‘Exhalación’, de Ted Chiang: hacia el corazón de lo humano
El nombre de Ted Chiang se ha ido haciendo cada vez más conocido en los últimos años más allá de aquellos acérrimos a la ciencia ficción. Y no es para menos. Pese a las pocas publicaciones que parece tener en su haber, Chiang ha sido traducido a múltiples idiomas y ha recolectado unos cuantos de los mejores reconocimientos del relato de ciencia ficción. Ya sea con historias breves o novelas cortas.
Un autor casi de culto, que publica en pequeñito. A cuenta gotas. Muy lejos de las monstruosas sagas actuales. Ha tenido suficiente con eso para hacerse un hueco y probablemente, escribir algunas de las mejores historias recientes de la ficción especulativa.
A editoriales patrias han llegado las dos recopilaciones de relatos de la mano de Sexto Piso, Exhalación, y de Alamut, La historia de tu vida, relato en el que se basa la conocida película de Denis Villenueve, La llegada. Es precisamente esa sensación que Villeneueve consigue atrapar con su largometraje lo que vamos a encontrarnos resonando en las historias de Ted Chiang.
Ted Chiang: La ciencia ficción más realista
Comunicación, soledad, identidad. Ted Chiang abre con sus historias, que podrían parecer muy lejanas a la realidad que vivimos, un camino hacia el núcleo duro de lo humano. El abanico de temas que se despliegan en los relatos, en ambas colecciones, van desde lo meramente anecdótico para acabar resonando casi como el eco de las antiguas mitologías.
Del hecho mínimo, la historia pequeña, encuadrada en una escena mundana, acaba construyendo todo un edificio complejo de creencias gracias a los recursos que ofrece la ciencia ficción. Más bien, gracias a esa nueva visión que le echa al género. Una visión que ha estado siempre, pero que se reviste de actualidad y puede que de realidad.
Cierto es que los géneros como el terror o la ciencia ficción siempre han servido para explorar la identidad del individuo y los temas más complejos de una forma mucho más exhaustiva, se podría decir, y a la vez a través de un disfraz. Pero se ha hecho de forma más rocambolesca. Sin desmerecimiento alguno, ahí está The expanse, por ejemplo, con sus naves y sus aliens construyendo una de las mejores tramas de la ciencia ficción última sin olvidarse tampoco de lo humano.
Sin embargo, son planteamientos que en muchas ocasiones han acabado generando el rechazo de lectores reacios a la ciencia ficción que la identifican únicamente con monstruos verdes de otros planetas y naves ardiendo en mitad de la nada.
Cierto es que puede serlo, puede ser únicamente un estilo elegido para contar con ligereza aventuras que también podrían situarse en escenas más reconocibles, sin embargo no es solo eso. Autores como Bradbury, Philip K. Dick o Asimov se metieron de lleno con algunos de sus relatos en la parte más humana. A la que puede que una historia más “realista” no fuera capaz de llegar. Y esa fantasía más reconocible que cualquier realidad, con una gran potencia emocional, es la que encontramos en Ted Chiang.
Tramas infinitas
La ficción especulativa de Ted Chiang, donde más allá de la ciencia ficción también cabe la fantasía, el terror y todas sus posibles combinaciones, consigue historias que arrasan con el lector, precisamente, gracias a la mezcla de calidad estilística, tramas y los personajes que se mueven por ellas.
A través de planteamientos que podrían llevarse a cabo de manera mucho más escandalosa, con monstruos o peleas espaciales, Chiang reduce el foco de visión de lo que va a enseñarnos. Se acerca hacía lo más íntimo.
Atravesamos mundos infinitos a través de la historia pequeña: la relación tormentosa entre un padre y una hija; la noticia definitiva de que el mundo no da más; la extinción de una nueva especie; las inseguridades en el aspecto físico o el continuo cuestionamiento respecto a las decisiones que tomamos, hasta el punto de llegar a la obsesión enfermiza.
