La saga de Chucky, el muñeco diabólico

Se acerca Halloween y si te gusta el terror, es la excusa perfecta para revisitar tu saga favorita o ver por primera vez una de esas sagas de las que te has perdido alguna parte, pero tienes muchas ganas de ver completa. La saga de Chucky, el muñeco diabólico, es una de esas sagas. Un slasher muy especial con el honor de ser el culpable de la fobia que muchos y muchas le tienen a los muñecos.

Pocos géneros explican mejor buena parte de las pulsiones de la audiencia norteamericana que el slasher. La facilidad con la que el sistema de la industria estadounidense tolera la sangre y una violencia extrema contrasta llamativamente con su tradicional pudor frente al contenido erótico o sensual. A fin de cuentas, el tipo de cintas donde se producen estos violentos asesinatos suele esconder una moraleja alrededor de la castidad: la protagonista femenina que suele sobrevivir es aquella más reticente a mantener relaciones sexuales, Es algo hábilmente parodiado en largometrajes como La cabaña en el bosque (2011).

En el apartado de la villanía, el culto en la ficción a la figura del serial killer es igualmente llamativo. Pesadilla en Elm Street (1984) abrió unas puertas de popularidad a Freddy Krueger que mantienen a día de hoy. De igual forma, Jason nunca dejara de aterrar a grupos adolescentes, el target objetivo de las productoras, encantadas con un tipo de cine fácil de financiar y que suele dar grandes réditos en la taquilla.

Dentro de esa nómina, Charles Lee Ray merece un lugar aparte dentro de la infamia para la pequeña pantalla. El nombre de este malvado ficticio evoca a algunas siniestras personalidades reales como las que asesinaron a J. F. Kennedy y Martin Luther King. Asimismo, su nombre de pila, si bien se le suele llamar Chucky, evoca al enloquecido Charles Mason.  

Por ello, es muy llamativo que un cineasta tan visceral como Quentin Tarantino parodiase y prestara tan poca atención al clan Mason para centrarse en Sharon Tate en la espléndida Érase una vez en… Hollywood (2019). Temibles en el rincón de nuestras pesadillas privadas, hay poco que ponderar en este tipo de seres. En cambio, su listado de víctimas y fuerzas opositoras nos abre un horizonte fascinante.

Chucky haciendo de las suyas.
Chucky haciendo de las suyas. ¿No es encantador?

Muñeco diabólico (Child’s Play): El chico que sobrevivió

Al poco de comenzar la historia, Charles Lee Ray cae abatido en una lucha con la policía. No obstante, tendrá fuerzas suficientes para recitar unas macabras palabras de magia negra que le habilitan para traspasar su alma a un muñeco Good Guy, fruto de una línea realmente exitosa de juguetes que tenía almacenados varias cajas del producto en una tienda de Chicago. A partir de ahí arranca Muñeco diabólico (1988).

La dirección de Tom Holland resulta fascinante en una película que, por momentos, debería resultar ridícula: la premisa se orienta a que los personajes más sensatos son aquellos dispuestos a creer que en uno de esos muñecos anida la esencia de un peligroso criminal. Y quien abandera esa teoría es el pequeño Andy Barclay, huérfano de padre y con seis años de edad. El joven intérprete Alex Vincent daba vida aquí, sin saberlo, a uno de los supervivientes más longevos y carismáticos dentro del slasher.

Entre bambalinas ya se encontraba Don Mancini, un joven escritor por entonces muy poco reconocido. El primer borrador que presentó era incluso más inquietante, puesto que “su Chucky” era en realidad una manifestación del lado más oscuro del niño. Un concepto muy atractivo y oscuro que aterraba la productora de la misma manera que en los primeros compases de Del revés (2015) se barajó seriamente que hubiera una voz siniestra dentro de la cabeza y emociones de la protagonista.

En resumen, la idea original de Mancini previamente a ser retocada por John Lafia y el propio Holland era potente, pero tal vez no hubiera dado para establecer una dinastía de filmes. Una saga donde el director apostó por incluir elementos de vudú, algo que luego ha sido un auténtico sello para la franquicia. Indirectamente, benefició a Andy, quien quedaba claramente como el héroe discreto.

Cartel de El muñeco diabólico.
Cartel de Muñeco diabólico.

