‘Cardo’, adicción a la vida
Cardo, de Atresplayer, se ha convertido en la serie de moda. Todo el mundo habla de ella y promete convertirse en la serie del año. Cardo surge de una idea de la actriz Ana Rujas. Ella misma junto a Claudia Costafreda decidieron hacer realidad esa idea.
Después de crear la serie y encargarse del guion, pasaron a ocupar otras funciones. Ana Rujas es la actriz protagonista de la serie y Claudia Costafreda se encargó de la dirección.
La producción corrió a cargo de Buendía Studios y Los Javis (Suma Latina), amigos de ambas y directores de Veneno, la serie que rompió todo tipo de prejuicios en 2020 y en la que Costafreda también participó en el guion.
La suerte de la fea, la guapa la desea
La serie nos cuenta la vida de María, una chica de 29 años, actriz y con otras inquietudes creativas que trabaja en una floristería y comparte piso con una amiga en Madrid. Aunque ha trabajado en alguna serie, no está orgullosa de su paso por la televisión ni de haber hecho publi como modelo. Siente que es una fracasada.
María es muy guapa. Algo que muchas veces acaba siendo un inconveniente en su día a día y más aún en el mundillo audiovisual. Sufre todos los prejuicios posibles de ser guapa. Desde pensar que es tonta a que es “facilona” o que la belleza, de la que solo la naturaleza es la culpable, es su única virtud.
María vive en ese vacío existencial de quien cree que ya lo ha perdido todo. Que no hay más oportunidades. Siente que no hay forma de salir a flote de ese profundo pozo en el que se ha ido sumergiendo poco a poco, sin darse cuenta, hasta acabar con el agua al cuello.
Desde ese vació es muy difícil sentir que estás vivo. Es muy difícil sentir. Estar ahí es lo más parecido a ser un zombi. Por ese motivo, ese es el escenario perfecto en el que volverse adicto a cualquier cosa que te pueda hacer sentir que aún estás vivo. Las drogas, el dolor y el sexo son los pilares perfectos a los que agarrarse. María se agarró con tanta fuerza que parece haber creado asideros en ellos.
¿Felicidad = Éxito?
Dicen que la serie es un retrato generacional, que va de la vida que llevan los millenials, etc. Error. La serie no va de eso. El que sus creadoras sean millenials no tiene nada que ver con que la serie trate temas con los que se puede identificar cualquier persona. Especialmente si eres del mundillo del artisteo.
El éxito y el fracaso, la presión de la belleza, los prejuicios, la búsqueda de la felicidad, de la aprobación. Gustar, querer, la depresión, la amistad, el ego, las drogas, el miedo y la pérdida son temas por los que la mayoría nos hemos dado una vuelta. A veces hemos parado más en un sitio que en otro, pero conocemos bien esos lugares.
Sí, es cierto que quizá ahora más que nunca se bombardea con la idea de éxito, llegando a todo tipo de estamentos y clases sociales. La mala utilización de las redes sociales o quizá podríamos decir, de la tecnología como medio de comunicación en general, también ha ayudado a que todo se mida como éxito o fracaso.
La sociedad no es la única que juega a eso, los propios mercados o algunas empresas de entretenimiento y editoriales que basan sus contrataciones en likes y seguidores en vez de talento y oficio, potencian en los jóvenes la sensación de que todo se puede medir con las dos caras de esa moneda.
En Cardo, María es el ejemplo perfecto de la frustración, depresión y desconexión vital que provoca esa percepción de la vida.
Cardo: Sexo, pop y realidad
La serie utiliza muchos elementos actuales y populares para contar la historia de María. Rosalía y C. Tangana están reflejados claramente en los sonidos y música de la serie. La primera, en los efectos sonoros que marcan las desafortunadas decisiones de María, y el segundo, en la música cofrade que nos hace recordar a su tema Demasiadas mujeres.
Su reparto también es curioso en ese sentido. Además de la maravillosa Ana Rujas, nos encontramos con actores de prestigio como Alberto San Juan, cantantes como el carismático vocalista del grupo Carolina Durante y con actrices y personajes parecidos a los del mundo de Veneno o Paquita Salas. Cardo, amplifica y enriquece el mundo al que pertenecen esas dos series.
Cardo, está rodada con maestría y autoría. La dirección de Claudia Costafreda, es acertada y personal. Su forma de utilizar los zooms, el recurso, tan ESCAC, de mostrar los pensamientos de Maria escritos en pantalla (que quizá deberían de haberse dosificado más) y el punto de vista de la cámara siempre a favor de mostrar la realidad de lo que se está contando, sin miedo de que en algunos casos pudiera ofender, es junto a su trabajado, natural y excelente guion, de lo mejor de la serie.
Ana Rujas
Ana Rujas se merece un apartado aparte por lo generoso de su trabajo, de lo que cuenta y por cómo lo cuenta. Su trabajo es un ejercicio catártico de desnudar los miedos, mostrándolos sin tapujos, desmitificando la belleza y sus infantiles, básicas y predecibles herramientas de seducción.
La forma con la que Rujas nos coloca ante la verdad de la situación que viven muchas mujeres simplemente por el hecho de haber nacido guapas es cruda y descarnada.
Es importante visibilizar la reacción y las intenciones de algunos hombres ante una mujer así en situaciones de vulnerabilidad, ya sea psicológica o por los efectos del alcohol o otras drogas.
Conocía a Ana Rujas por fantásticos trabajos en cortometrajes como Time After Time o Disco inferno de Alice Waddington y siempre tuve claro que más tarde o más temprano llegaría el momento en el que un público más amplio conocería su talento y caería rendido a sus pies.
Me alegro que haya tenido que ser por Cardo, el trabajo con el que ella y Claudia Costafreda han marcado la dirección hacía la que tendrían que mirar l@s jóvenes creador@s y productor@s cuando se decidan a emprender la titánica aventura de levantar un proyecto audiovisual.
Riesgo, sinceridad, feminismo, talento y valentía son solo algunos de los adjetivos con los que poder calificar a Cardo, la serie española del año.
Por cierto, si no conocéis el poema de Bukowski, La chica más guapa de la ciudad, leedlo o escuchadlo en nuestro podcast. No sé si seré el único al que le haya pasado, pero desde el comienzo de la serie, ese poema rebotaba en mi cabeza de forma suave pero constante.