‘Doom Patrol’. Condenadamente Buenos
Sobre la Doom Patrol (o Patrulla Condenada, como se la conocía en español) ya se ha escrito mucho y muy bueno. Por resumir un poco, os diré que fue creada por el veterano guionista Arnold Drake y el ilustrador italiano Bruno Premiani, allá por 1963, para la editorial DC Comics. ¿Su premisa? “Los superhéroes más extraños del mundo”. Si la Liga de la Justicia se encargaba de librar las mayores batallas para salvar el planeta, la Doom Patrol se encargaba de las más estrafalarias.
Chief (un genio científico confinado a una silla de ruedas), Negativeman (un piloto de vuelo poseído por un espíritu de energía negativa pura), Robotman (el cerebro de un corredor de carreras de coches atrapado en un cuerpo robótico), y Elasti-girl (una exactriz con la facultad de manipular su propio tamaño) conformaron la primera de múltiples alineaciones. Un equipo de freaks que encontró su final en el número 121 de su serie, cuando murieron intentando salvar una pequeña ciudad costera al noreste de EEUU.
Nueve años después, el título fue rescatado por un joven escritor, Paul Kupperberg. Devolvió a la vida a algún que otro miembro de la Doom Patrol original, y creó otros nuevos. Esto lo llevó a cabo a lo largo de tres números de la revista “Showcase” de la misma editorial.
Estos personajes se hicieron tan populares entre los lectores, que DC les concedió su propia serie en 1987 de la mano de Kupperberg. En sus primeros 18 números, la nueva Doom Patrol renqueó en ventas, lo cual propició la llegada de Grant Morrison, el maestro zen de los cómics.
Doom Patrol: Grant Morrison
El guionista escocés es considerado como uno de los mejores de siempre en el medio. El más avant-garde. En su etapa, buscó retornar a la idea bruta original de la Doom Patrol. Todo aquello de lo extraño y marginal. A esto le añadió su propio espíritu macarra y sus numerosas influencias artísticas: el cine de Jan Švankmajer, el teatro de Alfred Jarry, la prosa de Jorge Luis Borges, o la poesía dadaísta. Por poner algunos de los ejemplos más notables.
Morrison hizo de la Doom Patrol un totum revolutum de superhéroes surrealistas. Tan pronto tenían que salvar al mundo de ser tragado por un cuadro en un ático de París, como entrar en la guarida de un villano recortando palabras de un periódico y juntándolas al azar a modo de contraseña. Incómodo para lectores tradicionales, y todo un descubrimiento para aquellos desdeñosos del género.
Rachell Pollack (autora de ciencia-ficción, tarotista, y posible miembro de la Doom Patrol en la vida real) dio continuidad a la exitosa etapa de Morrison. Produjo historias de muchísimo mérito para “Vértigo” (filial de DC destinada exclusivamente a lectores adultos, a la cual muchos aficionados guardamos un cariño inmenso). Sin embargo, el descenso en las ventas llevó a la serie a una nueva cancelación en 1995.
Desde entonces ha habido varios intentos por devolver a la Doom Patrol a la popularidad. En los últimos 15 años y pico se le han dado varios lavados de cara, intentando volverla moderna y guay, dándole un tratamiento superheroico al uso, olvidando que su verdadero encanto reside, precisamente, en su estatus de outsider, en su naturaleza raruna y alejada de lo convencional.
Y entonces llegaron Gerard Way y “Young Animal” su nuevo sello editorial.
Doom Patrol: Gerard Way
Way se hizo famoso en su día por ser el líder del grupo de rock “My Chemical Romance” (una mezcla entre los “Misfits”, “Blink-182”, y “Atreyu”, para abreviar). Desde la ruptura del grupo, sin embargo, se ha estado dedicando a escribir, llevándose un premio Eisner (los Oscars de los cómics, para entendernos) por Umbrella Academy, adaptada posteriormente a televisión.
Cuando se le ofreció la oportunidad de colaborar con DC, inauguró “Young Animal” (un trasunto de “Vértigo” enfocado a un público más joven), y su primer título fue, cómo no, la Doom Patrol.
Su versión pasa por alto las últimas del cómic, y bebe directamente de la de Morrison (de quien es amigo personal). Tanto es así, que parece una punk cover de la etapa del escocés, conservando el mismo estilo, pero algo menos virtuosa, con el volumen más alto y más velocidad.
De esta nueva Doom Patrol, “ECC Cómics” ha editado en español los primeros dos volúmenes de la edición americana: “Ladrillo a Ladrillo” y “Nada”, así como una recopilación de ambos en cartoné.
La historia comienza el día del cumpleaños de Casey Brinke, un personaje totalmente nuevo, creado por Way, una chica joven, pelirroja, de aspecto bastante anodino y convencional. Casey conduce una vieja ambulancia a toda leche mientras Sam, su compañero, asiste a un enfermo en la parte de atrás.
