‘Firebird’: fragmentos de un amor clandestino y sempiterno
El director estonio Peeter Rebane estrena Firebird, su primer largometraje de ficción tras su debut con el documental Tashi Delek (2015). En el mes del Orgullo LGTBIQ+, se descubre este conmovedor romance clandestino. Una historia que, además, se estrena en un contexto geopolítico polémico con la invasión de Rusia a Ucrania.
La película de Peeter Rebane se comenzó a rodar antes de que comenzara el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania. Con escenas grabadas en la capital rusa. Algo que ha levantado ampollas en el país dada la situación que el colectivo LGTB tiene todavía que sufrir entre sus fronteras. Un estreno tan polémico como necesario.
Sergey Fetisov, actor y escritor ruso, escribió sus memorias The Story of Roman. En ellas cuenta su romance con Roman durante la Guerra Fría. Una historia clandestina y prohibida en la época, y más dentro del propio ejército ruso. Cuando el cineasta estonio conoció su historia, se decidió a trasladarla a la pantalla. Tras la muerte de Sergey en 2017, el director de cine se sintió incluso todavía más seguro de que debía terminar su obra. “Nunca podría haber imaginado que este tipo de historia de amor estaba sucediendo allí en ese momento”, declaraba Peeter Rebane.
Ahora, con la invasión de Rusia a Ucrania, el estreno de la película se ha visto todavía más ensombrecida. Una historia tan real como sobrecogedora. Y es que como bien declaraba el director de cine: “Ser gay era un delito penal. Después de que se despenalizara con la caída de la Unión Soviética, todavía se consideraba anormal”.
La discriminación hacia el colectivo LGTBIQ+, ¿relegado al pasado o todavía presente?
La discriminación y odio al colectivo LGTBIQ+ es algo que, desafortunadamente, existe desde siempre. En la actualidad, ha habido un progreso social en la adquisición de sus derechos. No obstante, todavía hay demasiados pasos para seguir dando. En algunos países como Rusia, esta orientación sexual sigue estando criminalizada. En 2013, incluso, se creo una ley que prohibía la “propaganda homosexual”.
Firebird se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Moscú en 2021. Tras su aparente aceptación, el director cuenta que “hubo una denuncia de que era ‘propaganda homosexual’”. Y aunque técnicamente no se prohibió, todas las entradas se cancelaron y el auditorio donde se continuaba proyectando, estaba totalmente vacío.
Esta discriminación hacia el colectivo en ciertos países y su relación con la libertad de expresión en el cine fue llevada a su máximo exponente con Poppy Field (Eugen Jebeleanu, 2020). Una hermosa y acertada película sobre la situación del colectivo en Rumanía. Extrapolable a cualquier país donde, además, las obras audiovisuales y el cine sirven como herramienta de reivindicación.
Del mismo modo, dicha herramienta también puede ser utilizada para que la extrema derecha y los colectivos homófobos eleven su voz. Tal y como ocurrió en España también, en 2019, cuando un colectivo de extrema derecha irrumpió en la proyección del filme Mientras dure la guerra (Alejandro Amenábar, 2019).
Firebird: una historia enfocada desde el amor, más allá de la política
La película de Peeter Rebane pone el foco en la historia de amor entre Sergey y Roman. Más allá del ámbito político que los rodea como es la Guerra Fría y el ejército ruso. El cineasta se centra en las emociones de los protagonistas. Siguiendo así la línea más respetuosa e íntima hacia las memorias del propio Sergey.
Para ello, son imprescindibles las interpretaciones de Tom Prior en su papel como Sergey. Junto a Oleg Zagorodnii como Roman. Siendo el primero uno de los más destacados en su papel. Por su brillante evolución a lo largo de la trama y los años.
También hay que reseñar la actuación de Diana Pozharskaya como Luisa. Papel que no es nada fácil. Dado que ser la esposa que está en medio de un romance clandestino y prohibido, tampoco era una situación justo o sencilla. Triángulo que resuena en la memoria de la audiencia y recuerda a una de las películas más destacadas en la representación mainstream de parejas homosexuales. Brokeback Mountain (Ang Lee, 2005) puso el foco en un género tan complejo y masculinizado como es el del western. Algo que se recupera en la actual película con el género bélico y los soldados de guerra. Área también muy masculinizada y estancada en ciertos estereotipos de masculinidad heteronormativa.
También es inevitable volver la mirada hacia Call me by your name (Luca Guadagnino, 2017). Cinta donde se observan similitudes como la diferencia de edad entre los protagonistas. Así como las escenas íntimas con la sobresaliente iluminación y encuadres que las construyen.
La reivindicación de los derechos LGTB, una acción todavía indispensable
A pesar de vivir en el siglo XXI, y a la luz de todos los progresos obtenidos, todavía se considera necesario el luchar por los derechos del colectivo LGTBIQ+. En el presente mes del Orgullo 2022 se presenta todavía más pertinente el alzar la voz bien alto. Ante el auge de la extrema derecha, y con ello de los delitos de odio. La educación y las obras audiovisuales que la nutren, se descubren como pieza fundamental para el desmantelamiento del sistema y el odio que lo sustenta.
El contexto representado dentro del propio filme se centra en un conflicto bélico sobrecogedor como es la Guerra Fría. Y en esa misma línea, entra en juego la entropía que conforma un oxímoron histórico devastador. La contextualización de su estreno, la invasión rusa a Ucrania.
Ficción y realidad se unen en un círculo histórico que termina de darle el sentido que necesita el filme. Porque, si observamos la situación del colectivo LGTB en ambas épocas podríamos reflexionar, ¿anacronismo o misma realidad?
En definitiva, el cineasta estonio Peeter Rebane traslada a la pantalla con respeto las palabras de Sergey. El cual, tras su fallecimiento en 2017, continúa aportando su granito de arena a la lucha por los derechos LGTB a través de la imprescindible voz articulada por el séptimo arte. Un canto al amor y la libertad.