Entrevista a Jordi Costa: Utopías de ‘Ciencia Fricción’
Jordi Costa es el jefe de exposiciones del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona y por si fuera poco también es un excelente comunicador, guionista, director de cine, escritor y crítico de cine, cómic y televisión.
De sus libros editados destaco Todd Solondz: En los suburbios de la felicidad ya que soy un gran admirador del director y Cómo acabar con la Contracultura, un detallado viaje al underground nacional.
Dirigió un par de películas para el movimiento y modelo de producción de cine #LittleSecretFilm y ha comisionado varias e interesantes exposiciones en el CCCB y La Casa Encendida.
Hablamos con él por la exposición Ciencia Fricción: vida entre especies compañeras. Una suerte de programación expositiva sobre la colaboración y comunicación entre especies. Sobre la necesidad de mirar la vida y lo que nos rodea desde otro punto de vista. Desde un lugar donde lo productivo no es lo importante y la búsqueda de la convivencia y coexistencia es uno de los caminos hacia el éxito de la humanidad.
Hablamos con Jordi Costa
– A propósito de la exposición Ciencia Fricción ¿Estamos en un buen momento (como sociedad/individuos) para invitar a pensar fuera de la caja, alejados de los discursos hegemónicos?
Más que estar en un buen momento, estamos en un momento urgente. La crisis climática es una evidencia y es bastante urgente que nos replanteemos cómo hemos podido llegar hasta aquí.
Lo que proponen pensadoras ecofeministas como Donna Haraway o años antes una bióloga como Lynn Margulis es plantear la idea de que en realidad somos una red de interconexiones, y de que en esas interconexiones todos los equilibrios son frágiles.
Ese modelo de pensamiento propone que la posibilidad de entablar relaciones de coexistencia o de convivencia entre especies quizá no sea la solución a todos los problemas que debemos de afrontar, pero sí una manera razonable de gestionarlos.
Mark Fisher decía que uno de los grandes triunfos del capitalismo es pensar que no puede haber vida después del capitalismo, pero otros pensadores como Timothy Morton, demuestra en un libro como Ecología oscura que hay muchas posibilidades de hacer cosas, aunque sea a pequeña escala.
La exposición no tiene ninguna voluntad mesiánica, simplemente plantea una vía de reflexión. Toda exposición es un intento de abrir una conversación. De poner una serie de ideas sobre la mesa.
Una de las cosas que pone sobre la mesa Ciencia Fricción es cuestionar el antropocentrismo. Poner en duda que la evolución haya creado una especie de árbol en el que la especie humana está en la cúspide y es la culminación de una suerte de plan.
– Después de un año de pandemia, desde el CCCB estáis tocando temas distópicos… la exposición de Marte, Ciencia Fricción, Kosmopolis, con un foco importante también en la ciencia ficción especulativa… ¿Hacía donde se dirigen las preguntas y qué respuestas se están obteniendo?
Quizá tendríamos que revisar lo de distópicos (risas). La pensadora ecofeminista Yayo Herrero decía que ser distópico es una manera de ser conservador hoy en día. Tener un pensamiento apocalíptico y pensar que todo va a ir mal restringe el terreno de la posibilidad.
Una exposición como Ciencia Fricción, más que distópica la llamaría utópica. Es una exposición que no va sobre el final de nada, más bien sobre muchos principios y muchas formas de plantearlos.
Un ejemplo sería el último ámbito de la exposición, que se llama El contrato natural y plantea el tema de los derechos de la naturaleza. Es un tema que mucha gente se lo toma a risa, ¿cómo van a tener derechos los animales? Pero hay un termino que en el ámbito del derecho existe, como el de la ficción jurídica, que se utiliza para cosas como el derecho al honor de una firma comercial, corporación o estado, que en la constitución de Ecuador de 2008 se utilizó para constituir en sujetos jurídicos a entidades no humanas aplicándose a ecosistemas enteros, haciendo que sea posible hablar de los derechos de un río o cualquier ecosistema.
A partir del ejemplo de Ecuador, el movimiento de los derechos de la naturaleza se ha ido extendiendo y propagando y no parece tan descabellado.
En la exposición hay varias instalaciones que invitan a pensar desde el otro lado. En otro ámbito que se llama Especies compañeras, hay una instalación de las artistas finlandesas, Gustafsson y Haapoja, que se llama el Museo de la historia del ganado. Lo que plantea es contar la historia de la ganadería dese el mundo de las vacas.
Cuando lo vemos desde ese punto de vista y nos damos cuenta de lo que los seres humanos les hemos hecho a las vacas, vemos puntos como la eugenesia, la mejora de la especie para hacerla más productiva o la eliminación de ramas genéticas débiles o poco productivas. Desde ese punto de vista es muy fácil ver conexiones con el nazismo.
