‘Drive My Car’: un silencio vale más que mil palabras
La nueva película japonesa de Ryûsuke Hamaguchi es un éxito indiscutible. Nominada en los Premios Oscars 2022 a Mejor Película, Mejor Director (Ryusuke Hamaguchi), Mejor Guion Adaptado y Mejor Película Internacional. Un dulce y a la vez amargo bocado de la vida. Adaptación del relato homónimo de Haruki Murakami. Pequeña historia dentro del libro Hombres sin mujeres. Drive My Car es un escueto relato adaptado de forma espléndida a un largometraje de 3 horas de duración.
La habilidad de trasladar un relato literario a la pantalla
Las adaptaciones de novelas son uno de los recursos más utilizados por lo/as guionistas. No obstante, no siempre se obtiene una crítica positiva por parte del/a autor/a del libro. El caso de El Resplandor (1980) es paradigmático. Una novela de Stephen King (1977) adaptada por Stanley Kubrick. A pesar de las críticas del escritor hacia el filme por el escaso parecido con su homónimo, el éxito de la película es incuestionable. En la presente obra audiovisual escrita por Hamaguchi y Takamasa Oe, la adaptación es tan fiel como creativa.
Drive My Car (2022) es una pequeña historia narrada de forma magnífica por el aclamado autor japonés Haruki Murakami. En ella, el protagonista Hidetoshi Nishijima debe compartir su amado coche con su nueva chófer Misaki Watari. Esta última interpretada por una soberbia Tôko Miura. Actriz que tiene la gran habilidad de llevar a cabo una interpretación brillante desde la sencillez y contención. El protagonista, es un actor y director de teatro que dedica sus viajes a ensayar sus diálogos teatrales a través de la cinta que suena en el coche. Diálogos de la obra Tío Vania (1898) de Antón Chéjov. Construyendo a su vez una muñeca rusa metaliteraria exquisita.
En el relato de Murakami, se desencadenan una serie de conversaciones que van dando forma a la historia. Con esa idea como pilar central, el cineasta japonés tiene la habilidad de construir un relato audiovisual brillante. Rellenando los huecos que el texto literario dejaba a la imaginación. Unas raíces férreas como el relato del escritor japonés sustentan la obra. Desplegando desde estas, un frondoso cerezo en flor que termina por dar forma a la hermosa historia en pantalla.
Drive My Car: La comunicación como eje transversal
La comunicación se basa en un sistema de doble vía. Un diálogo considerado como proceso comunicativo y enriquecedor. Donde dos o más personas comparten e intercambian información, emociones u otros mensajes de distinta índole. Para llevar a cabo dicha comunicación, es necesario que lo/as interlocutore/as se entiendan. Que haya un código compartido que haga llegar el mensaje de un lugar a otro. No obstante, a veces la comunicación no solo se consigue con la transmisión final del mensaje. Sino que la relevancia reside en el proceso en sí. Además, el poder de la intención está por encima de cualquier tipo de barrera.
Este es el pilar fundamental del filme de Hamaguchi. Colocando incluso bajo el foco del teatro, a una actriz muda. El personaje de Ryu Jeong-eui creado por el cineasta, es uno de los más enriquecedores de la película. Interpretada también por una impecable Ahn Hwitae.
La inclusión de personas con diversidad funcional es algo que no suele darse en las producciones audiovisuales. Con obras como Campeones (Javier Fesser, 2018) o la serie de tv Vida perfecta (Movistar+, 2019-2021), se ha dado visibilidad al colectivo de personas con diversidad. Por otro lado, la película La familia Bélier (Eric Lartigau, 2014), puso el foco en las personas sordas.
No obstante, la originalidad de Drive My Car reside en la perfecta integración del personaje mudo con el resto del reparto, así como la trama. Teniendo esta, además, la comunicación y la interpretación teatral como eje central. Demostrando así cómo la comunicación verbal – sin incluir la gestual-, no es la única vía para llevar a cabo un intercambio completo. Se reseña el poder de la comunicación no verbal y otras vías de interrelación, que llevan a cabo una transmisión de emociones incluso mayor que las verbales.
La belleza en los diálogos, el silencio y la atmósfera construida
Para albergar tan preciadas conversaciones, se construye una atmósfera visual y sonora sublime. El Saab 900 Turbo de color rojo es una de las principales piezas de la escenografía. Un pequeño espacio que poco a poco va cobrando vida propia. Convirtiéndose en uno de los lugares más íntimos y libres de la historia.
La dirección de fotografía de Hidetoshi Shinomiya es espléndida. Así como el recurso de los planos generales donde se despliega un espectáculo visual de los distintos rincones de Hiroshima. En contraposición a la desoladora y a la vez hermosa Hiroshima, Mon Amour (Alain Resnais, 1959), se muestran imágenes llenas de esperanza. Estos planos a su vez sirven como recurso exquisito para retratar la distancia social entre los personajes a la hora de comunicarse.
Combinados con los primerísimos planos que incluso sugieren una ruptura de la cuarta pared. Generando así una mayor cercanía y atmósfera de intimidad con el personaje que habla. El cual se abre en canal para mostrar su parte más oscura y honesta.
En definitiva, una combinación de reparto actoral, relato audiovisual e historia excelsa. Dando como resultado una obra cinematográfica impecable y genuina. Donde los silencios se convierten en protagonistas. Porque algunas conversaciones se basan en miradas que piden a gritos un abrazo. Y el abrazo consecutivo se convierte en la mayor expresión de cariño que ni siquiera un “te quiero” podría transmitir. Y porque a veces, los silencios, hablan mucho más alto que aquellas voces que articulan palabras.