‘Cinema Sabaya’, la potente y hermosa visión feminista del conflicto entre Israel y Palestina
El 13 de enero llegó a Filmin, Cinema Sabaya, la ópera prima de Orit Fouks Rotem, la cineasta israelita que sienta a charlar a mujeres árabes y judías. A palestinas e israelíes. Dando como resultado una hermosa ficción con un contexto muy duro y real. A través de un curso de cine, las barreras culturales van cayendo, dando paso a un abrazo sororo incontenible.
Rona es una joven cineasta que más allá de dedicarse a crear cine, ahora también enseña. En un taller de cine impartido por ella, se encuentran nueve mujeres de diferentes culturas: árabes (algunas musulmanas, otras no), y judías. El primer conflicto que surge es la lengua utilizada. “¿Por qué hablamos en hebreo si algunas hablan árabe? Porque el hebreo lo entienden todas”. Una nimia discusión que evidencia lo que se irá desarrollando. Un conflicto que tiene años de historia, donde Israel y Palestina son lugares enfrentados. Donde las religiones judías y musulmanas tienen complicaciones a la hora de convivir.
Un choque cultural, en definitiva. Que, ¿será posible superar a través del cine? Con cámara y micrófono en mano, Rona les enseña a documentar trazos de sus vidas íntimas. Construyendo un espacio donde lo ficcional y lo real, lo íntimo y lo compartido, empiezan a unirse difuminando la línea que los separa.
A través de una hibridación entre documental y ficción, la directora esboza el conflicto palestino-israelí desde una visión feminista. En un solo escenario, la directora tiene la gran habilidad de absorber a la audiencia sin dificultad y dirigirse de lleno a los corazones de aquellas espectadoras que lo visionan.
Extendiendo el lazo de sororidad que envuelve la cinta, hasta aquellas que observan las imágenes en pantalla. Tal y como hace Rona en la ficción con sus alumnas del taller de cine. Un bucle metafílmico extraordinario que rompe cualquier barrera cultural, gracias a la construcción de historias con rostro humano.
Cinema Sabaya: la comunicación como herramienta esencial para la resolución de conflictos
Al inicio de la película, cuando las alumnas y la cineasta se presentan, todas se hablan diciendo sabaya. La directora pregunta: ¿qué significa sabaya? Y una de las alumnas explica que tal y como ella la ha pronunciado significa “prisioneros de guerra”. Pero que, si se pronuncia con la letra hebrea sámej, entonces quiere decir “grupo de mujeres jóvenes”. Un pequeño matiz que lo cambia todo. Una simple pronunciación que da significados totalmente diferentes. Algo que parece un simple detalle de guion, significa muchísimo más, englobando el sentido de toda la película a la perfección.
Y es que, en algunas ocasiones, los conflictos no son más que una falta de comunicación y entendimiento. Basado, además, en estereotipos y prejuicios del imaginario colectivo, que pueden ser derribados en un instante con una sola conversación pacífica. Este es uno de los leitmotiv centrales de la película. Sentadas en círculo en una sala, todas las alumnas observan las piezas de vídeo que han grabado sus compañeras. Retazos de sus vidas. Pequeños aspectos que ellas quieren compartir con las demás. Sirviendo esto como nudo central del lazo de sororidad que se forja entre todas.
Tal y como perfectamente reflejan otras películas como la reciente mexicana Ruido (Natalia Beristáin, 2022), donde los grupos de mujeres son el principal apoyo de todas aquellas que están perdidas en una sociedad que las violenta, las maltrata y oprime, pero son capaces de encontrar ese resquicio donde poder refugiarse y hablar sin tapujos. Y esto es lo que encontramos en Cinema Sabaya. Conversaciones que no están exentas de conflicto, pero que en lugar de transmitir ansiedad o angustia por la discusión, crean una atmósfera afectiva envolvente repleta de sentimientos y emociones positivas por encima de las negativas.
Cinema Sabaya: un elenco híbrido excepcional, con actrices profesionales y naturales
La película de Orit Fouks Rotem se desarrolla en un solo espacio, por lo que las interpretaciones de las protagonistas son fundamentales. Para ello se selecciona un elenco exquisito que da forma a una narrativa que se desarrolla con pasmosa naturalidad. Como si de un documental se tratara. Con la espontaneidad de la no ficción y la profesionalidad y gran calidad interpretativa propia de la ficción.
Carmela es la mujer soltera que vive en un barco. Uno de los personajes más peculiares y sin tapujos encarnado por una genial Liora Levi. Junto a ella, hay que destacar el papel de dos personajes brutales.
Awatef es la más mayor del grupo, encarnada por una brillante Marlene Bajali. El choque generacional se representa de forma excepcional a través de dicho personaje. Que con sus miradas y comentarios de humor se convierte en una de las figuras más relevantes del elenco.
Por otro lado, Souad, está interpretada por Joanna Said. Una actriz que en su quietud y semblante encuentra su mayor virtud actoral. Poniéndose en la piel de un personaje nada sencillo, el cual se convierte en la figura principal de dos de las secuencias más hermosas y duras de la película.
Nasrin y Eti, interpretadas por Amal Murkus y Orit Samuel respectivamente, son el vivo reflejo del choque cultural. Ese basado en prejuicios y estereotipos entre Palestina e Israel, y entre árabes (y musulmane/as) y judío/as. Ambas protagonizan una de las discusiones más enriquecedoras de la cinta, la cual no puede siquiera ser llamada discusión. Dado que se convierte en una conversación con una gran evolución constructiva basada en la empatía y la sororidad.
Finalmente, cierran el elenco Nahed (Aseel Farhat), Yelena (Yulia Tagil) y Gila (Ruth Landau), donde Nahed encarna el papel de la mujer más joven del grupo. Y por supuesto, la cineasta Rona, encarnada por una excepcional Dana Ivgy.
Cinema Sabaya: una ópera prima exquisita que augura una prolífica carrera para su directora
Es muy enriquecedor encontrar piezas artísticas de este calibre. Donde el cine y el feminismo se funden en uno solo. Donde el arte y la vida se miran la una a la otra para terminar caminando en la misma dirección. Citando una declaración del personaje de Nasrin: “Yo quería hacer algo que tuviera impacto en la sociedad y no ser una artista”. Pero Orit Fouks Rotem demuestra que ambas cosas son compatibles.
Ser artista no está reñido con tener un impacto en la sociedad, sino precisamente todo lo contrario. Documentales como el magnífico Esto no es una película (Jafar Panahi y Motjaba Mirtahmasb, 2011) ya demostraron esto en su día. Presentando un elemento artístico de calidad sobresaliente, con un impacto social incuestionable.
Entre las conversaciones que aparecen, temas como la política, la violencia de género, la sexualidad, las identidades, etc., se abordan desde un lugar muy cuidado. Donde ni tan siquiera se roza el sensacionalismo. Sino que, por el contrario, se construyen desde el afecto y la empatía. O más bien, la sororidad de un grupo de mujeres que comparten mucho más de lo que ellas piensan.
Como resultado, la debutante Orit Fouks Rotem presenta un filme de los que llenan el alma. De los que aportan e importan. Una película que derriba cualquier conflicto político y religioso desde el lugar del afecto. Y, sobre todo, de la sororidad entre mujeres que, en el fondo, comparten las mismas pesadillas. Los mismos sueños. Y lo que es más importante, porque aprenden a escucharse la una a la otra. Respetando y entendiendo que, quizás, para algunas aprender a conducir sea algo tan banal como saber montar en bici, pero para otras, puede ser uno de los sueños más obstinados que una mujer podría tener.