‘Aniquilación’, de Alex Garland: la mejor ciencia ficción especulativa del cine
Aniquilación. Nada combina tan perfectamente belleza y crueldad como la naturaleza. Un bucólico paisaje, casi idílico en su armonía de elementos, puede transformarse en una décima de segundo en un horror. Basta apenas la irrupción de un depredador que ha surgido de ese mismo medioambiente, una planta venenosa o un movimiento de la Tierra para desatar el caos más inesperado y sangriento.
Cuando fue anunciada por la plataforma Netflix en 2018, Aniquilación ya se nos antojaba como algo diferente en el amplio catálogo de las ofertas digitales. Un reparto que aúna nombres como Natalie Portman, Tessa Thompson u Oscar Isaac ya obliga a prestarle atención. Sin embargo, había incluso más. Sus pósteres e imágenes atípicas llevaban a pensar que la ciencia ficción, uno de los géneros que más alegrías han dado al celuloide, podía haber hallado otra gema.
Todavía es pronto para que los árboles del presente nos dejen ver el bosque en su verdadera dimensión. Pese a ello, lo mostrado en este largometraje, que hubiera sido incluso más disfrutable en pantalla grande de sala de proyección, basta para que apostemos porque terminará alcanzando una condición de cinta de culto.
Aniquilación: fantasías oscuras
Alex Garland estaba disfrutando. Como habría dicho Narciso Ibáñez Serrador, aquellas páginas eran una agradabilísima manera de pasarlo un poco mal. Jeff VanderMeer brindó uno de sus mejores trabajos literarios con Annihilation (2014). La buena acogida de su texto, donde su imaginación llevaba a escenarios casi inabordable, le llevó a anunciar que aquella pieza era la primera de una trilogía que sería bautizada como Southern Reach.
Garland, quien ya había demostrado su magisterio detrás de la cámara para el género con Ex Machina, estrenada precisamente el mismo año en el VanderMeer lanzaba a las librerías su obra maestra. Sorprendía poco que quisiera hincar el diente a ese microcosmos tan personal, lo cual no quitaba que hubiera importantes obstáculos por el camino.
La traslación de la esencia de la obra al séptimo arte exigía explorar otros caminos. Desde el principio, el autor del best-seller y director concordaron que serían precisas las modificaciones superficiales para poder ser fieles al espíritu. La fuente de financiación, según le comentó la productora Skydance, iba a depender de Netflix, lo cual alejaba el segundo largometraje de Garland de las butacas. “No tengo ningún problema con la pequeña pantalla. Lo mejor del género que he visto en mucho tiempo es El cuento de la criada (2017)”.
La referencia a la serie protagonizada por Elisabeth Moss y basada en la novela distópica de Margaret Atwood ya ponía buenos cimientos para el edificio que se iba a construir. Un futuro inquietante, aunque próximo a las coordenadas que conocemos. Garland trabajó en persona el libreto, buscando entender qué quería decir VanderMeer y cómo lograr ese mismo resultado por caminos cinematográficos que, a la fuerza, debían ser distintos. Una exigencia que le llevó a ser generoso a la hora de tratar con el equipo técnico y un fabuloso casting.
Aniquilación: Obertura
La primera toma de contacto que ofrece Aniquilación a su audiencia es fundamental para ir aceptando el paulatino viaje. De hecho, es casi un reto suponer que vamos a adentrarnos en un viaje de ciencia ficción cuando se aprecia la cuidada fotografía de Rob Hardy. Siempre se opta por lo aséptico, mostrando una cotidianeidad que impide cualquier escapismo, en cada escena somos conscientes de que nos hallamos a algo muy similar a nuestro mundo real, casi un calco.
El firme propósito del primer acto es darnos esa falsa sensación de terreno familiar. La música de Geoff Barrow y Ben Salisbury también juega con ello, siendo progresivo el desasosiego que nos producen sus notas. Antes que un giro abrupto, vamos a escuchando una melodía depresiva que va tratando paulatinamente de minar el ánimo a la hora de afrontar la aventura.
Uno de los secretos de la buena ciencia ficción es poner en serios apuros a personajes que están muy preparados. La expedición de cinco científicas que lidera la bióloga Lena (Natalie Porman) transmite que son personas más que capaces de afrontar distintos tipos de riesgos. No obstante, la misteriosa zona X, una región oculta al gran público por parte del gobierno estadounidense, es una amenaza de categoría propia.
Nuestras protagonistas pueden estar seguras de sí misma en cuanto a que se han formado a la perfección para entender las leyes de la naturaleza. El problema es que, a medida que se adentren en el bosque, una misteriosa figura va a dar la vuelta al tablero e incluso a colocar fichas con movimientos que no están en ningún libro de instrucciones que hayan podido estudiar. Como audiencia, podremos empatizar casi de inmediato con este recorrido en el que nos veremos tan envueltas como ellas en una fina tela de araña.
