El futuro 1980
Los 80 están de moda, esto no es nada nuevo, pero estamos llegando a unos niveles preocupantes. Primero vinieron los de los vinilos, y ese: “es que el sonido del vinilo es mejor que ningún otro”. Vale, lo que queráis, yo soy más de mp3, pero lo aceptamos como barco. Pero es que, el otro día inauguraron al lado de mi casa un salón recreativo, repito, un puto salón recreativo con su Street Fighter y el Donkey Kong.
Tantos años de avances y gastando dinero para crear el famoso Fortnite, y ahora la peña acaba haciendo cola para jugar al Tetris en el recreativo del barrio, eso sí, pagando un euro la partida. Hay que ser muy usurero para ponerle ese precio, pero también hay que ser muy gilipollas para pagarlo, y de lo segundo hay más que de lo primero.
¿Futuro? No, gracias. Queremos volver a la Nochevieja del 87
Los humanos somos capaces de cosas sorprendentes, y una de ellas, es vivir en el tiempo que nos salga de las pelotas. Nos da igual que en el calendario ponga 2020, eso nos la sopla, queremos vivir en los 80 y lo vamos a conseguir. Si todos nos concentramos a la vez, somos capaces de hacer que pase otra vez el cometa Halley del 86. Decían que solo se podría ver una vez en la vida. Se equivocaban.
Lo del cometa fue algo mítico, pero mucho más impactante fue al año siguiente cuando a Sabrina Salerno, alias Boys Boys Boys se le salió un melón en medio del programa de fin de año del 87. No recuerdo mucho de ese día porque yo era demasiado chico, pero si recuerdo a mi padre con la mirada perdida, y a mi hermano de diez años diciéndome: “tío, este el mejor fin de año de mi vida”.
Entre recreativos, ferreterías y mercerías
Volviendo al tema de los negocios antiguos pero nuevos, o nuevos pero antiguos, da igual. Si Marty Mcfly viajase desde 1985 a 2020 y apareciera en mi barrio, justo entre el salón recreativo y la ferretería, porque estas últimas nunca se modernizan, creería que el DeLorean no funciona y lo vendería como chatarra.
Eso sería un problemón, ¿os imagináis que el joven Marty se queda en el futuro sin saberlo y acaba metiéndole cuello a su nieta? Pensadlo bien, si se lía con su nieta, su hijo podría llegar a ser su suegro, y sus futuros vástagos serian sus propios tataranietos. De pensarlo se me ponen los bellos de puntas.
Creo que el tipo del recreativo y el de la ferretería deberían asociarse y montar algo nuevo e innovador, un videoclub o una mercería.
Lino
En mi barrio había una mercería donde uno podía encontrar todos los botones del planeta, y de cualquier época. Una vez fui buscando un botón para una chaqueta muy antigua de mi abuelo. La dueña se quedó mirando el botón que le llevé como si no supiera qué era, desapareció en la trastienda y apareció con un cajón del tamaño de Portugal. Era imposible encontrar algo allí, pues lo encontró. No recuerdo lo que pagué por él, pero la mujer hasta me lo cosió.
Eso ya no existe, digo lo de las mercerías. Ahora te falta un botón en una chaqueta del Zara, y tienes que comprarte otra. Y eso con suerte, porque si han transcurrido más de 24 minutos exactos desde que la compraste, han pasado dos temporadas y tu chaqueta ya no se fabrica.
Chaquetas de yonki para ser mega-moderno
Ahora hay peña súper joven que va por ahí paseándose sobre bicicletas de la marca Motoretta; con bigotillos como el que mi padre lucía en mi bautizo (eso tiene delito), móviles Nokia 5110, y van vestidos con la parte de arriba del chándal, ese con las rayas moradas, el de las mangas tan anchas que si ponías los brazos en cruz, parecías un ala delta. Y si te pillaba una ráfaga de viento con los brazos extendidos, te dejaba en la tercera planta de algún bloque del barrio.
Esa chaquetilla era tan ancha, que creo que solo existía una talla, ahí entraba todo tipo de cuerpos, pero si eras delgado, como era mi caso, parecías un yonki. Recuerdo que cuando me tocaba gimnasia en el colegio siempre evitaba pasar por las zonas chungas del barrio para que no me parase la policía, era vergonzoso que te hicieran desmontar el bocata de Nocilla para demostrarles que no llevabas nada dentro.
– “Señor agente” (esta expresión es muy de yonki), voy vestido así porque hoy a tercera hora me toca gimnasia con la señorita Lucía.
– ¡Cállate pedazo de mierda! Y ábreme esa cosa sospechosa envuelta en papel de plata.
¿Un caramelito Chimos?
Hablando del papel de plata, ¿alguien recuerda los caramelos Chimos? Hubo una época en mi barrio en que, esos caramelos se vendían más por el papel de plata que los envolvía, que por los caramelillos en sí. Fue una época chunga esa…
Si mi madre no hubiese hecho reformas en el piso hace años, ahora mismo estaría en la cresta de la ola de la moda, pero la cagó, quiso ponerlo “moderno”, y ahora se encuentra anclada en el pasado. Las paradojas de los viajes en el tiempo son así, cuando vas de moderna eres antigua, y cuando vas de antigua eres moderna.
Lo que mi madre nunca ha cambiado es la vajilla. Aún mantiene esa antigua de vidrio color ámbar fabricada de plutonio enriquecido. Algo irrompible y que vuelve a estar de moda, me alegro. Ahora todos tenemos los mismos platos y vasos de Ikea, tanto es así, que cuando alguien me ofrece algo de beber en un vaso que no es de Ikea, lo toco como con miedo.
Hablando del chándal, me he acordado de Luis Aragonés
A mí no me gusta el futbol, pero recuerdo que cuando veía a este hombre en la televisión siempre iba vestido con su chándal, y uno no tenía dudas de que estaba ante un entrenador de fútbol (o de cualquier otro deporte). Pero ahora que todos van de traje, uno no sabe si está viendo a un político, a un banquero, a un entrenador de fútbol o a uno de Tecnocasa.
Desde aquí rompo una lanza en favor de los chándales del mundo (el plural de chándal es tela de hortera). A mí personalmente me hizo la infancia más difícil, pero ahora los hay con las mangas pegadas a los brazos y sin rayas moradas en el pecho. Ahora es cuando uno puede ponérselo sin miedo a que lo pare la policía, bueno, eso tampoco es muy cierto. Señores entrenadores, usen el chándal, si ustedes no los usan ¿Quién lo hará?
Running + walkman: el deporte del futuro
Creo que seguramente lo seguirán usando los rusos, estos sí que son mucho de esta prenda tan versátil. De hecho, creo que algunos hasta se casan con ellos: chándal y cadena gorda de oro por fuera. Ahora entiendo por qué muchas rusas se echan un novio por internet.
Me acabo de acordar del grupo musical Parchís, ¿os los imagináis vestidos de trajes y corbatas cantando el cumpleaños feliz? No sería lo mismo. Y es que está claro que el traje no es para todo el mundo, ya lo dijo José Mújica.
No quiero despedirme sin decir que el otro día vi en el parque de mi barrio a un tipo que iba corriendo con un walkman. Ahora que hay dispositivos pequeños donde uno puede acumular más de 4.000 canciones, llega un listo y se pone a correr con un aparato que pesa lo mismo que una batería de coche. Desde luego somos todo inteligencia… Bueno, os dejo que he quedado con unos colegas para jugar a la lima.
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