‘El tiempo que te doy’: la relatividad del tiempo y las relaciones
La serie estrenada en Netflix, está conformada por 10 episodios de 13 minutos. El tiempo que te doy, es un largometraje dividido en fragmentos. La conversión al formato de consumo rápido en una sociedad con prisas. Un acierto en la elección, así como en el argumento.
Creada por la propia protagonista Nadia de Santiago, junto a Inés Pintor Sierra y Pablo Santidrián. “Una serie original de Netflix, un amor original de Netflix”. Esos son los primeros letreros que aparecen en pantalla antes de dar comienzo a cada episodio.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia
Al inicio de cada episodio aparece: “un amor original de Netflix”. No obstante, la relación que se narra seguramente sea algo muy parecido a lo vivido en algún momento por la audiencia. La mayor virtud de la serie reside en esa originalidad que emerge de lo común. Un oxímoron hermoso y emotivo que da forma a una serie fácil de consumir.
Lina es la protagonista, interpretada por una exquisita Nadia de Santiago. Junto a Nico, interpretado también por un sobresaliente Álvaro Cervantes. Una ruptura y el proceso de superación de esta ¿Cómo se mide el tiempo? Cada episodio se divide entre presente y recuerdos. Una fórmula genuina y fresca que hace la serie más atractiva. Los minutos de recuerdos van disminuyendo conforme avanza la serie. Cada vez más tiempo presente. Y menos recuerdos. Porque el tiempo es relativo ante una situación u otra. La medida de este tiempo además depende de la protagonista.
Lina es la dueña de su tiempo y el personaje principal de la serie. El eje central es su forma de superar la ruptura. Así como el dejar fluir el tiempo para que cada cosa se ponga en su lugar… En este sentido, la serie acierta de lleno con el formato. Porque no hay nada más relativo que el tiempo al consumir una obra audiovisual. Episodios de 13 minutos que se visionan de forma rápida. Pero que provocan que la audiencia termine por consumir la temporada al completo con la duración de un largometraje. Sin darse cuenta. Porque los fragmentos temporales se experimentan de distinto modo si se consideran eso, fragmentos. Fragmentos vitales que transitan nuestra memoria ahora de una forma diferente a como lo vivimos en un pasado.
El tiempo que te doy, el tiempo que nos damos
Las heridas sanan con el tiempo. Las cicatrices que quedan son recuerdos de lo que alguna vez aconteció. Experiencias marcadas en nuestra piel que van dando forma a la persona que somos. El tiempo es inconmensurable e inexorable. Puede ir más rápido o más lento dependiendo de nuestra forma de vivirlo. De las circunstancias. La relatividad del tiempo está estrechamente ligada con las vivencias.
En la actual sociedad neoliberal el tiempo es uno de los hándicaps más extendidos. Porque “no tengo tiempo para nada”. Sin embargo, en nuestras manos está el aprovecharlo al máximo posible. A veces es necesario pararse a recordar. Otras, es esencial vivir el presente y exprimirlo hasta el último segundo. Porque los recuerdos son una pieza esencial en la vida de una persona. Pero no deben tomar el lugar de lo que estamos viviendo en la actualidad. En esa organización del tiempo presente, la mayoría de las personas lo dedican a otras. Pero ¿y nosotra/os? El tiempo que nos damos, también es crucial. Las relaciones interpersonales son una pieza angular en la vida de una persona. Pero es muy difícil dar algo a alguien, que tú no tienes.
El placer en leer un par de páginas de un libro. El viajar en solitario, conocer gente nueva y lugares. Dejar que los rayos de sol bañen nuestra piel mojada por el mar. Que inunden cada poro de esta generando una calidez inexplicable con palabras. Calidez que va secando la humedad y dejando tras su rastro una capa de costra salada. Sensaciones que en palabras resuenan vacías ante el resto de los sentidos.
Las relaciones de pareja y la perspectiva de género
En la actualidad hay una proliferación de series que abordan las relaciones afectivas. Desde una perspectiva más cruda y diversa como en Vida perfecta (Movistar+, 2019), hasta la más desoladora de Secretos de un matrimonio (HBO, 2021).
El concepto de amor y relaciones ha ido fluctuando con el paso del tiempo. El “amor moderno” tal y como se denomina la serie Modern Love (Amazon, 2019). Esas relaciones sumidas en un contexto neoliberal. Con prisas, sin compromisos. En la actual El tiempo que te doy, se aborda una relación convencional. Heteronormativa y monógama. Sin embargo, se transgrede el argumento a través del formato. Así como el foco en la mujer protagonista y el manejo de su propio tiempo. De su ritmo.
La teleserie sigue la misma línea minimalista e intimista que ya desarrolló el filme Los amores cobardes (Carmen Blanco, 2017). Con esa atmósfera más personal y emotiva que orbita alrededor de los personajes protagonistas. Como resultado, una serie construida en el lugar y momento correcto. Con la rica simplicidad repleta de los matices humanos más complejos.