Amigos para siempre, Chucky

Verdaderamente, superada la repulsión inicial, poco hay en las salpicaduras de salsa de tomate que pueda ser rescatado del género slasher si no vienen acompañadas de algo más. No obstante, llevadas con astucias evocan a algunos de los rincones más oscuros de nuestra sociedad. La matanza de Texas de Tobe Hooper, particularmente en sus dos primeras entregas, esconde una lectura realmente descarnada de las cadenas de montaje de fast food y la complacida audiencia que viaja a Dallas para ver sus partidos de fútbol sin reparar en el costo detrás de su apetito.

Kevin Yagher, ya por aquel entonces uno de los técnicos en efectos especiales más punteros, consiguió elevar el nivel de los animatronics a cotas nunca antes vistas. Con el exitoso precedente de lo que el medio había insinuado en la saga Gremlins, era cuestión de tiempo querer saltar a otro nivel y llevar a la audiencia a tener terror por un juguete presuntamente adorables o inofensivo.

Desde el trágico asesinato de su niñera, Andy deberá afrontar un auténtico terror donde únicamente podrá contar ciegamente con el apoyo de su madre (interpretada por Catherine Hicks) y la progresiva colaboración del detective Mike Norris (Chris Sarandon), antiguo conocido de Charles Lee Ray, siempre dispuesto a la venganza. Anticipando a los efectos terroríficos de los que J. K. Rowling supo dotar al diario de Tom Riddle, el inocente regalo que su madre hace a Andy lo expone en su área más íntima y privada a un psicópata con habilidad para manipular.

Mancini siempre lamentó que la cinta diera algunas pistas con demasiada premura (por ejemplo, que no tenía pilas cuando hablaba), si bien el resultado final era prometedor. Análisis como el de Nicholas Brooks han subrayado que Andy es un protagonista de inusual sensatez para su género.

Chucky, el muñeco diabólico.
Chucky, el muñeco diabólico.

Muñeco diabólico 2 (Child’s Play 2): No estar solo ante el peligro

Probablemente, si la única entrega hubiera sido la de 1990, el legado de Chucky habría sido menor, pero manteniendo estatus como cinta de culto. Sin embargo, apenas pasaron dos años para que surgiera Muñeco diabólico 2, la inevitable intentona de Universal Pictures para ver hasta cuándo podía poner huevos de oro su gallina. Y el resultado no defraudó, aunque una parte de la crítica torció el gesto ante la estirada de chicle, la audiencia quería descubrir más cosas de Chucky y su mejor camarada.

El póster promocional tan recordado de esta secuela fue homenajeado recientemente por Kyra Elise Gardner en un imprescindible documental titulado Living with Chucky (2022). Con mucha agudeza, la directora nos se conforma con firmar un exhaustivo análisis de cada película (lo cual realiza con mucho criterio), también busca utilizar el fenómeno para indagar en otras opiniones de emblemas del terror actual.

Living with Chucky insiste en que uno de los grandes atractivos de esta segunda parte radicaba en que, adoptado en un nuevo hogar, Andy volvía a hallar un poco de la credibilidad perdida con Kyle, su nueva hermana. Por la edad que tenía en aquellos momentos, la intérprete Christine Elise era perfecta para dotar al muchacho de un vínculo que no fuera maternal y permitiera explorar un poco su crecimiento.

La inocencia que todavía representaba Vincent ahorraba el clásico cliché de un enamoramiento clásico y permitía ahondar en una parcela de dos desconocidos que terminaban haciéndose amigos e incluso familia frente a un peligro descomunal. Involuntariamente dando la razón a Nietzsche, Chucky estaba haciendo más fuerte a su inesperada némesis al hacerle afrontar su madurez a marchas forzadas. Por su estilo, forma de vestir y carisma, Kyle pronto se erigió en una figura muy querida dentro de la saga, destinada a volver en el futuro.

Cartel de Muñeco diabólico 2.
Cartel de Muñeco diabólico 2.
Cartel de Living with Chucky.
Cartel de Living with Chucky.

Muñeco diabólico 3 (Child’s Play 3): Cadena de montaje

Desde el principio, Don Mancini había soñado con hacer varias películas sobre aquella idea que le consumía. Adolescente fascinado con la creciente industria del slasher durante la década de los ochenta, siempre notó que ansiaba escribir algo relacionado con ese mundo. Uno de sus referentes era el malvado Michael Myers, puesto que las cintas de Halloween lo habían seducido enormemente.

De cualquier modo, tal y como le habría podido pronosticar García Márquez, toda persona escritora que se precie debe hablar frente al folio en blanco de aquello que conoce. Y Mancini creyó hallarlo en la propia profesión de su progenitor: “Mi padre se dedica a la publicidad y la mercadotecnia, he estado muy expuesto a todo esto y desde pequeño ya era consciente del cinismo con el que las compañías venden productos a los niños. Quería escribir una sátira oscura sobre cómo la publicidad afecta a los pequeños”.

