Haciéndonos añicos con ‘El castillo de cristal’
En poco más de 15 años, El castillo de cristal se ha convertido en un clásico moderno de la literatura norteamericana. Desde su publicación original en marzo de 2005, se mantuvo en la lista de libros más vendidos del New York Times (tanto en su edición de tapa dura como en la posterior de bolsillo) durante 440 semanas.
Pese a ser objeto de censura entre ciertos círculos literarios por su lenguaje y contenido explícito, fue galardonado con el premio Alex de la Asociación de Bibliotecas de Estados Unidos en 2006.
Hablando de Jeannette
Su autora, Jeannette Walls, nació en Phoenix, Arizona, en abril de 1960. Desde finales de los años 80 se labró un nombre como columnista en diversos medios sensacionalistas tales como la New York Magazine, la revista Esquire, o USA Today.
El castillo de cristal fue su punto de ruptura con la prensa amarilla y las columnas de sociedad. Dicho libro la puso a la altura de otras grandes escritoras de memorias de las que ya nos hemos declarado admiradores en Lasfurias, tales como Joan Didion o Mary Karr.
La historia de la familia Walls transcurre en el límite entre el orden y el caos, como la parte superior de un fuego, donde el mundo parece disolverse en un tembloroso espejismo de calor.
Aunque los hechos relatados en el libro sean reales, aparecen descritos en clave de novela. Por eso, desde este momento en adelante nos referiremos a El castillo de cristal como tal.
Una bocanada de aire puro
Las personas ricas de las ciudades, decía, vivían en apartamentos suntuosos, pero su aire estaba tan contaminado que ni siquiera podían ver las estrellas. Tendríamos que estar chalados para querer cambiar nuestro lugar por el de cualquiera de ellos.
El castillo de cristal.
La narración comienza en Nueva York, cuando una Jeannette adulta se encuentra con su madre sintecho y se reúne con ella para comer.
Después de esta breve introducción, el libro viaja atrás en el tiempo y cuenta la vida de su protagonista desde la más tierna infancia hasta su adultez. Los Walls son lo más alejado de una familia convencional americana que uno se podría imaginar. De hábitos nómadas, se trasladan de California a Phoenix, pasando por Nevada y San Francisco. Hostigados por distintos acreedores, pasan largas temporadas viviendo a la intemperie, en pleno desierto, en casas abandonadas, etc.
Con el paso de los años, se establecen en Welch, el pequeño pueblo de Virginia Occidental de donde el padre es nativo. Rex Walls es, probablemente, el personaje más interesante de la novela, aunque no siempre por buenos motivos. Inteligente y decidido, está versado en Física, Astrología, Geología, y demás ciencias. Además, tiene un pasado en el Ejército del Aire norteamericano, donde ejerció como piloto y mecánico.
Todos estos conocimientos se los inculca a sus hijos, a los que educa a su manera. Y es que Rex no cree en el sistema educativo, ni en nada que esté regulado por las instituciones de su país, al que considera poco menos que fascista.
Pero la aportación más notable que Rex hace a su familia es el sueño irrealizable de un castillo de cristal. Él muestra una confianza absoluta en que la suerte le sonreirá algún día y que será capaz de construir por sus propios medios esta vivienda fantasiosa en la que todos podrán vivir en perfecta armonía al margen de la sociedad.
Jeannette es su mayor apoyo en esta descabellada empresa. La ilusión de este castillo imaginario permanece durante casi todo el libro, haciendo la realidad aun más dura, si cabe, por contraste.
Dolores de crecimiento
Una vez vi un retoño minúsculo del árbol de Josué no muy lejos del viejo árbol. Quise desenterrarlo y replantarlo cerca de nuestra casa. Le dije a Mamá que lo protegería del viento y lo regaría todos los días, para que creciera fuerte, alto y erguido. Mamá frunció el ceño.
«Estarías destruyendo aquello que lo hace especial», señaló, «Es la lucha del árbol de Josué lo que le proporciona su belleza».
El castillo de cristal.
Rex es un alcohólico empedernido que alterna momentos de gran ternura con otros de violencia extrema. Su excéntrico estilo de vida, aun cimentado en razonamientos sólidos, le impide mantener un trabajo, y arrastra a su familia a situaciones de peligro mortal y pobreza.
Rose Mary, su mujer, tampoco es precisamente una madre ejemplar. De temperamento artístico, cultiva en sus hijos el gusto por el dibujo, la pintura, y la literatura. Sin embargo, sus ciclotímicos estados de ánimo la convierten en una persona volátil y negligente, con la cual resulta extremadamente difícil empatizar en varios puntos de la novela.