Cambiar el punto de vista es muy necesario para darse cuenta de lo no tan evidente. Donna Haraway propone que el pensamiento científico tiene que coexistir en un nivel de igualdad con la imaginación de los escritores de ciencia ficción. Para ella la ciencia ficción es una escritura política, es la posibilidad de ver otras cosas y no siempre con el prisma de lo apocalíptico.
– ¿De qué forma están confluyendo el pensamiento científico y la escritura de ciencia ficción? ¿En qué momento de influencia se encuentran?
Se encuentran en un momento de mutua polinización. Hay una escritora que ha vuelto a ser muy reeditada y traducida, Ursula K. Le Guin. Leyéndola es fácil ver como había ideas que tenían que ver con teorías de género y ecología que eran muy avanzadas y hoy no nos parecen tan lejanas.
En la exposición de Marte también podemos encontrar conexiones de ese tipo. Cuando se empiezan a enviar misiones a Marte, el imaginario de las novelas que transcurren en ese planeta pasa a ser muchísimo más realista de lo que era antes de eso.
El escritor Kim Stanley Robinson, de repente ve posible hacer realismo de esa imaginación anticipatoria basada en evidencias científicas, nuevos datos y en nuevas cartografías del planeta.
Donna Haraway en su libro Seguir con el problema, también hace eso. Acaba el libro con una serie de relatos que son Las historias de Camille. Habla de una comunidad de híbridos entre mariposas monarcas y seres humanos. Se plantea lo que pasaría a través de generaciones de esa hibridación. Una idea muy delirante, pero que de repente a ella la imaginación le permite avanzar con un pensamiento filosófico y científico.
El arte y la imaginación se pueden poner en el lugar al que la ciencia todavía no ha llegado y al mismo tiempo inspirar a la ciencia y viceversa.
– Lynn Margulis y Donna Haraway son los grandes nombres de esta exposición. ¿De qué forma están presentes a lo largo de todo el recorrido expositivo?
Lynn Margulis está absolutamente presente en el primer ámbito, que se llama Simbiosis. Habla de la gran aportación de Lynn Margulis a la teoría evolutiva, la teoría de la simbiogénesis.
Ella de alguna manera corrige muy respetuosamente la manera en que Darwin contaba la evolución de las especies, como una especie de carrera competitiva entre ellas. La idea de que la especie o el individuo más capaz se acaba imponiendo.
Lynn Margulis prefiere hablar de colaboración. De hecho, en el origen de la vida en la Tierra, el verdadero motor de la evolución es la colaboración entre especies.
Ella nos define como hábitats ambulantes. Dentro de nuestro cuerpo hay mucha vida microbiana que contenemos. Dentro de nuestro cuerpo hay más ADN no humano que humano.
Si miramos la relación entre las plantas y los insectos encontramos un claro ejemplo de relación simbiótica. La relación entre los hongos y las raíces de los árboles es otro buen ejemplo. La relación de lo simbiótico está muy presente.
Donna Haraway de alguna manera está en el origen del proyecto. Esta exposición forma parte de un largo proceso de investigación que lleva desarrollando desde hace muchos años la comisaria María Ptqk y en el que el libro de Haraway, Seguir con el problema, fue una gran inspiración.
La propia Donna Haraway aparece en la película que hemos producido junto a al centro Pompidou, Camille & Ulysse donde Donna Haraway y la filósofa Vinciane Despret se entrelazan. Haraway habla de la hibridación entre humanos y mariposas y Despret sobre la hibridación entre pulpos y humanos. La película la dirige Diana Toucedo.
– ¿Crees que otros tipos de ‘simbiosis’ serían necesarias en otros ámbitos de la sociedad?
Sí, claro, creo en la idea de escuchar a lo que tienes alrededor y cooperar. En tiempos de pandemia hemos podido ver como los barrios o grupos vecinales se organizaban cuando los ayuntamientos no llegaban a tiempo para, por ejemplo, ayudar a quien no tenía recursos.
La simbiosis, la colaboración y la cooperación nos podría resolver muchos problemas.
Durante la pandemia, todas las informaciones oficiales utilizaban una retórica bélica. Nos enfrentábamos a un enemigo invisible. Vinciane Despret, que también es muy importante en la exposición, decía que quizá en vez de ese discurso bélico, deberíamos aprender a desarrollar cierta diplomacia hacia el Covid. Quizá no sea un enemigo que batir sino una realidad que debemos de gestionar.
Hay que dejar de ver lo que nos rodean como enemigos y dejar de valorar todo como uso y productividad desde el punto de vista humano.
