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‘El desorden que dejas’, una serie fast food que no deja buen sabor de boca

Lo mejor de la serie, El desorden que dejas, de Netflix, son los impresionantes paisajes gallegos, los títulos de crédito, la canción de Xoel López y la actriz Bárbara Lennie, que, pese a un guion bastante desastroso, consigue un papel digno. Lo peor, todo lo demás. Una historia poco creíble, malos acentos, interpretaciones forzadas e idas de olla de guion que te sacan de la historia. Una serie fast food para espectadores poco exigentes. El listón en series está muy alto. Ya no vale todo.

Bárbara Lennie (Viruca) y Arón Piper (Iago) en ‘El desorden que dejas’.

Tenía ganas de ver El desorden que dejas. Me apetecía. La premisa era buena: un thriller ambientado en una zona rural del interior de Galicia con dos actrices protagonistas (mano a mano), un misterio que resolver y ocho capítulos, para ver de una (o dos) sentadas. Todo prometía. Sin embargo, las ganas se desvanecieron pronto. Una pena, sobre todo si tienes en el reparto a actrices de la talla de Bárbara Lennie.

Los primeros episodios tienen un pase, pero a medida que la historia empieza a complicarse, el guion hace aguas por todos lados. La serie está basada en la novela homónima (Premio Primavera de Novela 2016) escrita por el propio creador de la serie, Carlos Montero, que, por cierto, es también cocreador de la exitosa serie Élite. Parece que Netflix y Montero han intentado alargar la estela de éxito de Élite aprovechando ‘el tirón’ con esta nueva producción. El resultado es una serie de consumo rápido, poco meditada, descafeinada y de baja calidad.

El desorden que dejas podía haber sido una buena historia de mujeres

Podía haberlo sido, pero no lo es. Las acciones de las protagonistas son poco reflexivas. Se presentan dos personajes femeninos que caminan sobre arenas movedizas desde el principio hasta el final. Se repite el cliché de la mujer que actúa por impulsos, eminentemente emocional, que no reflexiona casi ninguno de sus actos. Actúan y luego observan el desastre.

No hay nada racional en estos personajes. Y luego está lo de: “ahora estoy tan preocupada y desorientada en la vida que me voy a follar a este y después al otro y así os enseño un poco de teta, que, a estas alturas de la serie, no está nada mal”. Por favor…

Todo es un batiburrillo de pensamientos y acciones adolescentes marcadas por subidas y bajadas hormonales. Y lo del feminismo a esta serie no se lo veo por ningún lado, a excepción de las referencias a escritoras que se hacen a lo largo de las clases de literatura.  

Personajes huecos, sin chicha ni limoná, que hacen lo que pone en sus líneas de guion sin que las acciones se sostengan. No hay nada antes y no hay nada después. Todo es un aquí te pillo, aquí te mato, que te hace creer que hay algo más, algún plan oculto en el guion que hará que todo cobre sentido. Pero eso no llega a pasar nunca, aunque la serie está llenita de cliffhangers, eso sí, para que enganche como una droga mala.

Por no hablar de que Montero emplea la misma fórmula que en Élite. Una muerte al comienzo; flashbacks que nos van dando pistas sobre qué pudo pasar; giros de guion poco hábiles para intentar despistar y, por fin, la resolución del caso. Más de lo mismo.

Quizá hubiera sido más interesante explotar al máximo esa especie de mímesis que se establece entre Raquel, el personaje interpretado por Inma Cuesta, y Viruca (Bárbara Lennie). Por ahí la cosa hubiera mejorado…. ¿No crees?

Inma Cuesta en ‘El desorden que dejas’.

El desorden que nos deja esta serie

Al halo de misterio que esta serie pretende recrear le viene bien la lluvia gallega, pero el suspense no llega en ningún momento. Se queda en las buenas intenciones. Es muy complicado empatizar con alguno de los personajes o cogerles el más mínimo aprecio. La historia no tiene buenos cimientos y asoman los desconches y las grietas a poco que rasques en la pared.

La suerte que ha tenido Montero es haber contado con actores y actrices que han intentado cubrir el expediente de la mejor forma posible, teniendo en las manos un guion complicado de defender. Aunque, me consta, que los espectadores y espectadoras gallegos verán más de una patinada grave en los acentos. Otra muestra más de la filosofía fast food con la que está hecha esta serie.

Después de haber empleado ocho horas en ver El desorden que dejas, me quedo con los fascinantes paisajes gallegos, muy bien escogidos: el pueblo de Celanova en Ourense que recrea la mayoría de los enclaves del ficticio pueblo de Novariz, el edificio del instituto, o el embalse de las Conchas y las Termas romanas de Bande, ambos espacios naturales también en la provincia de Ourense. Los títulos de crédito y la canción de Xoel López también son una maravilla.

Si ves esta serie, seguro que puedes pasar un rato medio agradable, no te digo que no, pero no esperes ver una buena serie. Al menos, esa es mi opinión. Esperemos que después de cerrar así 2020, en 2021 las producciones españolas para Netflix recuperen caminos de mayor calidad. Los espectadores reclaman buenas producciones, buenas historias, no productos fast food basados únicamente en conseguir un rápido beneficio económico.