‘Antes del Amanecer’: del flechazo en una librería de Linklater a la gran pantalla
En 1995 Richard Linklater estrenaba Antes del amanecer, su cuarto largometraje. En ese momento ni él mismo sabía que esa peliculita íntima, con solo dos protagonistas, en la que más que acción hay diálogo, daría pie a otras dos cintas y se crearía una trilogía que se estiraría en el tiempo hasta 2013.
Hablamos de la trilogía Before (o Antes en español) que se inició con Antes del amanecer. El argumento es sencillo, dos jóvenes Jesse (Ethan Hawke) y Céline (Julie Delpy) se conocen en un vagón de tren que va de Budapest a París. Durante el trayecto comen juntos y cuando Jesse tiene que bajarse en Viena para coger un vuelo de regreso a Estados Unidos, la conversación con Céline ha sido tan estimulante que le pide que se baje con él y que pasen la noche en la ciudad de la música.
A partir de ahí, el espectador irá siguiendo los pasos casi de vagabundos de los protagonistas mientras escucha sus conversaciones que van desde temas familiares a cómo entienden el amor.
La realidad supera a la ficción
Amy Lehrhaupt es la culpable de que en 1995 el mundo pudiera ver la historia de Jesse y Céline en Antes del amanecer. En otoño de 1989 Linklater estaba de visita en Filadelfia para ver a su hermana, tenía 29 años. Entró a una tienda de juguetes y allí conoció a una chica de 20, Amy Lehrhaupt. Empezaron a hablar y ya no pararon hasta que se hizo de día. Richard sabía que tenía que usar esa historia para una película. Quería capturar eternamente el sentimiento que, en muy poco tiempo, se había instaurado entre él y Amy.
Aquello fue un verdadero flechazo, pero no como el que se suele ver en algunas pomposas y ñoñas historietas románticas. No fue un amor a primera vista, más bien a primera conversación. Tras esa noche en la que se puede decir que se enamoraron, los jóvenes intercambiaron los teléfonos y se llamaron de vez en cuando, pero la distancia acabó matando aquel sentimiento y terminaron por perder el contacto.
Esto incidió no solo en la creación de Antes del amanecer y las dos películas que le siguen, sino también en el final de esta primera entrega. Tras vivir una noche romántica y de confesiones en Viena, al día siguiente Jesse debe coger un avión para volver a los Estados Unidos y Céline tiene que irse en tren a París.
En lugar de darse los números de teléfono, deciden comprometerse cien por cien con esa noche y acuerdan no volver a verse nunca. Finalmente, el halo de tristeza de la despedida, y ese sentimiento irracional que se ha forjado entre ambos, los lleva a quedar en esa estación de tren en Viena dentro de seis meses, con la promesa de no ponerse en contacto hasta ese preciso momento.
Los diálogos conquistan la acción
Lo genial del cine de Linklater es que no se hace pesado o denso. Delpy y Hawke son perfectamente capaces de mantener al espectador con los ojos fijos en ellos. A veces, sin tan siquiera la necesidad de hablar.
Para una historia que se sustenta en los diálogos, que intercambia la acción por estos, en la que lo único que pasa son dos personas que pasean por una ciudad desconocida, es preciso que el reparto sea exquisito. Por supuesto, los dos protagonistas dan la talla, aun en ese 1995 en el que eran bastante jóvenes.
Si se compara, algo alegremente, esta trilogía de Linklater con aquella de Kieslowski que ya se analizó en Las Furias, una diferencia salta a la vista. El polaco narra eminentemente a través de imágenes, apenas hay diálogos en sus películas dedicadas a los tres colores. Mientras que el americano se expresa mediante una verborrea incontenible, acercándole esto a la forma rohmeriana de hacer cine.
El cine de Éric Rohmer es acusado de tener poca acción, de hecho, en muchas de sus películas no hay acción. Todo es literal o, mejor, literario. Pero mientras los personajes debaten y filosofan entre ellos o consigo mismos, mientras se van de vacaciones, pasean por el campo o la playa y visitan a amigos, lo que pasa es la propia vida. Queda patente con esta serie de películas que Rohmer es uno de los principales referentes de Linklater y eso se refleja muy especialmente en este tríptico cinematográfico.
Está claro que el director bebe directamente de la nouvelle vague. No solo por este parecerse a Rohmer, sino por hacerlo a otro de sus coetáneos, François Truffaut. Si este último tenía el ciclo Doinel, en el que trabajó en un lapso de 20 años con Jean-Pierre Léaud como protagonista, haciendo que las cámaras lo vieran crecer, Linklater coge a Hawke y Delpy y los muestra envejecer en un período igualmente de 20 años.
Es más, esto fue elevado a la potencia por el norteamericano en Boyhood (2014), en la que también participa Ethan Hawke. En este film narra la infancia, adolescencia y paso a la edad adulta de un niño desde los seis años hasta los dieciocho. Linklater tardó doce años en hacer esta película que estuvo nominada a los Oscar y que era una de las grandes favoritas de ese año.
Romanticismo sin pasteladas
A pesar de ser una película de corte romántico y algo inocentona, no llega a ser pomposamente romántica sin sentido. Realmente el autor consiguió capturar ese momento en el que se empieza a conocer a alguien y todo es nuevo, fresco y estimulante.
Jesse y Céline se enamoran en unas pocas horas, al empezar a conocerse a través de sus conversaciones, pero una vive en París y otro en Estados Unidos. No hacen eso que las gentes se afanan por llamar “locuras por amor” y se mudan para estar juntos, es algo que ni se cuestiona. Tampoco montan un drama con la despedida, ni siquiera intercambian teléfonos.
Tienen claro que la cosa no puede funcionar, pero quieren seguir viéndose. Por eso quedan a los seis meses de aquella cita improvisada. Linklater no tenía pensado continuar con la historia. La inspiración era clara y su relación con Amy se había ido apagando precisamente porque se habían afanado en seguir hablando por teléfono. Sin embargo, parecía que les debía una continuación a Jesse y Céline. Sin planearlo, se instauró el germen que daría lugar a Antes del atardecer: ¿Se encontrarían a los seis meses los enamorados? ¿Acaso hacían vidas por separado? ¿Cuántos años habían pasado desde que se conocieron?
El cineasta es un genio con los diálogos, no podía ser de otro modo siendo digno heredero de Éric Rohmer. Consigue una de las cosas más complicadas para el arte, pero que también es su objetivo: hacer sentir al espectador lo mismo que sienten sus personajes. Si alguien no se sobrecoge al ver esta cinta es que nunca ha estado enamorado.