– En estos tiempos inciertos, ¿quiénes son esos ‘forajidos de la Ciencia’ a los que hay que prestar más atención?
Para mí, forajidos de la Ciencia pueden ser artistas como Quimera Rosa, que participa en la exposición y que plantean en su instalación una idea, que a primera vista puede resultar delirante o incluso agresiva, la posibilidad de transicionar no entre géneros, sino entre especies. Es este caso, de ser humano a plantas.
La capacidad de proponer una idea así, que puede parecer un detalle de humor negro, de repente nos invita a pensar fuera de los sistemas hegemónicos dominantes.
Los forajidos de la Ciencia son todos esos científicos con el objetivo de expandir nuestros conocimientos en lugar de investigar para un conocimiento utilitarista y productivo. Una ciencia que establece lazos con las humanidades y con la imaginación.
– ¿Qué discursos te han impactado e inspirado más en los últimos años?
Sobre lo que estamos hablando, el último libro de Donna Haraway, Seguir con el problema, me abrió un mundo. Fue muy transformador.
Hay una novela de Richard Powers, El clamor de los bosques, que también es muy transformadora. Plantea la idea de que los árboles son seres sociales, capaces de comunicarse entre sí. Es un libro que te enseña a pensar en la escala temporal de los árboles. Ha sido un descubrimiento absolutamente inspirador.
Últimamente también he leído bastante en torno a algunas vanguardias de entreguerras. Las novelas de Emmy Hennings, que era una artista dadaísta o Contra la vida establecida, un libro sobre Monte Verità, todos ellos traducidos por Fernando González Viñas.
Te das cuenta de que a principios de siglo se planteaban debates que ahora nos resultan muy cercanos como, por ejemplo, la dialéctica entre la ciudad y el campo o entre matriarcado y patriarcado. También me resultó muy inspirador.
– Ciencia ficción especulativa y cine ¿Es tan visible el género como en la literatura?
Creo que sí, el cine ha tenido bastantes logros y también es una herramienta que sirve para pensar. Pensando en estos tiempos de pandemia, el clásico moderno que me viene a la cabeza sería La amenaza de Andrómeda de Robert Wise. Pero sobre la idea de enseñarnos a pensar en términos no humanos una buena película sería Under The Skin, de Jonathan Glazer. La última película de Alex Garland, Annihilation, también sería un buen ejemplo.
– Ciencia Fricción es un proyecto tentacular, ¿de qué forma influirá en otros espacios de la ciudad de Barcelona y fuera de ella?
En el CCCB tenemos claro que las exposiciones no son el centro de la programación, son simplemente parte de una programación que tiene unas patas muy importantes en el ámbito de la programación de debates, mediación y audiovisuales.
En el caso de Ciencia Fricción, se va a hacer un programa muy amplio de actividades que va a implicar a muchos otros agentes de la ciudad como Hangar e institutos y escuelas.
Algunas de las actividades invitarán al público a desplazarse a entornos como el delta del Ebro o la montaña del Tibidabo. La idea de conocer entornos naturales complejos que tenemos cerca de la ciudad va a ser uno de los objetivos de muchas de las ramas del proyecto.
– ¿En qué nuevas exposiciones estáis trabajando? ¿Qué nuevos proyectos te rondan la cabeza?
El 1 de julio inauguramos Urban Nature, que es un proyecto que hemos hecho con un grupo de teatro berlinés que se llama Rimini Protokoll, que va sobre los distintos modelos de economía y subsistencia que conviven en la ciudad. Es una mezcla de exposición y espectáculo teatral.
Estamos expectantes de como lo va a recibir el público porque es un tipo de propuesta que no se parece a nada de lo que habíamos programado anteriormente.
Y antes de final de año inauguramos la exposición, La máscara nunca miente que nace a partir del último libro de Servando Rocha, Algunas cosas oscuras y peligrosas.
La exposición se aproxima a la máscara, no en un sentido antropomórfico, sino en un sentido político. Desde finales del XIX hasta nuestros días. Simplificando mucho, desde el Ku Klux Klan hasta las Pussy Riot o nuestro día a día enmascarados.
Cuestionario Furioso de Jordi Costa
Película favorita: Eraser Head de David Lynch.
Serie favorita: The Twilight Zone (1959).
Libro favorito: El poema de los lunáticos de Ermanno Cavazzoni.
Cómic favorito: Angelito, de Manuel Vázquez.
Cantante, grupo o músico favorito: Mina.
Artista plástico: Andy Warhol.
Miedo tecnológico: El miedo al apagón digital total. Al borrado de todos los archivos universales.