Estos son algunos de los puntos de partida de los relatos, tanto en una recopilación como en otra. Nada grandioso así planteado, dramas comunes. No hay conquistas de otros planetas, ni naves espaciales gigantescas, ni ciudades brillantes futuristas, porque no es eso lo que nos está contando. El sobrecogimiento que genera es aún mayor precisamente porque reconocemos lo que encontramos en todas las historias.
Cualquiera de los argumentos de las historias encajaría sin mucho problema en cualquier capítulo del mejor Black Mirror. Argumentos que se acaban desarrollando a gran escala, afectando a todo el conjunto de la sociedad, pero también en la intimidad. De ese tono intimista, de una gran potencia emocional que recorre todas sus historias, desde la más breve, que es casi como un chiste cósmico, se nutre la ficción de Chiang. Es inevitable la empatía, es inevitable la emoción.
El rastro literario
A esto se une la magistral forma de contarlo. El estilo de Chiang está absolutamente depurado. Como si midiera cada detalle y cada información que va a darnos y la que no. La variedad de recursos utilizados se adaptan perfectamente a cada historia y potencian lo contado: el enfoque con el que plantea los relatos; las primeras personas que narran su experiencia vital en un tono de confesión; o la alternancia con planteamientos más innovadores, como el documental o el juego con los tiempos, entrelazando así diferentes historias.
Todo juega en favor de que ese drama pequeñito reverbere en los confines del universo, se acabe expandiendo poco a poco. Como si su intención fuera contarnos qué sucede en el núcleo de todo, para luego hacer zoom out y enseñarnos el plano general al que se ha llegado.
Por otro lado, hay una huella literaria en Ted Chiang que también parece reconocible en su manera de contar. Tanto en los recursos como en los temas tratados. Desde las propias referencias mencionadas en las notas a los relatos, como Philip K.Dick, Asimov o Herman Mellville, hasta autores como Borges, Bradbury o Italo Calvino, por muchos de los recursos empleados.
Los temas recurrentes de Chiang recuerdan inevitablemente a esa magia con la que Borges trataba algunos elementos. La memoria que aparece por ahí y lleva al cuento de Funes el Memorioso, el enfoque desde el que se aproxima al lenguaje en varios de los relatos y la escritura o las historias que hablan de esa capacidad imaginativa de creación humana. Sobre todo en el campo de lo literario y la memoria. La idea de la comunicación y su imposibilidad acaba siendo una constante.
Lo que se espera de nosotros
Escritura, memoria, comunicación, asilamiento, identidad, mitos. Una poderosa invitación a prestar más atención a todo aquello que se encuentra a nuestro alrededor antes de la llegada definitiva del gran silencio.
Pese al tono catastrófico o apesadumbrado que se podría pensar de estas historias, pues ciertamente la ciencia ficción trae en muchas ocasiones ese feel de catástrofe inminente porque lo estamos haciendo mal, Ted Chiang se queda muy lejos de eso.
Hay una sensación de ansiedad y de calma a la vez, que envuelve el final de sus relatos, como si los matices se multiplicaran. No hay un gran cataclismo inminente, a pesar de que se nos meta prisa para que nos preparemos para ello.
Más allá de peleas espaciales, de nuevas formas de vida estrambóticas, de Inteligencias Artificiales que se alejan mucho de lo reconocible. Más allá de toda esa explosión fantástica de la ciencia ficción, que tanto ha brillado en otras ocasiones, quizá aquí, con estas historias, lo único que sabemos, y que tal vez necesitamos saber es, en palabras de ese papagayo al borde de la extinción que se pasea por las páginas de Exhalación, que somos buenos, y que nos quieren. Aunque puede que no tenga más remedio que decirnos eso.
Pero también es cierto, volviendo de nuevo a Exhalación, que aquel que controla la escritura, controla la mentira. Pues que siga la mentira, desde luego.