
Como he dicho, Kendall es un niño. La serie enfatiza constantemente el carácter infantil de este pobre diablo con escenas, por ejemplo, como aquella en la que comparte un porro con sus hermanos mientras se chinchan, esa en la que se disfraza de rapero y le canta un rap a su padre por su cumpleaños (grandioso momento) o esa otra en la que intenta reconquistar a su ex contándole cómo ha ganado su última batallita.
Pero como es un niño y vive en una burbuja demasiado pequeña (es lo que tiene ser de la élite) no entiende nada de lo que le pasa psicológicamente. Y, aún sabiéndolo, no sería capaz de enfrentarlo porque sería hablar de sus sentimientos y eso los hombres no lo hacen (verdad, ¿Tony?). ¿Consecuencias? Una grave adicción a las drogas, un sentimiento helador de vacío permanente y una necesidad constante de la aprobación de su padre. Ergo, el sistema de poder establecido.
La presión de suceder al macho alfa o el killer
Una de las cosas más interesantes de Succession es ver el pulso continuo que Kendall mantiene a muerte con su padre. Desde su punto de vista, su padre ya es demasiado mayor para dirigir la empresa y él ha nacido para adoptar este papel.
El hecho de que el padre le desprecie continuamente (otra de las cosas por las que no puedes dejar de sentir pena por este personaje), le humille y le recuerde que no es suficiente, le da la excusa perfecta para librar su batalla con más ahínco y frialdad.
Realmente, su padre es la representación del macho alfa que ha triunfado. Que ha conseguido su lugar en el sistema y que ha conseguido dominar el mundo. Por eso, le cuesta tanto lidiar con el dolor de que él le rechace. Incluso, hay un momento en el que Kendall saca su lado humano y vemos que, en realidad, para él es más importante el reconocimiento de su padre que dirigir la empresa en sí.
El final de la segunda temporada muestra perfectamente esto en esa espléndida escena en la que el padre le comunica que va a ser él el cabeza de turco del problema que compromete a la empresa. Entre titubeos, Kendall le pregunta “¿crees que lo he hecho bien?”, es decir, “¿estás orgulloso de mí?” Y en su cara puedes ver (qué gran actor es Jeremy Strong) que se le va la vida en esa pregunta.
Cuando el padre le da una respuesta tibia, Kendall aparta su lado humano de nuevo y decide seguir con su lucha por ser el macho alfa. Para ser un “killer”, como diría su padre.
Kendall Roy es la imagen de un reinado en decadencia: el del hombre blanco y rico. Quien, ni siquiera estando en la cima del mundo, es feliz porque ha tenido que hacer demasiadas cosas inhumanas para llegar a esa cima.
Solo cuando exista una verdadera conciencia psicológica de todo lo que ha pasado y se cierre esta etapa, todos nuestros antihéroes, McNulty, Tony Soprano, Don Draper, Heisenberg y Kendall Roy podrán ser realmente libres (y, con suerte, también nosotros).