‘Cuando el polvo se asienta’: el calor de los abrazos que apaga el que enciende el odio
La serie danesa se estrenó en 2020 y está disponible en Filmin. Dirigida por Milad Alami, Iram Haq y Jeanette Nordahl. Cuando el polvo se asienta es una obra indispensable y oportuna que se presenta como una oda a la esperanza. A la creencia de que la humanidad todavía atesora empatía y amor.
Cuando el polvo se asienta se construye con un formato narrativo de historias cruzadas. Contextualizada en la ciudad de Copenhague contemporánea. Y protagonizada por varias personas desconocidas entre sí, pero con un rasgo en común. Han sufrido un atentado terrorista mientras cenaban en un restaurante.
Cuando el polvo se asienta: el efecto mariposa y el aleteo de la esperanza
El desarrollo de la trama se sucede de forma progresiva. Una cadencia muy oportuna que va dibujando poco a poco a cada personaje y experiencia. Cada detalle planteado es una pieza fundamental para el avance de las historias. La entropía se ve condicionada por las circunstancias ocurridas. En un aparente sistema caótico, las acciones de los personajes van provocando una sucesión de hechos extraordinarios.
Cuando el polvo se asienta plantea un universo paralelo al real donde un resquicio de la humanidad se mantiene ajena al odio. Donde el aleteo de una mariposa provoca que varias experiencias se entrecrucen de un modo distinto al esperado. Provocando así que los efectos a medio y largo plazo se tornen esperanzadores.
Tras un atentado terrorista, las vidas de las personas protagonistas cambiará para siempre. Aunque cada personaje tiene su propio protagonismo, como eje pivotante se podría situar a Elisabeth Hoffmann (Karen-Lise Mynster). Ministra de Justicia que busca la integración de las personas migrantes en la sociedad danesa. La política y la justicia en el centro del argumento. Un eje transversal que va fluctuando de forma brillante modificado por el devenir de las circunstancias.
Un elenco de personajes inestimable
La construcción de personajes es diversa y compleja. Cada historia y experiencia se esboza y presenta como genuina e irremplazable. Representaciones realistas y duras. Aunque siempre con una perspectiva positiva desde la que observarlo todo. Cada historia a su vez se va entrecruzando con otra. Como una tela de araña, en un principio aparentemente caótica. Pero que finalmente va cobrando sentido. Los encuentros casuales que terminan por convertirse en relaciones férreas. Así como personalidades que parecían detestables y terminan por mostrarse enternecedoras, y viceversa. Porque como decía el filósofo José Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mis circunstancias; y si no la salvo a ella no me salvo yo”.
Nikolaj (Peter Christoffersen) es el dueño del restaurante donde tiene lugar el atentado. Uno de los personajes más redondos y con un arco narrativo más rico. Louise trabaja también como camarera en el local. Y tiene una pequeña de 9 años: Marie (Viola Martinsen). Un personaje también muy relevante. La representación de la infancia y su forma de enfrentar los acontecimientos. En el otro extremo etario está Holger (Henning Jensen). Hombre de tercera edad que se encuentra en una residencia de ancianos. Su vida se ve inevitablemente entrelazada con la de Ginger (Katinka Lærke Petersen), una mujer sin hogar.
Morten (Jacob Lohmann) por su parte se ve inmerso en una situación de resultado irreversible debido al juego de la entropía más desafiante. Lisa (Malin Crépin) es una cantante sueca. También aparece por casualidad en el restaurante mientras hace una gira. Finalmente, Jamal (Arian Kashef) encarna uno de los papeles más difíciles y esenciales. El papel del migrante libanés que no es aceptado. La aparente imposibilidad de integrarse en una cultura que lo expulsa a los márgenes más humillantes. Personaje que además simboliza la interseccionalidad y su valor de forma exquisita.
En definitiva, la serie danesa pone ante la cámara a un elenco brillante a todos los niveles. Una composición coral que funciona en conjunto de forma excelente. Con diversidad de identidades, clases sociales y orientaciones sexuales, entre otras categorías.
Radiografía de la sociedad que expone los rasgos más humanos
Los días anteriores al atentado dibujan unas personalidades. Los días posteriores a este acto terrorista, visibilizan la alteración de dichas identidades. El valor de la teleserie reside en el enfoque. Porque el terrorismo y la violencia quedan relegadas a un segundo plano. Aunque es el acto detonante, queda difuminado por las personas y sus experiencias. Un subtexto revelador que hace reflexionar sobre el sentido de nuestros actos y vidas. Tras toda la violencia, tras los fallecimientos. Lo que queda son las personas supervivientes. Así como todas aquellas que las rodean.
Cuando el polvo finalmente se asienta, lo que queda es amor y vulnerabilidad. La serie danesa quiere mostrar que la humanidad todavía cree en la bondad y empatía. El odio hacia el diferente que podría provocar un acto terrorista es sustituido por la búsqueda del calor y apoyo humano. Una amplia red de soporte incondicional donde nadie busca obtener nada de nadie.
La inmigración y el aumento desalentador del racismo es una realidad palpable en la actualidad. No solo en Dinamarca, sino a lo largo de todo el globo. Es por ello que series como Cuando el polvo se asienta se presentan como imprescindibles en el panorama audiovisual. Un soplo de aire fresco y esperanza entre tantas malas noticias. El individualismo imperativo innato del neoliberalismo penetra hasta lo más profundo de la sociedad. Pero si retiramos la cortina de humo que nubla la vista, podemos encontrar un resquicio de esperanza. Como dice un poema de Luis Alberto De Cuenca, los abrazos pueden ser como una caricia incandescente que no dura pero quema. “Recibir un abrazo así, de cuando en cuando, es una prueba irrefutable de que la vida a veces te regala argumentos contra la soledad”.