Fruto de semejante matrimonio son Jeanette, Lori, Brian y Maureen. Todos ellos destacan por su nivel cultural e intelectual por encima de los demás niños de su edad, así como por su capacidad de supervivencia en circunstancias prácticamente infrahumanas. Sin embargo, tienen serios problemas de adaptación cuando sus padres se ven obligados a escolarizarlos, así como en cualquier otro contexto que no sea el de su disfuncional familia.
Lori es la más cerebral y, por tanto, la que más sufre. También la que hereda la vocación de su madre para las artes, aunque de una forma mucho más responsable y contenida.
Jeannette, que ejerce de narradora de la historia, es la favorita de su padre. El vínculo existente entre ambos resulta conmovedor, y recrudece algunos de los momentos más desgarradores de la novela. Las ruinas metafóricas del castillo de cristal caen con mayor fuerza sobre ella a medida que pasan los años y se da cuenta de que Rex, en lugar de un héroe de fantasía, es un hombre inestable y destructor.
Brian, por su parte, es el más terrenal de sus hermanos. Habilidoso con las manos, es la fuerza masculina positiva de la familia. También el fiel acompañante de Jannette en la mayoría de sus desventuras.
Maureen, finalmente, vive al margen del resto, y encuentra refugio en otras personas en cuanto que tiene oportunidad de hacerlo. Irónicamente, parece heredar varios de los trastornos de sus padres, y termina pasando por una institución mental, víctima de esquizofrenia.
Volviendo a las raíces
Mientras estuve sentada charlando con Ginnie Sue, incluso me olvidé de que era una puta. Aunque trabajar de puta sí tenía una ventaja: permitía poner un pollo sobre la mesa.
El castillo de cristal.
Los tres hermanos mayores hacen piña frente al desorden de Rex y Rose Mary, y sobreviven como alimañas a la desnutrición, al frío y al abandono. Posteriormente, son ellos los que se hacen cargo de sus padres, cuando estos llegan a su límite y terminan malviviendo por las calles de Nueva York.
Su espíritu de supervivencia es uno de los aspectos de una novela que podría calificarse como dura, desde luego, agresiva, incluso, pero nunca triste o lastimera. Jeannette narra los acontecimientos que marcaron su vida con una naturalidad asombrosa, dando muestras de inteligencia, actitud, y sentido del humor.
Y es que El castillo de cristal es un best-seller que te hará añicos, pero salpicado de situaciones grotescamente humorísticas. Ejemplo de ello es el episodio en que Rex se cuela con sus hijos en la jaula de un guepardo en el zoo de San Francisco; o cuando Jeannette y Brian patrullan las calles de su vecindario en Phoenix, cuchillo en mano, en busca de agresores sexuales.
La novela trata, en esencia, acerca de abrazar tus raíces y aceptar quién eres, sin necesidad de estancarte o dejar de esforzarte por alcanzar cotas mayores. También acerca del afecto entre padres e hijos, que traspasa circunstancias personales, no importa cuán rocambolescas sean.
En El castillo de cristal Jeannette Walls mira de frente a la pena y se ríe un poco de ella, aun sin perderla de vista. De paso, nos embulle en una realidad muy distinta de la del sueño americano, y nos muestra sus recovecos más sórdidos y marginales.
Su primera edición en español fue lanzada originalmente en enero de 2012 por Punto de Lectura. En marzo de 2021, fue relanzada por la editorial DEBOLSILLO, y puede conseguirse fácilmente en librerías.
Un castillo de celuloide
En agosto de 2017 se estrenó una adaptación cinematográfica de la novela, con el mismo título. Esta fue dirigida por Destin Daniel Cretton, y protagonizada por Brie Larson, Woody Harrelson y Naomi Watts.
La película recibió buenas críticas en general, pero se vio algo perjudicada por el éxito de Captain Fantastic, de temática similar, el año anterior.
Aun manteniéndose fiel a los hechos narrados por Jeannette, presenta algunas diferencias con la novela que, por otra parte, la convierten en un producto conmovedor y disfrutable de forma independiente.
En los créditos finales, sin embargo, la película realiza un bonito homenaje a la autora y su familia, mostrándonos fotos reales de los Walls a lo largo de los años.
Tanto en letra impresa como en film, el sueño del castillo de cristal permanece intacto y nos acompaña en nuestras propias quimeras personales.