El reparto de Aniquilación: Un quinteto de ensueño
Natalie Portman ha mostrado tener pocos vértigos ante los proyectos de altura. Si se sobrevive a un listón tan elevado como encarnar a Padmé Amidala en las precuelas de Star Wars, la actriz en cuestión ya ha mostrado credenciales suficientes para siete vidas. Con todo, puede que lo que más la avale para ser Lena lo hallemos en Cisne negro (2010), otra provocación brillante de Darren Aronofsky.
Aunque la bailarina y la bióloga tengan pocos lazos en sus biografías ficticias, ambos papeles de Portman coquetean con permitir al abismo devolvernos la mirada. Si todas las integrantes tienen motivaciones y curiosidad por el fenómeno que se está produciendo en la misteriosa área, para la protagonista es una deuda: de allí fue de donde volvió Kane, su marido. Tras un año desaparecido, ya no es él mismo. Y ella quiere hallar respuestas.
No será una odisea en solitario. Tiene cuatro acompañantes de altura. Por ejemplo, la doctora Ventress, una ocasión más aprovechada por Jennifer Jason Leigh. Ya en Los odiosos ocho (2015) dio muestra de poder pasar de un estado de quietud absoluto a entrar en acción como una cazadora en la maleza antes de efectuar su disparo más certero. De tremendo peso en las escenas de confrontación física hallamos a Gina Rodríguez como Anya Thorensen. Fruto de su excelente conexión con Jo McLaren, una de las mejores coordinadoras de acción en la industria para secuencias de riesgo, serán algunos de los momentos de mayor terror en Aniquilación.
Y es que, aparte de su potencial intelectual, las damas de este largometraje tienen un pasado militar que las ligaría con iconos como Sarah Connor. Eso se advierte especialmente en Tessa Thompson (Josie Radek), ya entonces estrella emergente. Por último, Tuva Novotny es la topógrafa y geóloga de una misión iniciática.
Poderosas maestras
La mayoría de los cuentos recopilados por los hermanos Grimm distan de ser modelos a seguir. Parece una paradoja que muchas de esas narraciones escalofriantes y sangrientas puedan tener como su principal público a la infancia. De cualquier modo, una mirada atenta revelará que esas narraciones son poderosas maestras, sabias guías para explicar con metáforas los peligros del mundo real en el envoltorio digerible que supone la ficción.
Innumerables de ellas tienen su cénit en el bosque. Otra vez, la naturaleza como aliada y peligro. Proveedora de recursos para las intrépidas almas que la desafíen, pero igualmente una amenaza máxima y desconocida. Tras deliberaciones sobre localizaciones, Garland y su equipo quedaron prendados de South Forest, dentro del complejo de Windsor Great Park y propiedad de la familia real inglesa.
Rob Hardy quedó prendado de aquel marco incomparable. Era como estar en los pantanos de Luisiana, añadiendo la ventaja del efecto alucinógeno de una historia victoriana en los suburbios londinenses. Si Southern Reach será nuestro asidero a la realidad, cuando cruzamos esta frontera con la expedición científica hemos de prepararnos para renunciar a todo aquello que creíamos saber.
¿Tenemos paralelismos a este fantástico truco en el séptimo arte? Sagazmente, Mireia Mullor acierta al referenciar Stalker (1979) de Andrei Tarkovsky para hablar de esta convivencia entre lo real y lo mágico de una forma que solamente parecía factible en Macondo. Eso sí, la apuesta de Garland es introducir una perturbadora autodestrucción consciente que resulta más aterradora que cualquier animal que nos pueda lanzar esta enigmática zona.
Curiosamente, Aniquilación busca evitar el abuso del croma, rescatando algunos antiguos trucos que ese revelan efectivos. Así, la animatrónica bien realizada por expertos como Guy Stevens permiten un toque personal a la hora de presenciar a las amenazas.
Alex Garland y La Cosa del Pantano
Reconocer las deudas es un acto de honor. Lejos de ocultar las influencias de donde ha bebido, Alex Garland no ha dudado en aclarar cuáles fueron las obras que conformaron su rico universo. Un lugar muy destacado está reservad al genial y heterodoxo Alan Moore. Dentro de la amplia producción del bardo de Northampton, Garland destaca su glorioso periplo en los cómics de La Cosa del Pantano. Unas viñetas que todavía levantan expectación pese a las décadas transcurridas desde su publicación, brindando una ecléctica fórmula que combinaba el terror más primitivo con el puro lirismo.
