De vuelta al presente (Parte 2)
Han pasado dos años desde mi último viaje y por fin he reparado la máquina por completo (más o menos). Ahora puedo “desplazarme” a cualquier fecha y a cualquier lugar, pero solo del pasado.
He ido al festival de Woodstock al menos en cinco ocasiones, o eso creo, porque cada vez que voy, vuelvo con lagunas mentales. Y a los dos conciertos simultáneos de ‘Live Aid’ 1985. Me lo estoy pasando bien, pero ha llegado la hora de emprender acciones más serias, acciones para las cuales creé esta máquina. Voy a intentar cambiar el pasado reciente de nuestra historia.
Octubre de 1907 (Viena)
Antes de venir a Viena he estado estudiando alemán. Es un idioma que me resulta fácil, ahora lo entiendo perfectamente. Bueno, quizás no perfectamente, pero me defiendo bastante bien. Por ejemplo, el otro día vi El cielo sobre Berlín de Wim Wenders, subtitulado, y solo tuve que mirar los subtítulos durante apenas 123 minutos de los 127 que dura el largometraje.
Como no quiero llamar la atención con mi ropa del futuro y no sabía qué ponerme, me he puesto solamente un albornoz. Espero que en esa época ya existan los albornoces porque si no, esta técnica pierde su efectividad.
La máquina ha vuelto a fallar en el lugar exacto de la materialización y he aparecido en un palacio muy lujoso, en medio del banquete de la comunión de una niña gorda, pero muy refinada. Los invitados se han puesto nerviosos al verme y me han molido a palos antes de poder decir que venía del futuro.
28 de junio 2017
Si no llego a tener la máquina del tiempo a cuestas, ahora mismo estaría muerto. Las comuniones nunca me han gustado, pero ahora menos.
Más que la paliza en sí, lo que más me ha dolido, era ver como una señora mayor con cara de bulldog con perlas gordas en las orejas, no paraba de chillar: ¡Pegadle fuerte en las pelotas!, ¡Exhibicionista de mierda! Pero en alemán que suena más brusco. Esto lo he entendido perfectamente sin necesidad de subtítulos.
Han pasado 110 años de la paliza y aún me duele el costillar derecho cuando estornudo o cuando va a cambiar el tiempo. No me quito de la cabeza a la vieja esa con cara de bulldog, tanto es así, que me he comprado el dispositivo TASER más potente que he encontrado en el mercado negro, para transmitirle energía “positiva” cuando la vuelva a ver.
Octubre de 1907 (otra vez Viena)
Vamos al lío. Le vamos poner musiquita de fondo. He llegado dos días antes de la comunión. Esta vez vengo vestido con un disfraz de tirolés que he comprado en Amazon. La gente me mira como con vergüenza ajena, pero de momento nadie me ha pegado.
Ya tengo a mi amiga bulldog localizada. La buena señora estaba sentada en el parque Stadtpark tirándoles piedras a las palomas. Se ve que es una cabrona a tiempo completo. Me he acercado a ella como para preguntarle algo, y le he dado dos descargas del TASER en el cuello. Creo que incluso se le han iluminado los ojos. Esta mierda es muy potente, tendría que haberla probado antes en una persona más fuerte, pero ya es tarde.
Al desmayarse la he visto tan indefensa, que le he metido tres puñetazos en el costillar izquierdo de regalo. Ahora los dos sabremos cuándo va a cambiar el tiempo. Creo que va a estar un poco indispuesta para asistir a la comunión. Antes de irme me he llevado su bolso y las perlas gordas de las orejas. De hecho, con las prisas y los nervios, una de las perlas viene con la oreja. Cuando la vieja se despierte y vea las marcas del TASER en el cuello, pensará que los autores de semejante fechoría han sido unos vampiros ladrones, “la banda de Eleonore von Schwarzenberg”.
Ahora que me siento en paz conmigo mismo, vuelvo a retomar mi objetivo principal.
