‘En tierra de hombres’, el testimonio de una de las primeras editoras literarias
En tierra de hombres, de la escritora y editora Adrienne Miller, recoge su propio testimonio como una de las primeras editoras literarias en un mundo dominado por hombres. Además, en toda esta jauría de egos, Adrienne Miller ahonda en las complejidades de su relación con Foster Wallace, que navega entre la admiración intelectual y el abuso psicológico.
En tierra de hombres. Sinopsis
A los veinticinco años, Adrienne Miller fue ascendida a editora literaria de Esquire, revista que durante décadas había dado forma al concepto mismo de masculinidad, acogiendo en sus páginas a autores como Carver, Hemingway o Mailer.
Miller trabajó en la revista GQ como asistente editorial. Más tarde se convirtió en la primera mujer editora literaria y de ficción de la revista Esquire, puesto que ocupó desde 1997 hasta 2006.
Cuando fue ascendida al puesto de editora, corrían los años noventa, la edad de oro del periodismo impreso. También era un momento relevante en el que las mujeres empezaban a ocupar los puestos de poder que hasta entonces les habían sido vetados. A nivel literario, fue el momento de la irrupción de David Foster Wallace como la voz de su generación.
Entre la admiración intelectual y el abuso psicológico
En tierra de hombres encontramos el retrato contradictorio que la autora hace de su relación profesional y sentimental con el autor de La broma infinita. Se adentra en los prestigiosos círculos editoriales de Nueva York dominados por hombres narcisistas, y ahonda en las complejidades de una relación personal con Foster Wallace que navega siempre entre la admiración intelectual y el abuso psicológico.
Una historia clásica de supervivencia en un mundo adverso que pone luz a una época y a unos personajes devorados por su propio ego.
Algunos fragmentos de En tierra de hombres
«Una noche, cuando [el editor/redactor de Esquire] Dave Eggers y yo nos estábamos bajando de un taxi […], él abrió la cartera para pagar y se le cayeron al suelo un montón de papeles y tickets de compra. Uno de ellos era su nómina. Me agaché a recogerlo y constaté con asombro que el salario de Dave en Esquire doblaba el mío. Se priorizaba a los hombres. Siempre tenían prioridad. Mi única opción, tal como lo entendía yo entonces: iba a tener que endurecer la piel. Tendría que aceptar los golpes; eso era lo que se esperaba, claro está.”
“Siempre había hombres interesados en ocupar mi puesto, y llegué a sentir como si tuviera que agitar constantemente una antorcha encendida a mi alrededor para proteger mi territorio. Pero ¿habían leído aquellos hombres alguno de los trabajos de ficción publicados en la revista? No me quedaba claro.”
“Un hombre dijo que ‘todo el mundo se preguntaba’ con quién me había acostado para que me dieran el trabajo.”