El noveno arte no nos abandonará durante las dos horas de metraje. Algo lógico si tenemos en consideración que no de los artistas conceptuales de mayor confianza para Garland es Jock, un dibujante singular y con fuerza en lo diseños. Muchos de los miedos primitivos que hay en Aniquilación (por ejemplo, el oso) ya estaban presentes en Los Nuevos Mutantes de Chris Claremont y Bill Sienkiewicz, algo plasmado posteriormente en el enfoque que Anya Taylor-Joy dio a la mutante Ilyana Rasputin en la adaptación cinematográfica de 2020.
La sabia mano de McLaren se nota cada vez que las protagonistas se sumergen. Notamos la humedad, el frío y los escalofríos cuando algo parece emerger. Las interpretaciones del miedo son notables por su cotidianeidad. En un interesante diálogo del rodaje, podemos observar cómo Natalie Portman quería saber si Garland quería que hiciese algún ruido en uno de los momentos más tensos en la cabaña. Sagazmente, ambos concordaron en que el mejor sonido posible era, sencillamente, el de un cuerpo intentando recuperar la compostura.
Hay cierto aroma a El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad en los descubrimientos que van haciendo las exploradoras.
Aniquilación: ¿Los tiempos cambian?
Deja una sensación agridulce. Nada es casual en el desenlace de Aniquilación. Tampoco lo es el hecho de que nuestra protagonista haya estado leyendo La vida inmortal de Henrietta Larks. Igual que sucede en la legendaria Blade Runner (1982), un simple brillo de ojos puede llevarnos a horas de divertido debate cinéfilo. Puede que aquí estemos frente a uno de los principales encantos de la pieza.
Junto con Lena, vamos entendiendo la metamorfosis que sufrió Kane, su pareja. Un soldado obligado a presenciar y ejecutar horrores que supondrían mezclar Apocalypse Now (1979) con la nueva carne de David Cronenberg. En las grabaciones y restos que encuentran de la experiencia, orbita asimismo otro de los hitos del celuloide: Alien: El octavo pasajero (1979).
El viaje que hacen las personas que se arriesgan a la zona X exige un peaje de aceptación de un nuevo reglamento vital que provoca una paulatina deshumanización. Nadie puede volver de allí igual que cuando entró. Tampoco hay dos recuerdos similares de esta mítica ubicación. Igual que le sucede a Luke Skywalker al entrar en el pantano para finalizar su entrenamiento, es imposible decirle qué va a hallar en la indagación, puesto que depende enteramente de él y sus experiencias anteriores.
La desventura de la bautizada como “Expedición 11” en algún lugar recóndito de Florida está llamada a ser rememorada como uno de esos misterios que hacen tan deliciosa a la ciencia ficción. Aniquilación plantea más preguntas que soluciones, si bien no entrar en el camino de las trampas hasta su tercer acto, el que más controversias termina generando. Analizada en frío, su trama podría narrarse linealmente, pero, al igual que acontece con La llegada (2016), el éxito de la propuesta radica en la estructuración de la historia, composiciones estimulantes que nos atrapan.
Aniquilación: Espejos rotos
Sin entrar en ningún spoiler, Aniquilación es un film que expone varios miedos soterrados, algunos de ellos ya bien visibles en la ficción. Las criaturas del bosque, deformaciones de pesadilla que podrían haber sido trazadas en el estudio de Goya como “pinturas negras” son un clásico en este tipo de exploraciones de un marco natural hostil.
Pese a ello, hay un pánico muy superior que nos acompaña desde los títulos de crédito. Una idea tan oscura que incluso obras maestras como Del revés (2015) han intentado omitir al mostrarse a la audiencia de todo el globo. Inicialmente, el borrador del argumento de Pixar incluía una emoción más en la mente de la protagonista: una fuerza que daba nefastos consejos y buscaba su fracaso de forma consciente. La depresión es un tema que cada vez es menos tabú, si la propia ficción, incluso en sus mejores exponentes, se cuida de colocarla en el escaparate. Siempre incomoda.
Aniquilación la sirve, en cambio, como un plato frío. Nuestro quinteto de ensueño tiene un denominador común que irá desvelándose a medida que esta amenazante área lo ponga a prueba. Dolor, pérdida, inseguridad y… enfermedad. Ni la mejor mente creativa en la ciencia ficción podría haber concebido algo tan doloroso como el cáncer. Una traición del propio cuerpo. Un miedo al propio bienestar y el de los seres queridos.
De una manera que ya ocurría con la caracterización de Sigourney Weaver en su célebre saga espacial, el enfoque de Natalie Portman es mostrar a alguien con una capacidad asombrosa de abrazar el propio miedo y dolor. Una mirada al propio reflejo que implica un autoconocimiento que podría desequilibrar a la personalidad más estable. Lena nunca es la misma, si bien observamos un hilo conductor claro: atreverse a recoger los cristales rotos del espejo para recomponerlos.