‘Juego de Tronos’: a ver, cómo decirlo… ’emosido engañado’
Ahora que ya ha pasado un margen de tiempo suficiente desde el estreno del último capítulo de la serie de las series, creo que puedo dar mi opinión sobre ella sin que se me lapide. He de reconocer que quizá no pueda ser muy objetiva hablando de esto, de hecho, escribir este artículo es algo que se me hace cuesta arriba desde hace unas semanas. Supongo que la serie me da tanta pereza, que hablar de ella también.
Mi historia con Juego de Tronos
La primera vez que intenté ver la serie, el capítulo uno me resultó tan lento, y también sombrío, que la quité a los cinco minutos y nunca más se supo. Hasta que, no sé cómo ni con qué motivación, lo intenté otra vez a finales de un verano y en tres semanas me vi las cuatro temporadas que había disponibles.
Lo cierto es que desde el inicio he tenido una relación de amor odio con esta serie. Supongo que un poco por lo mismo de siempre, es una ficción que está bien, el casting increíble, los decorados, la ambientación… pero a mí tampoco me parecía para tanto, la verdad. Puede que fuera por esa manía mía de ir siempre un poco a contracorriente.
Lo que más me molestaba era que hubiera series en la parrilla que, al menos yo, consideraba mejores, como The Crown, y no se hablase de eso. Quizá debería verla ahora otra vez para comprobar si me produce lo mismo o no, pero pensar en tragarme ocho temporadas llenas de dragones y fantasías me cansa con solo imaginarlo. La fantasía y yo no somos muy amigas.
‘Emosido engañado’
Fuimos engañados con la última temporada de la serie, pero eso lo dejo para dentro de un par de párrafos. Todo el mundo sabe que se basó en los libros de George R.R. Martin, cuyo primer tomo he intentado leer y no he pasado de la página 300. Ya no es que estuviera basada, es que muchos diálogos y situaciones, al menos en el primer libro, estaban calcados en la pequeña pantalla.
¿Hasta qué punto había mérito por parte de los creadores de la serie? ¿Importa acaso de quién sea el mérito? Pues no, la verdad, pero el caso es que menos lobos, Caperucita, que no, que no es para tanto. Que yo sé que los efectos especiales deslumbran y que la serie creó un movimiento tremendo alrededor del mundo, pero que no, no compro, recojo y me voy.
Claro, que los creadores se cagaran encima del casting, del guion, de George R.R. Martin y de la serie entera en la última temporada fue apoteósico, la verdad es que creo que el mejor final para tanta fanfarria. Mientras los fanses locos se indignaban yo me reía en el sofá porque, a ver, ¿qué esperábamos realmente?
Podía haber sido la mejor serie de la década, pero se desinfló
Siete temporadas de capítulos lentos, lentos, lentísimos, y ahora en seis capítulos me lo despachas todo… no podía salir bien eso, y así pasó: una serie que igual podría haber quedado para los restos como una de las mejores de la década, se desinfló rapidísimamente.
Me recuerda esto al final de Lost, pero peor aún. Los guionistas de Lost estaban tremendamente perdidos ellos mismos, los de Juego de Tronos tenían ya las bases de la historia (e incluso los detalles) gracias al escritor.
Así que bueno, hasta aquí mi performance sobre Juego de Tronos. Nadie se me ofenda, que cosas buenas también tenía muchas, pero yo, quizá por ese afán mío de ir siempre un poco a contracorriente, solo he querido fijarme en lo malo.