Si la secuela fue dirigida por su viejo conocido John Lafia, Muñeco diabólico 3 (1991) quedó a cargo de Jack Bender, si bien Mancini volvió a ser responsable del guion. A diferencia de sus días con Holland, si bien productivos, ahora tenía una mayor libertad y menos sensación de intromisión al respecto de un desarrollo donde hizo una despiadada crítica del capitalismo orientado a explotar los caprichos de la infancia: la presidencia de Play Pals quiere resucitar su antigua línea de Good Guys con tan irresponsables consecuencias que utilizan el plástico derretido del malvado Charles, quien vuelve a ascender como Chucky.

Más que un pacto satánico, el resurgir del mal tiene más que ver aquí con el consumismo desmedido y la falta de respeto al medio ambiente, temas de rabiosa actualidad.

Cartel de Muñeco diabólico 3.
Cartel de Muñeco diabólico 3.

La novia de Chucky (Bride of Chucky): Una nueva buddy

Debido a que se quería colocar a Andy formándose en una academia militar, Vincent no pudo encarnar a su personaje predilecto, quedando dicho honor en manos del adolescente Justin Whalin. Si bien es una entrega en ocasiones tildada de descafeinada por un sector de su fandom, cabe decir que ver al muñeco diabólico pervirtiendo las normas marciales y advirtiendo (a su manera) de la facilidad de dar armas a personas inestables tiene un componente digno de ser reseñado.

A lo largo de los siguientes años, parecía que todo alrededor de esta mitología ya estaba dicho. Sin embargo, Don Mancini no renunciaría tan fácilmente a su idea de mantener su vínculo con unos personajes que le fascinaban. Ronny Yu se encargó de colocarse detrás de las cámaras, si bien fue nuevamente el guionista quien introdujo en una cuarta parte estrenada en 1998 un elemento rupturista: Tiffany, antigua amante de Charles, logra adquirir los restos del muñeco de su infame amante para hacer otro sortilegio que lo devuelva de entre los muertos.

En un gran acierto de elección se optó por Jennifer Tilly para encarnar a esta especie de Harley Quinn para el infame villano. Pronto, la actriz demostró que era la opción ideal para brindar a una aliada absolutamente desquiciada, divertida y con gran capacidad para la autoparodia. En un guiño a los anteriores sucesos aparece un recorte de periódico donde se menciona que un tal Andy Barclay denunciaba los riesgos de que el antiguo Estrangulador de Lake Shore estuviera todavía ejerciendo su infame oficio.

Eso sí, el chico que sobrevivió solamente aparecía mencionado en un largometraje muy hiperbólico donde predominaba el humor negro. Bien acompañada por figuras como John Ritter o Katherine Heigl, Tiffany brilló como lo mejor de un punto de ruptura demasiado abrupto para un sector nostálgico.

Cartel de La novia de Chucky.
Cartel de La novia de Chucky.

La semilla de Chucky (Seed of Chucky): Maldades sobre Hollywood

Si Jennifer Tilly había brillado como novia de Chucky, la siguiente continuación la elevaría a un nivel de importancia capaz de rivalizar con Kyle o el propio Andy como principal referencia del protagonista. Mientras Hollywood se dispone a rodar una especie de Bonnie y Clyde con la poco edificante vida de la pareja protagonista, Don Mancini recoge su propio gancho para hablar de Glen, el improbable hijo surgido de la relación entre los dos muñecos.

Jennifer Tilly pudo lucirse por partida doble, puesto que se interpretó a sí misma como objeto de las indeseadas atenciones de Chucky y su devota admiradora, ambos sendos asesinos en serie. Sería la primera vez que Don Mancini se colocara como responsable de la dirección del metraje, sacando su lado más gamberro y alocado, además de introducir un tema poco tratado en el género del slasher: la crisis de identidad sexual a través de Glen.

Aunque es harto improbable criticar algunos instantes como Chucky sacando de la carretera al vehículo de Britney Spears o la envidiable forma de burlarse de sí misma a cargo de Tilly, esta pieza sí que supondría una ruptura definitiva con todo lo anterior y prácticamente es un caso aparte dentro de la franquicia. La cuarta pared quedaba totalmente destrozada y, ahora sí, muchas voces auguraban que se bajaba el telón de manera definitiva.

