‘Despidiendo a Yang’ (After Yang), ¿quién quiere ser humano?
De la mente del maestro del silencio y la belleza Kogonada, surge Despidiendo a Yang, un nuevo ejemplo del buen cine de ciencia ficción que se está produciendo en los últimos años.
El director coreano que ya nos enamoró en su genial Columbus, cuando nos contó una minimalista y filosófica historia sobre la arquitectura emocional. Sobre cómo construir sobre el vacío existencial, ahora nos vuelve a emocionar con una cinta sobre la memoria y lo que nos diferencia del resto de seres vivos del planeta. Sobre lo que nos hace humanos.
Despidiendo a Yang, es una hipnótica y bella película protagonizada por un muy acertado Colin Farrell (como ya nos tiene acostumbradas en los últimos años). La película nos muestra un futuro que está lejos de ser una distopía. La sociedad vive en paz. En calma. Sin ningún tipo de desigualdad social. Sus personajes visten con un tipo de indumentaria oriental y cómoda. Son dialogantes y tranquilos. Kogonada plantea un mundo en apariencia utópico, pero claro, eso si solo hablamos de los humanos. Si pensamos en los clones o seres sintéticos, quizá no sea todo tan perfecto…
Despidiendo a Yang, una pérdida en la familia
En un posible y cercano futuro, una familia norteamericana adopta a Mika, una hija de origen chino. Para que esta no pierda sus raíces ni cultura, adquieren a Yang, un ser sintético con rasgos asiáticos que alberga una fascinante IA. Este se comportará y la familia lo aceptará como el hermano de Mika.
Entre Mika y Yang surgirá un potente lazo, que desafortunadamente se romperá en el momento en el que, sin previo aviso, Yang se desconecta.
Mika sufre la pérdida de su hermano y sus padres buscarán la forma de repararlo para no perder a este valioso miembro de la familia.
Durante esa búsqueda descubrirán que Yang alberga un pasado que desconocían. Un pasado en el que tuvo diferentes relaciones emocionales que le marcaron. Descubrirán que, a diferencia de los humanos, la memoria de una IA no desparece, se mantiene. Eso originó en Yang un inesperado deseo: querer ser humano.
El poder de la memoria
Un día Yang le hace una foto a su familia, pero antes de hacerla los mira anhelando ser uno de ellos, parece absorto en sus pensamientos. Poco después, se desconecta. Jake, el personaje interpretado por Colin Farrell, buscará en los recuerdos de la IA el posible motivo. Descubrirá emotivos momentos compartidos; recordará con él situaciones que puede que ya hubiera olvidado, y cambiará su forma de ver la realidad que le rodea.
Después de ver Despidiendo a Yang es inevitable no tener una conversación filosófica sobre tecnoética. Sobre la continua búsqueda del hombre en querer ser un Dios creador. ¿Hasta qué punto es ética la creación de un ser con la inteligencia necesaria como para albergar todo tipo de recuerdos y generar la capacidad de sentir y amar? ¿Acaso no son esas características del ser humano y otros seres vivos que no se deberían duplicar? ¿Quiénes somos al creernos con la potestad de generar dolor a una creación con ese tipo de capacidades? ¿Cómo vivir en armonía con clones o IA si están creados a semejanza humana pero no los sentimos igual?
Todas esas solo son algunas de las preguntas que fácilmente se nos pasarán por la cabeza después de haber visto la película.
Kogonada, no se preocupa en contestarlas, él simplemente las coloca sobre la mesa. En el fondo, todas nos llevan a planearnos ¿qué es lo que nos hace humanos?, ¿qué es lo que nos diferencia del resto? ¿Qué puede anhelar una inteligencia artificial de nosotros cuando son exteriormente como nosotros, pero sin las debilidades del cuerpo humano y con capacidades cognitivas sobrehumanas? En ese sentido la película es muy positiva. Se centra en nuestras mejores virtudes, no pone el foco en nuestros defectos.
Despidiendo a Yang es una película que sienta bien. No hace daño. Pone en valor toda una serie de valores que haría más falta que nos los recordasen de vez en cuando. Sobre todo en un momento en el que la dialéctica parece haber desaparecido, en el que la bondad es motivo de mofa, y la violencia, verbal o física, parece ser el modus operandi adecuado para una sociedad impaciente, angustiada y enferma.
Despidiendo a Yang: tomarse un tiempo para ver el cuadro completo
En un momento en el que las películas se han convertido en “contenido”, da gusto encontrarse con una obra que se deja saborear. Que su montaje no nos va dando golpes por todos lados para mantener nuestra atención. Que consigue eso mismo, con las virtudes de una buena historia, la belleza de sus imágenes y las buenas interpretaciones de su reparto. Sonido e imagen se dan la mano a la hora de transportamos a la vida de la familia de Yang y su mundo de recuerdos.
El reparto de Despidiendo a Yang está compuesto por capaces actrices y actores de diferentes etnias. Pero también había sido interesante que en ese futuro que plantea se hubieran incluido parejas no necesariamente cis o heterosexuales, ya que parece ser una sociedad muy avanzada por un lado y muy retrógrada por otro…
La mujer, en este caso está representada por el clon Ada, la niña Mika, su madre Kyra y la científica Cloe. Mujeres de diferentes razas y edades con interesantes personajes a los que se les podría haber sacado más partido. Equilibrándolas en importancia y resolución al personaje interpretado por Colin Farrell.
En conclusión, Despidiendo a Yang es una excelente y muy recomendable película de ciencia ficción, en la estela del cine de Alex Garland, Jonze o Romanek. Una cinta para ver más de una vez. Con una de las mejores y más originales escenas de créditos del año. Aunque adolece de cierta falta de equidad de género y muestra un futuro en el que sigue primando el heteropatriarcado, la inclusión cultural y su crítica sobre los prejuicios a los diferentes, es notable y está perfectamente integrada en la historia.
Saludos furiosos.