‘Dune’ de Frank Herbert o las lecciones del pequeño ratón del Desierto
—El hijo de un Duque debe saber acerca de venenos —dijo—. (…) Este es uno nuevo para ti: el gom jabbar. Solo mata a los animales.
—¿Pretendéis insinuar que el hijo de un Duque es un animal? —preguntó.
Dune
—Digamos que sugiero que puedes ser humano —dijo—.
Frank Herbert AMABA la ecología. La amaba hasta el punto de vivir en una granja autosostenible. La amaba como para meditar a menudo sobre ella. Quizás este amor vino de alguno de los muchos trabajos que tuvo que ejercer (enfant terrible con escasa capacidad de concentración o capacidad de asentamiento, pero que alcanzaba profundidades geniales cuando algo captaba su volátil interés.)
El mismo declara que Dune nace de un informe que tuvo que realizar sobre los nichos ecológicos de las dunas de arena de Oregón, para el que recogió tal volumen de datos que resultaba excesivo para emplearlos, y de la Historia y la Decadencia del Imperio Romano de Edward Gibbon. Se sentó unos cuantos años a combinar estas y otras complejas temáticas en una ambiciosa obra de extensa trama, con numerosos personajes.
Alcanzó una novela de trasfondo galáctico con ecos de pasado y de futuro, llena de fintas, luchas por el poder, traiciones, acción y un profundo análisis predictivo del papel como agente del cambio del ser humano. Es decir: su potencialidad y capacidad para crear y dirigir su propia Historia. No se puede negar que sigue siendo a día de hoy un tema relevante para el futuro, como toda buena historia de ciencia ficción.
Ahora que nos enfrentamos a la realidad terrible y el potencial Apocalipsis del cambio climático generado por la contaminación humana, probablemente más relevante que nunca. Analicemos lo que él vio hace ya unos 60 años.
Y así es Arrakis, Dune:
Dune mezcla aventura, misticismo y política. Nos lleva a un universo donde la Humanidad se expande por sus rincones en forma de un Imperio creciente. En miles de años, se ha fundado una importante hermandad, las Bene Gesserit, un grupo de mujeres que juega un papel importante en la vida social, religiosa y política. Sus habilidades están muy cotizadas, pues poseen capacidades espirituales y mentales superiores sobrehumanas y ejercen de espías y consejeras.
Luego están los Mentats, computadoras humanas capaces de hacer operaciones muy complejas en milisegundos. Sustituyendo a las antiguas máquinas dado que la tecnología es casi religiosamente rechazada debido a la Yihad Butleriana. Una limpieza tecnológica considerada necesaria en el remoto pasado por el daño que su uso indiscriminado había provocado.
La dificultad del viaje espacial ha convertido las Colonias en feudos gestionados por familias de sangre noble, que rinden pleitesía al Emperador de la Casa Corrino, dirigente del Imperio Humano.
Aunque este sea el poder supremo, depende a su vez del consejo de Casas o Lansraad, en un sistema claramente feudal (las conspiraciones y guerras entre casas son muchas) y de la Cofradía de Navegantes, la que posibilita el viaje espacial, gracias a una mutación que les permite pilotar en el espacio profundo.
Quien controla la especia, controla el universo
En general, TODAS las imprescindibles mutaciones son derivadas del alto consumo de una sustancia fundamental en este universo que rechaza la tecnología y apuesta por el desarrollo genético especializado, y en torno a la que gira toda la trama: la melange, la especia geriátrica.
Usada por muchos para alargar su vida o por puro uso recreativo.
Repartida por la compañía CHOAM aunque siempre bajo la supervisión del Emperador, — que impone el orden y se asegura el control económico con su ejército de tropas tradicionalmente imbatibles, los Sardaukar—, consumida en grandes cantidades (cosa que hacen todas las Hermandades por un motivo u otro), puede provocar mutaciones permanentes cuyo primer síntoma es volver todo el ojo de un azul intenso.
Pero con el tiempo llegaran a la potenciación de las capacidades mentales, físicas, o incluso como los poderes oraculares. Esos poderes permiten a los Navegantes predecir posibles desastres en el viaje espacial mientras pliegan el Espacio para viajar por él.
