Éxitos inexplicables: Las chicas Gilmore
Siete años (2000-2007) fue el tiempo que pudimos ver Las chicas Gilmore (Amy Sherman-Palladino) en pantalla. La serie, de gran éxito por la época, robó el corazón de muchos espectadores, especialmente por la relación maternofilial tan especial que mantenían los dos personajes protagonistas.
La historia, una dramedia ambientada en un pueblo perdido de Connecticut, nos habla de Lorelai (Lauren Graham), que vive en Stars Hollow con su hija de 16 años Rory (Alexis Bledel), un cerebrito cuyo mayor sueño es estudiar en Harvard. Nos narran las desventuras de las dos, una como hija de una madre muy joven y la otra como madre soltera que aún no había planeado cómo iba a ser su vida cuando ya tenía un bebé.
El inicio
La primera vez que vemos a Lorelai y Rory es en su lugar favorito: la cafetería de Luke (madre e hija son adictas al café). En tan solo 3 minutos de metraje ya conocemos su parentesco e intuimos cómo es cada una.
Rory es aceptada en una escuela de preparatoria para niños ricos. Hay que apuntar que sus abuelos tienen bastante pasta y una muy mala relación con su madre, a quien no perdonan que tuviera una hija a los 16. Los capítulos se basan en el diálogo, algo raro de ver hoy en televisión e, incluso, a principios de los 2000.
Todo el peso de la serie recaía en su creadora, Amy Sherman-Palladino, que además era directora, productora y escribía los capítulos. Ella y Daniel Palladino se encargaron de todo el peso argumental de la temporada 1 a la 6.
Tenían, por supuesto, un equipo de guionistas pequeño que les ayudaba. No obstante, eran ellos los más currantes, ya que revisaban y reelaboraban los diálogos para que todo tuviera sentido y cohesión (que no pareciera la típica serie moderna que está escrita por 6 personas diferentes).
¿Cómo fue posible que se mantuviera tanto tiempo en antena?
Como hemos dicho, es casi imposible concebir un producto audiovisual como este hoy en día, mucho menos en el mundo de las series. Todo es muy visual en nuestros tiempos, nos extasiamos con imágenes como si fueran una droga más (¿el nuevo opio del pueblo?) y, Las chicas Gilmore, no destaca precisamente por su fotografía.
Los diálogos tenían numerosas referencias al cine, la televisión, la música, la literatura y la cultura pop. Elementos que los Palladino usaban para enriquecer las conversaciones. Como también conseguían que un guion de 80 páginas (normalmente una página es un minuto de metraje) tuviese una duración de unos 45 minutos de capítulo, algo totalmente increíble. Las Gilmore, además de hablar mucho hablaban muy rápido.
Obviamente no era, y no es, una serie para los amantes de la acción. Los conflictos y las tramas son más profundas y tratan temas más o menos cotidianos y comunes a la inmensa mayoría de mortales.
Es precisamente eso: la cohesión de los guiones, las referencias y el tipo de problemas que se discutían en cada episodio lo que hizo que la ficción fuera un gran éxito.
El fin
Tras la temporada 6 se iban a firmar otras dos más. Amy Sherman-Palladino pidió a la cadena la ayuda de un equipo de guionistas más fijo porque la carga de trabajo era demasiado. La cadena rechazó esto y los Palladino abandonaron el proyecto.
La serie tuvo solo una temporada más, pero no con el mismo éxito que las anteriores.
Netflix recupera a las Gilmore
El gigante incluyó la serie entre las miles de su catálogo y, en 2016, estrenó una secuela, de tan solo cuatro capítulos, para mostrarnos qué había sido de Lorelai y Rory. Yo, como fan incondicional de estos dos personajes entrañables, no he podido acabar de ver esos cuatro capítulos porque simplemente ya no tienen la esencia que sí había a principios de los 2000.
Es curioso que Gilmore Girls: Un nuevo año esté capitaneada de nuevo por sus creadores porque realmente no me pareció que las protagonistas siguieran siendo ellas, sino que se han tratado de modernizar para adaptarlas a esta década con la mala fortuna de que ahí se acabó la magia.