Academia de Bellas Artes de Viena 1907
Pensé que esto sería sencillo, pero a los señores de la directiva del centro les ha costado entender que tenían que aceptar a un tal Adolf Hitler en las pruebas de admisión. Al final han entrado en razón, pero he tenido que volver en dos ocasiones a 2017 para cargar la batería del TASER en el enchufe de mí salón.
Si este plan no funcionaba, tenía pensado traerme un Kaláshnikov y hablar con ellos un poco más en serio. Ya con el cabroncete de Adolf dando clases, espero que la cosa cambie. Me piro a mi año que aquí huele raro, en serio, en los libros de historia no se habla de esto, pero esta ciudad entera huele como a pepinillos en vinagre.
22 de abril 2017
Acabo de ver en Google que en Viena en 1907 hubo una oleada de ataques de vampiros. Lo reconozco, antes de irme me di un paseo por la ciudad y tuve que usar el TASER alguna que otra vez. Fui a una casa de empeños para cambiar las perlas (sin la oreja) por algo de dinero. Me dijeron que eran falsas, me puse nervioso y saqué el TASER a pasear, y así hubo varios, porque sin dinero uno no puede hacer casi nada en Viena.
También pone que en 1921 un pintor famoso llamado Adolf Hitler, cansado de que sus cuadros fueran adquiridos por los judíos ricos, ingresó en el partido nacionalista obrero alemán, y vuelta a empezar. Me cago en su puta madre. Ahora vengo.
Octubre de 1907
Esta vez voy a ir a hablar directamente con Adolf, quiero hacerle entender que las cosas hay que intentar solucionarlas hablando y nunca con la violencia. Que esto lo diga el que va por ahí arrancándole las orejas a las viejas tiene cierta gracia.
Me ha costado dar con él, pero lo he encontrado sentado en un puente pintando un cuadrito la mar de mono. Este tío tiene cara de gilipollas, no entiendo como este personaje ha podido convencer a nadie en su vida. Le he invitado a comer en un restaurante del centro de la ciudad para charlar tranquilamente. Si llego a saber lo que cuesta comer aquí le invito a un bocata de salchicha. ¡Madre mía! Al final tendré que sacar el TASER otra vez.
Este tío habla una barbaridad, y lo hace con autoridad y con un tono muy fuerte, no entiendo todo lo que dice, pero creo que tiene razón. Después de dos horas hablando con este individuo, los judíos me empiezan a caer mal y no sé por qué.
Creo que si llego a pasar un rato más con él acabo siendo cofundador de algún partido afín a su causa. Pero, al final, en un momento de lucidez, me levanté y le clavé el tenedor del Wiener Schnitzel 32 veces en el pecho, ¡A tomar por culo!
Gracias a mi máquina del tiempo casera y a la muerte de un pintor del que nadie recuerda su nombre, la Segunda Guerra Mundial nunca sucedió. De nada…
Es broma, evidentemente la guerra sí que ocurrió, como todos sabemos. Y el problema es que después de la muerte de Hitler, otro ocupó su lugar en la historia e hizo prácticamente lo mismo. Volví y me “encargué” de los dos, y hubo un tercero, un cuarto, un quinto y un número infinito de personas que tomaban el relevo. Por lo que, al final, cansado de ser un asesino en serie que solo mataba y que no conseguía cambiar absolutamente nada, dejé que todo siguiera su curso.
Creo que por mucho que se desee y se intente no se puede cambiar el pasado, pero de todas maneras no dejo de pensar en cómo hacerlo. Si alguien lee esto y no le suenan las palabras, Segunda Guerra Mundial y Hitler, significará que lo he conseguido.
Bueno, mientras tanto, os dejo que llego tarde al Hollywood Bowl. Hoy tocan The Doors.
A través de este enlace puedes leer De vuelta al presente (Parte 1) para conocer la historia completa.