Esta droga esencial, motor de la economía, solo se produce en un lugar en el Universo, y nadie sabe muy bien cómo: Arrakis, conocido coloquialmente como Dune, un planeta casi totalmente desierto donde el agua es una necesidad y un lujo. En él las casas nobles se dedican a la extracción esquivando los anecdóticos ataques de los nativos del planeta, los Fremen. Guerrilleros de ojos enteramente azules, nómadas desharrapados del desierto pero peligrosos. Y los guardianes de la especia, los kilométricos Gusanos de Arena que aparecen ante cualquier sonido en las dunas.
Dios creó Arrakis para probar a los fieles
Este es el escenario en el que al comienzo de la novela, la casa Atreides de Caladan, el mundo-océano, es encomendada por el Emperador para viajar a Arrakis y tomar el control de la extracción y distribución de la especia, cargo que es un regalo envenenado.
La vida en Arrakis es muy dura, con una escasez de agua tan brutal que en el desierto profundo la gente recicla el agua de los cuerpos de los caídos para sobrevivir y crear reservas, porque no hay otras fuentes. Ese es el nivel de necesidad. Y por si fuera poco, la casa que lo gestionaba antes de ellos, los Harkonnen, son enemigos tradicionales del Duque Leto Atreides. El Emperador intenta frenar su expansión en la espera de que ambas casas se enreden en su vendetta tradicional.
Los Harkonnen son reputados por gobernar a través del poder crudo y el miedo. Los Atreides basan su expansión floreciente en su capacidad de generar lealtad en sus súbditos a través de una guía sensata y empática.
Este es el panorama con el que se encuentra el hijo y heredero del Duque, un especialmente maduro joven de 15 años llamado Paul Atreides, entrenado por sus cortesanos y su padre para gobernar y luchar, y por su madre, (la Benne Gesserit Dama Jessica), en los caminos de la política, la sugestión de la mente y el dominio prana-bindu del cuerpo.
Ahora todos deberan enfrentarse al reto de comprender y gobernar este mundo tan hostil en apariencia para la vida humana, pero tan clave para la Humanidad, sin morir en el intento…
La más alta función de la ecología es la comprensión de las consecuencias.
Lyet-kines, lider fremen
El humano y el animal político en Dune
Este escenario de acción que retoma una vez más la temática del viaje iniciático del adolescente en el mundo adulto, es el de un mundo que para ser de ficción es particularmente realista y complejo.
Recoge temas menores, pero importantes en el conjunto de la obra como el fundamentalismo, el mesianismo, la eugenesia, la violencia, el condicionamiento de masas, la esencia del liderazgo y de lo que significa ser humano, las consecuencias del abuso de las muletas para el desarrollo.
Sobre todo y en definitiva: la política, entendida según el concepto del mundo clásico, como agente de la evolución y el movimiento en masa comunitario. Como una voluntad de servicio a la comunidad, en aras de un bien mayor para esta.
En ese sentido, Herbert extrae su inspiración, claramente, del concepto aristotélico.
“El hombre es un animal político.” Es decir: el hombre se diferencia de los animales, entre otras cosas, porque vive en sociedades organizadas políticamente, en cuyos asuntos públicos participa, con el objetivo de lograr el bien común: la felicidad de los ciudadanos.
Continuamos parafraseando al estagirita:
“Consideremos, en primer lugar, que propone al hombre dentro de la categoría de los animales, con los cuales comparte características. El hombre es un ser gregario, social, que vive en comunidades (la primera: la familia), asociándose con otros individuos o grupos de individuos (familias, clanes) en función de objetivos comunes: la supervivencia, la protección, el alimento, la procreación. No obstante, el hombre se diferencia del animal en diferentes aspectos. El hombre es un ser social por naturaleza, que no puede vivir aislado y sin contacto social; un hombre solitario solo podía ser un ser superior (dios, héroe) o inferior al hombre (bestia), pero nunca igual.”
¿Qué nos dicen las estrellas que es la política?
La función última de las Benne Gesserit es LA POLÍTICA.
Tal y como muestra la escena del Gom-jabbar, que no es otra cosa que un cribado lo que la Reverenda Madre hace es distinguir si una persona se comporta como un animal o como un ser humano evolucionado, a través de la capacidad del control de los impulsos inmediatos, la capacidad de predecir las consecuencias y ser capaz de actuar con base en ello de forma eficiente: poder planear, y ejecutar el plan.