Sin embargo, al igual que sucedía en esta sátira, basta quedarse hasta los títulos de crédito para oír una malvada y familiar carcajada.

Cartel de La semilla de Chucky.
Cartel de La semilla de Chucky.

La maldición de Chucky (Curse of Chucky): El renacido

Las dos últimas películas de la franquicia habían revitalizado la saga, aunque también elevado los niveles bizarros hasta cuotas impensables. Don Mancini quiso volver a un terror más clásico y claustrofóbico con La maldición de Chucky (2013), donde se encargó del guion y la dirección. Aparentemente, el muñeco diabólico abandonaba Hollywood y se disponía a tomarse un tiempo para resolver un sangriento cabo suelto de su pasado. En esta ocasión, buscará atormentar a Nica (Fiona Dourif), una dama en silla de ruedas que es la única lo suficientemente perspicaz en la casa familiar para descubrir que su sobrina ha recibido un endemoniado regalo por correo.

Más sobria en sus emociones, si bien manteniendo el humor negro, el clímax tendrá un diálogo impactante cuando Nica logre una prórroga fundamental para sobrevivir. Aprovechando las confidencias del asesino en serie, le echa en cara que Andy Barclay le derrotó hasta en tres ocasiones y sigue vivo. En un guiño tanto para público leal como hacia el villano, el personaje de Fiona, hija del mismísimo Brad Dourif, activando una tecla emocional importante que parecía olvidada.  

Después de hora y media de slasher clásico, además del placer de volver a contar con Jennifer Tilly, hay un último regalo de Mancini tras los créditos finales. Alex Vincent en persona reaparece para recibir un bonito paquete envuelto. Distraídamente lo deja en la mesa mientras varios recuerdos de la habitación nos repasan la saga: su título de la academia militar, la fotografía de su hermanastra y una llamada telefónica a su madre, felizmente recuperada.

Chucky emergerá con más ganas de revancha que nunca, si bien se topa con un Andy totalmente preparado y escopeta en mano: “¡Juega con esto!” es su frase de cierre final en una escena excelente que confirma su don como némesis.

Cartel de La maldición de Chucky.
Cartel de La maldición de Chucky.

El culto de Chucky (Cult of Chucky): el círculo del cazador

Desde que recibió la llamada de Mancini se sintió feliz. Alex Vincent quería volver a jugar con su viejo camarada y la respuesta de la audiencia coincidía. Si aquello fue un cameo estelar, la directa secuela, El culto de Chucky (2017) iba a dar un verdadero protagonismo al chico con el que empezó todo, además de seguirse el rastro de Nica, quien logró eludir a Chucky, pero no una injusta reclusión en un manicomio.

Con Mancini a los mandos y ganas de jugar, esta prolongación confirma que el producto iba a apostar por más salpicaduras de sangre y una relativa seriedad. En una carrera contrarreloj, Tiffany y Andy intentarán, por motivos diferentes, acceder a Nica. En paralelo, se hace una terapia de shock con la desventurada víctima que propiciaría un retorno del muñeco diabólico con mayor habilidad en el vudú que se haya visto.

En un giro de tuerca interesante, observaremos que este Andy adulto no está exento de problemas. Tiene difícil confraternizar socialmente, puesto que en la era de las redes está expuesto a un solo clic de que otras personas vean su nombre vinculado a horribles crímenes. De hecho, aprovechará sus ratos de ocio para torturar la cabeza de la versión de Chucky que le atacó. Si bien nadie va a lamentar en exceso que el malvado juguete reciba un poco del mucho dolor que infringe a otros inocentes, el Andy de la séptima cinta parece coquetear peligrosamente con el síndrome del cazador de monstruos: su propósito es heroico, pero adopta la metodología de su contrincante.

El final llega a ser inquietante, con el monstruo y su consorte reunidos. Sin embargo, queda un alivio final cuando veamos irrumpir en el refugio de Andy a Kyle, dispuesta dejar claro a la cabeza de Chucky que sigue siendo su objetivo.

Cartel de El culto de Chucky.
Cartel de El culto de Chucky.

Chucky (la serie): Placeres culpables

El muñeco diabólico sabe reinventarse. A la altura de 2021, Mancini volvió a demostrar su olfato de mercado para incorporar elementos esenciales en los formatos adecuados: amortizar a su público más fiel y atraer a una nueva generación de adolescentes. David Kirschner se ponía nuevamente como respaldo económico para hacer desembarcar a la temible criatura en un formato que le venía como anillo al dedo: el formato de serie televisiva.

