¿Huimos de la realidad?
El ser humano huye, se asusta, siente terror. Es una realidad, ‘las ganas de vivir’, un claim tan utilizado a lo largo de la vida, está dando paso a ‘no quiero vivir así’, ‘para qué vivir’ o ‘esta vida es una mierda’. La sociedad ya no tiene tantas ganas de vivir, o, al menos, tal como se ha vivido hasta ahora.
Todo comenzó cuando se potenció el individualismo. Cuando esa característica se convirtió en algo positivo, valorable. En sinónimo de valiente, autosuficiente e incluso aventurer@. Nada más lejos de la realidad.
Ese individualismo se empezó a convertir en un encierre en uno mismo que albergaba más de un miedo. El miedo a compartir tu opinión, a escuchar otra que no sea la tuya, a que te juzguen, a no estar a la altura, a la comparación. Todos esos miedos son el mejor alimento de la incomunicación.
La incomunicación
La tecnología ha transformado la comunicación. Prácticamente no tiene límites. Desde casa puedes hablar con cualquiera en (casi) cualquier parte del mundo. Hay apps que traducen a tu interlocutor si no entiendes su idioma. Es tu mano cabe la posibilidad de ver a la persona con la que puedes hablar. Ya no solo recibimos sonido. El vídeo es parte de nuestra vida. En los últimos 20 años se ha avanzado más en la inmediatez y posibilidades de la comunicación que en los últimos 200.
Pero eso ha originado algo inesperado. El miedo a la comunicación.
El medio más utilizado para comunicarse es de forma escrita y se empieza a ver mal una respuesta inmediata. ¿Qué queremos, volver a la carta?
La gente no ve como un gesto educado recibir una llamada. Se convierte en una situación violenta. Un mensaje o un audio es mucho mejor. Menos violento. Menos intrusivo. Hay que estar preparado para recibir una llamada.
El peligro de un saludo
El miedo a la comunicación hace que cada vez quieras salir menos a la calle. Evitar el momento de tener que saludar a un conocido o recibir el saludo de alguien con la pequeña conversación inevitable que vendría después. ¿Qué voy a contar? ¿Qué voy a decir?
En un momento en el que la vida se mide más que nunca por el éxito y el fracaso y es tan difícil conseguir uno como salir del otro ¿De qué vas a hablar? ¿De qué te puedes sentir orgulloso? ¿Cuáles son tus éxitos? ¿Estás guap@? ¿Se te ve bien?
Mejor no enfrentarse a eso. Da miedo.
Los videojuegos son la solución
Durante esta pandemia ha ocurrido algo muy interesante, los videojuegos han sido el lugar favorito al que confinarse cuando no quieres mirar por la ventana a escuchar aplausos, cuando el hastío a la vida, la real, te consume.
La industria de los videojuegos es una de las que más crece y que más dinero genera. Actualmente, según algunos medios, está en el top five de las más rentables, por encima de la prostitución y las drogas.
Los juegos de realidad extendida han tenido un crecimiento de más del 20% en comparación con el año anterior y plataformas de vídeo como Twitch o Youtube albergan audiencias millonarias.
Esta vida parece no gustar, pero la vida de los videojuegos arrasa. Los niños ya no piensan en lo que serán de mayores, piensan en lo que son sus avatares. Los éxitos de estos, se convierten en propios. Son sus éxitos. Tu avatar puede ser exitoso de una forma mucho más sencilla y divertida que en la vida real.
Los adultos se han dado cuenta desde hace tiempo que el éxito en los videojuegos les ofrece más melatonina que crecer en el trabajo, salir a ligar o quedar con los amigos.
Mejor quedar en red, mejor quedar entre avatares.
¿Hasta qué punto puedes ser más tú en la realidad virtual y digital que en la analógica?
Todos a la mesa, el debate está servido.