Capacidades que serán imprescindibles para cumplir un fin político último, para ser útil a la raza humana y conseguir dirigir los acontecimientos hacia el beneficio de la Humanidad y la comunidad. Es, también, por desgracia, eugenesia, y ese es un tema controvertido. Pero en fin, ese es otro cantar. De todas formas, es innegable cuantas veces hemos deseado una casta política así…
—¿Qué hay en la caja?
—Dolor.(…)
—¿Has oído hablar de los animales que se devoran una pata para escapar de una trampa? – dijo la vieja mujer—. Esa es la astucia a la que recurriría un animal. Un humano permanecerá cogido en la trampa, soportará el dolor y fingirá estar muerto para coger por sorpresa al cazador y matarlo, y eliminar así un peligro para su especie.
(…)
—¿Por qué me hacéis esto? – preguntó.
Dune
—Para determinar si eres humano.
Y el fin último de la política según Herbert, no es la ambición personal, sino la mejora de las condiciones de vida del ser humano. Aristóteles otra vez:
“A la participación del hombre en los asuntos públicos del gobierno y el Estado se le llama política. La política es una rama de la moral que se ocupa de las actividades por medio de las cuales una sociedad resuelve los problemas que plantea su convivencia.”
Dune: De la ética o su inexistencia en Arrakis
De la moral. Que concepto tan bello. Aunque la moral forme parte del concepto aristotélico, Herbert no se distrae por esos pagos.
Los Atreides NO son buenos, son funcionales, emplean una estrategia para encauzar los pasos de su sociedad ligeramente más eficiente que otras. Aunque no dudan en tomar decisiones duras o poco éticas si es necesario, en ocasiones.
El problema con los Harkonnen, ya desde el principio de la novela, no es que sean malos; es que son poco eficientes, llevados por sus impulsos inmediatos, con no mejor estrategia que un animal, y por tanto ralentizan los objetivos imperiales.
Por tanto, y gracias a que en contraposición tienen a los Atreides como alternativa viable, pierden el poder. El mundo de Dune no es de blancos y negros absolutos, sino plena y absolutamente funcional. Todo se encamina al Fin Superior, por encima de un fin superior. Tan complejo como la vida real.
El cuerpo es de la persona, el agua es de la tribu
Y lejos de objetivos más temporales y personales, Herbert, por fin, lo tiene muy claro. Ese fin último y superior que hará que la comunidad viva mejor, no es otro que un fin TERRAFORMADOR, un fin ECOLÓGICO.
La conservación de una ecología estable y deseable para todos, en especial para las personas. Apta para mantener la vida durante muchos siglos. La mejora del ser humano, usar su amplia capacidad de sacrificio y transformación, para tomar decisiones difíciles y cuyo beneficio inmediato no se aprecia a corto plazo, pero que a la larga dejará un panorama óptimo y no un páramo con apenas capacidad para mantener la vida. Todo un visionario, ya en el 65.
En su mundo el ser humano ha de ser consciente de su papel en el cambio, y optimizarse constantemente y a su entorno. Sin estancarse en callejones sin salida evolutivos o destruirse con todo en el proceso al elegir siempre la solución fácil, el pensamiento animal, a corto plazo.
Hay una dicotomía aquí con el papel de los Fremen, cuyo comportamiento es visceral. Pero es que ojo, Herbert, el ecólogo, comprende que incluso sin la capacidad de prevenir, los animales no son perjudiciales en sí. Nada en este mundo lo es.
Es posible que en esas dunas de Oregón contemplara saltar a los pequeños jerbos, alimentándose del rocío y de la poca hierba que encontrasen, extendiendo las semillas de las plantas involuntariamente, aportando el compost de su descomposición para que más plantas fueran generadas, y con ellas aumentar el escaso ciclo del agua.
Y meditase que ese movimiento masivo fundamental podía ejercerse por un impulso tan irreflexivo y potente como el del instinto natural.
Hola, fundamentalismo
En el Universo de Dune, para que el ser visceral actúe políticamente, en masa, basándose en un objetivo comunitario consensuado, existe un mecanismo de condicionamiento mental que las Benne Gesserit conocen bien: la religión.
La religión y las doctrinas fundamentalistas.