Una apacible comunidad norteamericana empezaba a verse salpicada por una oleada de crímenes terribles. En esta ocasión, un grupo de chicos y chicas descubrirían lo peligroso de estar próximos a un antiguo juguete. Todo comienza en un garaje donde el joven Jake Wheeler se sumerge en una relación tóxica sin precedentes cuando, involuntariamente, adquiere al Good Guy más peligroso del mercado. Zachary Arthur da vida a este fichaje a la lista de “amigos” de Chucky, si bien pronto el argumento permite explorar nuevas líneas para marcar sus diferencias con Andy y Nica. 

El pequeño Barclay era un muchacho en plena edad de la inocencia y Nica una mujer adulta, mientras que Jake está en una etapa de transformaciones y descubrimientos que se agravan por vivir en un entorno poco tolerante y atávico. Su condición de homosexual hace que sea un objetivo en cuestiones tan desagradables como el acoso escolar, algo que lleva a una fórmula atípica en la malvada alma de Charles: apoyar, en esta ocasión, una buena causa, si bien de la peor manera posible.

Está plagada de humor negro la gruesa ironía que sea alguien como Chucky quien tenga un discurso más abierto y le veamos eliminar a figuras realmente desagradables. Al estar en una ficción, incluso sentimos eso como un placer culpable. Pronto, Jake y su círculo de amistades se verán ante un dilema moral inquietante.

Chucky.
Chucky.

Andy Barclay and Kyle, I presume

Actualmente con tres temporadas, el show de nuestro muñeco con cicatrices predilecto no pretende ser una obra de arte y ensayo. Tiene un aire folletinesco y, por momentos, de culebrón que se ve aderezado por tener una fuerza del mal danzando a su antojo. No obstante, pronto el espacio televisivo sabe combinar a esa nueva generación con los elementos clásicos de la saga: Jennifer Tilly se deja caer de inmediato por estos lares y veremos la evolución de Nica.

De hecho, la parte de la grada más nostálgica debe estar muy atenta a unos flashbacks que rinden homenaje a todas las películas anteriores y explican algunos eventos del terrible pasado de Charles. Sea como fuere, a medida que avanza el asunto, nos surge una duda, ¿tendrán cabida Andy y Kyle en este renacer de la leyenda? La respuesta es un rotundo sí que supondrá algunos de los cliffhangers más potentes para la pequeña pantalla.

Jennifer Tilly en la serie de Chucky.
Jennifer Tilly en la serie de Chucky.

Una de las escenas que más atención generó en las redes sociales fue un inquietante momento donde Chucky parecía alcanzar su sueño de tener a Andy a su merced para ejecutar una brutal vendetta por pasadas derrotas. Afortunadamente, aquello sería un mero sueño de un muñeco diabólico que está alcanzando ribetes presidenciales en una alocada montaña rusa donde la pareja de hermanos está teniendo momentos sumamente notables.

Christine Elise se sigue luciendo con holgura el gorro de Kyle, además de haberse manifestado en varias ocasiones en contra de los remakes que se han hecho alrededor del concepto. Con ello hacía alusión al intento de reinicio que pudimos hallar en Child’s Play (2019), la cual no terminó de cuajar pese a contar con lujos como el doblaje de Mark Hamill. Quijotescamente, esta saga de terror aboga por el clásico vudú antes que los riesgos de la IA.

Cartel del remake de Muñeco diabólico.
Cartel del remake de Muñeco diabólico.

Al otro lado del espejo

Si La tumba de Drácula fue uno de los grandes éxitos del cómic terrorífico en Marvel, buena parte de la culpa se debió a la rupturista presencia de Blade como el más implacable perseguidos de los vampiros. Historias oscuras precisan de una balanza, un pequeño momento para contener el aliento. En la larga andadura de maldades perpetradas por Charles y su eterna prometida, la pareja de hermanos Barclay es justo lo que necesita el cóctel para explotar adecuadamente.

De hecho, sorprenden poco las peticiones de comentarios en redes sobre explorar qué tipo de misiones han encabezado tanto Kyle como Andy trabajando al unísono para arrancar la semilla de Chucky por el mundo. Tal vez no dé para un spin-off como tal, aunque un capítulo especial con la carismática pareja de intérpretes es justo lo que necesita un show que no está dejando indiferente a nadie .

Tal como dijo Mancini, todos terminamos, igual que la madrastra de Blancanieves, temiendo las inclemencias de lo que muestra el espejo. Incluso Chucky se hará viejo algún día como está insinuando esta tercera campaña del show…