Una vez concluido el trabajo, Casey se detiene a echar una partida en un arcade, mientras Sam mastica un gyro y habla acerca de su mujer. Resulta que esta se ha marchado de casa para unirse a una secta que espera el día en que caiga sobre ellos “la Bisabuela”, una bomba genética que los junte a todos en un mismo ser. Ah, y en el gyro que Sam se está comiendo, resulta que hay un mundo entero, microscópico, cuyos habitantes hablan un extraño idioma representado en los bocadillos por el dibujo de una mosca.
Mantén la llama hasta que podamos volver a despertar. La llama está en tus manos, te confiamos ese sagrado demonio ingobernable. Mantén la llama. Nosotros descansaremos tranquilos. Niño, sé raro, oscuro, sincero, impuro y disonante. Mantén nuestra llama. Nuestro amanecer llegará
David Rudkin
Así, para empezar.
Mientras tanto, en distintos puntos de la ciudad, un hombre con aspecto de mendigo rebusca en un edificio abandonado. Va preguntando, ladrillo por ladrillo, si alguno de ellos es Danny (un viejo amigo suyo que una vez fue una calle provista de vida propia, adolescente y travesti). No muy lejos, en un edificio de oficinas, dos empresarios con las caras hechas de cera derretida escuchan una propuesta de negocio por parte de unos poliedros fluorescentes y trajeados.
Cuando Casey regresa a casa, se encuentra con el primer miembro de la Doom Patrol original: Robotman sale renqueante de un callejón, justo para ser atropellado por un camión de la basura. Ella recoge los pedazos de lo que parece un maniquí de hojalata y se los sube a su piso. Ahí le espera “Lotion”, su gato, y también el casero, reclamándole los atrasos del alquiler. En ese preciso instante, llama a la puerta una desconocida, vestida de corista. La corista entra, cantándole a Casey el “cumpleaños feliz” y marcándose un bailecillo de claqué que revienta (literalmente) al casero en una explosión de confeti y vísceras.
Doom Patrol, el camino de Way
Este es el nivel de locura del cómic. Y todo en las primeras 20 páginas (creedme que no os he estropeado nada).
La Doom Patrol de Gerard Way es un frenesí lisérgico que se las apaña de alguna forma para hilar una historia coherente. Aunque haberse leído la etapa de Grant Morrison ayuda, no es indispensable. Los nuevos personajes son tan ajenos a la Doom Patrol y a su contexto como el propio lector, y hacen la función de expositores a lo largo de todo el viaje (en ambulancia o no).
El estilo del dibujo (a cargo de Nick Derington) acompaña la historia a la perfección. Su estilo pop art transmite el desenfado y humor absurdo de toda la obra en general, aun sin quitarle una pizca de carga dramática. También representa muy bien la acción, estableciendo una suerte de orden entre el caos y facilitando la labor del lector. La narración fluye de tal manera que uno solo tiene que preocuparse de descifrar la historia, no el formato.
El color (de Tamra Bonvillain) resalta desde la página, limpio y brillante. A los que preferimos el estilo más apagado de otras etapas (más sucio, digamos) no llega a estorbarnos, pues esta Doom Patrol tiene un aire decididamente más joven y luminoso, pese a todas sus oscuridades.
Aunque Way no intenta igualar el nivel literario de Morrison, ofrece su propia marca de poesía. Al igual que sus canciones, el cómic no está desprovisto de un cierto lirismo descarnado y gritón.
En la escena final del primer número, por ejemplo, se nos muestra una torre entre las nubes. Una vez adentro, vemos una ventana rota, un trono, y un león desangrándose, atravesado por unas flechas en blanco, sin dibujar. Más abajo, al pie de una escalera, yace un hombre con la cabeza abierta y los sesos (azules) desparramados por el suelo. Y a su lado, en primer plano, un ladrillo solitario con la inscripción “lo siento”.
Acompañando a estas imágenes, la voz del narrador se suelta con el siguiente texto, irónicamente poético:
“Un hombre con anillos de diamantes me acuesta. Sopla las velas y camina hacia afuera, inhalando la noche. Entra en su coche y conduce hasta el océano. Atraviesa la playa hasta el agua, donde rompen las olas, y respira. Alza un dedo en el aire. Mira al cielo. Espera a que las estrellas se lo lleven a casa… de nuevo”.
La Doom Patrol de “Young Animal” es una lectura entretenidísima, llena de giros inesperados, conceptos originales, e idas de olla en general. Con personajes carismáticos y una trama compleja, pero ni mucho menos impenetrable. Canela en rama psicoactiva.
El agua salvaje, amiga, es una canción antigua. Dudas. Elegía para la llegada del invierno en el camino de las estrellas marinas que han girado en torno al faro nimbo de los pájaros azules.
Tristan Tzara
Así es la Doom Patrol de Gerard Way, y por eso me gusta.
Por eso y por las hostias.
Y también por las ambulancias…