Los Fremen son una poderosa fuerza de trasformación y movimiento unificado gracias a ambos, y no necesitan pensar para ello.
Se convierten en fuerzas políticas a considerar gracias a las ideas externas implantadas por el ecólogo imperial, Lyet-Kines, que por suerte lo que desea es mejorar el clima de Dune y las condiciones sociales… pero que no hace otra cosa que emplear su capacidad de planificación para dirigir a las masas, dándoles consignas de fe, para que se muevan en conjunto sin necesidad de pensar. El análisis social es estremecedor, pero tremendamente preciso.
Pero el Universo de Herbert es benévolo con esto a la par que crítico, porque para él el Fin Último del ser humano es la mejora del entorno social, el cambio ECOLÓGICO. Pensad en ello aplicado al deshielo en los polos o a la sustitución de los materiales fósiles o contaminantes por energía limpia.
Política, religión y fundamentalismo, por una vez, al servicio de la evolución humana. Servir en lugar de solo tomar. Sería interesante.
La Presciencia de la Especia
En el universo de ciencia-ficción de Dune, los Atreides no toman el poder por ambiciones personales, y lo hacen casi con desgana. Se marcan como objetivo mejorar la vida de los suyos en medidas de tiempo de cientos de años, a escala planetaria o incluso universal. El mensaje que nos envía es claro: si algo así se consiguiese en el mundo real, el nuestro no sería un planeta al borde de la extinción.
Las personas, sea su comportamiento de ser humano o visceral, son millones, un agente para el cambio definitivo y su poder transformador, cuando se mueven al unísono durante largos periodos de tiempo, su acción transformadora es inconmensurable.
Lo hemos demostrado para la destrucción de los ecosistemas; pero usarlo para la supervivencia planetaria, esta también, siempre, ahí, como la otra cara de la moneda.
Y eso es lo que Herbert nos plantea, en la mejor tradición de la ciencia-ficción: contemplar uno de los muchos futuros probables, un posible camino a seguir.
Para él, no es problemático que existan personas impulsivas, sino que lo sean los que tienen la posición o la capacidad innata de DIRIGIR a las masas. La mala interpretación de la función política tanto de estos como de la Humanidad, o que no sean capaces de ver los problemas graves a largo plazo, de planificar, de sacrificarse, en aras de un bienestar futuro generalizado.
Un libro visionario y demasiado actual, aunque es posible que a la pantalla solo lleguen los elementos épicos, dejando de lado los más interesantes, pero también más controvertidos. Sería interesante ofrecer ese necesario mensaje a las nuevas generaciones, no obstante.
Mientras aún queden, por supuesto.
Dune es un libro con la presciencia bendita de la Especia que a su modo también marca la necesidad de seguir el camino que se puede adivinar, enorme, enrevesado y completamente básico en cualquier biblioteca. Todo un must de la imaginación humana que será interesante ver trasladado, una vez más, a la gran pantalla. Y una lección encubierta sobre todos los posibles futuros para nosotros y los que queden por venir. Imprescindible.
–Ahora, ¿qué nombre de adulto escoges tú para que puedas ser llamado delante de todos? – preguntó Stilgar.
–¿Cómo llamáis a aquel pequeño ratón, el ratón que salta? – (…)
–Lo llamamos un muad’dib -dijo Stilgar. ¿Puedo ser conocido entre vosotros con el nombre de Paul-Muad’Dib?
Dune
–Eres Paul-Muad’Dib -(…) La elección nos gusta, Muad’Dib es sabio a la manera del desierto. Muad’Dib crea su propia agua. Muad’Dib se esconde del sol y viaja en el frescor de la noche. (…)Llamamos a Muad’Dib «maestro de niños». –
Las sagas de Dune
La trilogía inicial de Herbert, Dune (1965), el Mesías de Dune, (1969) Hijos de Dune, (1976) y tres volúmenes más firmados por él, Dios Emperador de Dune,(1981) Herejes de Dune (1984) y Casa Capitular Dune (1985) , mas las secuelas y precuelas perpetradas por su hijo, Brian Herbert, con ayuda, y dos trilogías, Preludio a Dune (1999-2001) y Leyendas de Dune, (2002-2004) mas los libros Cazadores de Dune (2006) y Gusanos de Arena de Dune, (2007).