‘El Test’, de Dani de la Orden: El ostentoso desencanto de la clase obrera
Anoche tuvo lugar en los cines Phenomena de Barcelona el preestreno de El test, de Warner. La última película dirigida por el prolífico Dani de la Orden (en el mismo fin de semana estrena su novena, ésta, y décima película 42 segundos) que lleva a la gran pantalla la obra de teatro de éxito y largo recorrido con el mismo título escrita por el dramaturgo y guionista Jordi Vallejo, quien se encarga aquí también de adaptar el libreto del mismo.
Las caras protagonistas de la función las forman un reparto formado por los todoterrenos Alberto San Juan, Miren Ibarguren, Carlos Santos y Blanca Suárez.
El test: Una sitcom cinematográfica
El test-película se convierte pues en una sitcom cinematográfica de personajes y espacio reducido (es un decir, ya que la película tiene lugar en una mansión de lujo) sobre las problemáticas surgidas en relación al dinero en un grupo de amigos.
La película se enunció con una premisa de alto concepto que tanto gusta a los blockbusters para lanzar el anzuelo al público ¿qué escogerías entre cien mil euros ahora o un millón de aquí diez años? Tal dilema será aplicado sobre el triángulo de personajes compuesto por Alberto, Miren y Carlos. Amigos de juventud los tres, matrimonio los dos últimos. Con ellos surge la posibilidad de llevarse a cabo tal dilema puesto que el personaje de San Juan es un nuevo rico a lo Gran Gatsby mientras que los de Miren y Carlos atraviesan dificultades económicas.
Sin embargo, lo que podría ser considerado como una ofensa sin vuelta atrás de manera casi unánime (para amigos como estos…), pasa a ser una opción a valorar por el matrimonio, aunque instigado principalmente por el personaje de Carlos. Una discusión sin solución concluyente dado que el personaje interpretado por Miren tiene un “inconveniente” de base, sus principios anticapitalistas.
Por encima de sus posibilidades
De entrada, es de agradecer ver una película en la que han considerado que el guion y los personajes van a ser parte importante de la producción, puesto que una de las tradiciones cinematográficas últimamente, pese a que los implicados lo nieguen, consiste en que lo más importante precisamente no sea el guion.
En ese sentido todos los mecanismos de comedia, tiempos, réplicas y giros funcionan perfectamente engrasados e ilustrados con el excelente acompañamiento de una realización visualmente sofisticada dentro de un imaginario de inspiración y estética publicitaria.
Pero otra cosa es la dirección de ese texto y la dependencia de él en los mecanismos. Esa acumulación y obligatoriedad de que el drama cambie de rumbo para sorprender al espectador cae en un cúmulo de giros por encima de sus posibilidades en un diseño de personajes ya de por sí cuestionables: hombres razonables y tranquilos frente a mujeres problemáticas por mucho que las capas que se descubran intenten añadir defectos a todos.
En el sentido dramático no es tanto el dinero el problema, sino las personas… pues “como las armas” … En el lado políticamente erróneo incluso tienen cabida pequeños gags en los que la premisa cómica barrerá a favor la xenofobia (la mentira del refugiado) o la homofobia (esos policías) en un momento típico donde la diversidad se confunde con una acción performativa contraria a lo que cree ser.
El test: ¿Qué escogerías, cien mil euros ahora o un millón de aquí diez años?
La película se decanta más por ser un entretenimiento a un film agitador de conciencias. Las risas no serán una herramienta, sino que prevalecerán frente a la provocación y la crítica pese a que lo intente tímidamente en su planteamiento. Y mejor así pues la tesis no solo conduce a “el dinero no da la felicidad, pero ayuda”, sino que “todos tenemos un precio”.
En su posicionamiento respecto al punto de vista de la historia, el narrador de El test se quedará con los personajes que en retrospectiva parecen de lo más tóxicos. Recordar el punto de partida y su comportamiento en base a lo que sabemos al final, les da un sentido maquiavélico, manipulador y cínico, peligroso en su mezcla con el barniz normalizador de comedia romántica.
Incluso aunque intente liberar de culpa al personaje del pobre en su última imagen, no deja de ser éste un ejemplo del “ostentoso desencanto de la clase obrera”. Un discurso sobre que lo más importante no es el dinero cuando se tiene. Pero tal vez la disolución sí sea el mejor final feliz, porque sí, estoy de acuerdo en que hay personas que siguen juntas porque no pueden permitirse lo contrario, y estos personajes están todos mejor separados que juntos.
Lo que sí que está claro, es que no incomodar al espectador en demasía juega a favor en la taquilla. Así que El test toma su decisión en relación a la disyuntiva de principios y dinero. Contradicciones curiosas, como que el militante Albert San Juan haya ido a parar a un papel que seguramente no hubiera aceptado Willy Toledo.