El ‘Amor malo y feroz’ de Larry Brown
El sur americano, de amor duro, de aspereza y de desesperación, ha dado unas cuantas voces a la literatura. Voces que hablan con unos ritmos muy marcados, también ásperas pero donde, en medio de la adversidad, aparece inesperadamente la ternura, un poco el combo habitual de la vida complicada. Entre esas voces está Larry Brown que ahora está traducido en Dirty Works. Ya son varios los títulos que acumulan del autor pero la primera traducción de sus escritos fue esta recopilación de relatos, Amor Malo y Feroz, publicado en Bartleby Ediciones.
Sobre Larry Brown, para con quien no lo conozca, se dice que de alguna forma nació bajo la sombra de William Faulkner, en Oxford, Mississippi. Es inevitable la influencia de este en sus escritos y de ese sur profundo americano. Sin embargo, en Brown todo parece mucho más tosco. Antes de dedicarse a la escritura, tras un sufrido camino, fue bombero, pintor y leñador. Y, mientras tanto, independientemente de sus logros, se dedicó siempre a escribir. El camino incansable. Y podría decirse que escribió como vivió, no solo en lo contado sino en la forma de hacerlo.
Amor Malo y Feroz: Una voz salvaje
Hay muchas formas de escribir, va en cuestión de gustos, estilos e incluso de lo que la propia historia pide. Sin embargo, es cierto que algunos textos parecen tener un ritmo muy limpio, muy pegado a la realidad que cuenta y a la forma de vivir lo que se cuenta. En este caso creo que a veces poco importa el contenido del relato, porque la palabra te arrastra hasta el final.
Los relatos de Brown tienen un ritmo muy marcado, ágil, accesible, nunca pesado y que le da a la historia mucha fluidez. Es decir, puede gustarte o no lo que estás leyendo pero cuando te des cuenta ya habrás llegado al final. El poder de la palabra bien utilizada. Además, como decía, va de la mano del contenido, es una escritura a veces más ligera, pero siempre con un trasfondo áspero, como las voces rotas de tanto gritar, lo que contrasta con lagunas imágenes que se acercan un poquito más a la ternura. Ahí es donde vemos el drama, en esa mezcla inevitablemente humana de lo desagradable y lo arisco pero con destellos brillantes muy puntales de inocencia y vulnerabilidad.
En algún artículo leí que todos los personajes de estos relatos podrían ser perfectamente Larry Brown. Y cierto es. El carácter, los comportamientos, los diálogos… los relatos parecen distintas escenas de un mismo yo, condenado, de alguna forma, por la realidad que lo rodea. La voz está muy definida, parece una marca de agua. Esto, por un lado, afianza la voz narrativa, hace que sea identificable. Sin embargo, las voces se acaban mezclando, lo que en un principio es fresco y novedoso puede terminar resultando repetitivo y la singularidad se pierde por el camino.
Amor Malo y Feroz: Historias de marginados
Algo de música que hablara de la bebida, de los cuernos, de la pérdida y del encuentro del amor.
Amor Malo y Feroz, de Larry Brown.
Esto es lo que encontramos. Bebida, cuernos, pérdidas y amor en un ambiente que a veces es asfixiante. Gente común en situaciones complicadas.
Es un paseo por una galería de vidas miserables. Los protagonistas son outsiders, perdedores que pueden haber asumido la situación pero que están al borde de la desesperación. Las borracheras, los engaños, parejas mal llevadas, las escapadas de sus hogares parece que funcionan como una huida, vía de escape de la realidad. A veces, las más, caen en el victimismo, dramatizar más de lo necesario como si fueran el centro de todo y merecieran en cierta forma más. De ahí que suelan bordear lo ridículo, el patetismo. De este patetismo puede que venga lo más vulnerable y lo más humano.
Gente que también, a pesar de los caminos que toman, buscan salvación. Como lo hagan ya es otro asunto. Así acaban en bares, malas compañías, peleas, buscando quizá, de alguna forma, algún tipo de respuesta.
Está claro que remite a Faulkner con ese desencanto sureño, todo es tierra áspera, debajo de un sol que pega mucho pero, esto pero esto se da también con John Cheever. En sus cuentos Cheever era eso, pompa brillante y desencanto, la amargura detrás de la felicidad y de los cócteles y de las familias perfectas.
La diferencia es el ambiente, la atmosfera, que en Larry Brown nunca llega a ser brillante, nos encontramos en esa clase obrera superviviente, que se arrastra para conseguir lo mínimo, que tira del carro como puede. No ese ambiente medianamente acomodado de fiesta en fiesta y trajes bonitos. Aquí se bebe en un bar chungo, en un coche mal aparcado, en la puerta de casa.
Aquí el trabajo arrastra a los personajes, pero también lo hacen las exigencias del entorno, la asfixia, con un traje diferente, pero asfixia al fin y al cabo. Mucho más dura diría yo en cuanto a lo difícil de sobrevivir. Un pues esto es lo que hay. Lo que colabora con la sensación de frustración y agotamiento vital.
Recuerda también un poco a las mujeres de Bonnie Jo Campbell con que se revuelven en el lugar en el que están y que buscan una forma como escapar de ahí, manteniéndose esa esperanza viva.
Esto unido a la forma de escribir y los pequeños atisbos de ternura entre tanta mierda, construyen un poco ese amor malo y feroz. La rabia que está ahí continuamente por lo que nos ha tocado.
Amor Malo y Feroz: Escritura y lucha
Y en este camino tampoco podía faltar la escritura. Se une así a esos escritores que antes o después escriben sobre el deseo de escribir, la imposibilidad o el sacrificio que, en algún momento, conlleva. Como en las historias de marginados de Charles Bukowski, a veces también en las de Carver, puntualmente las mujeres de Jo Campbell.
Ahí están. La lucha por la escritura, o la espera, continuamente la espera por conseguir algo mejor, y la frustración y odio para con el mundo por no conseguirlo. La incomprensión que parecen sentir, la insatisfacción permanente. Como si nada fuera suficiente, y puede que no estén muy lejos de tener razón. Y, como pasa con cierta literatura escrita tan desde el deseo mismo de escribir y desde la revulsión contra todo, unas veces hay aciertos brillantísimos y otras no tanto.
De entre los relatos reunidos en Amor malo y feroz son unos cuantos donde se ve esa casi necesidad por la escritura, el proceso por llegar a algo a través de ella. Puede que sea en La aprendiza donde mejor dibuja como se acaba convirtiendo en algo obsesivo y casi vital. En la historia, la mujer del protagonista, está obsesionada con ello y la felicidad de la pareja depende en un principio de las críticas que hace de sus relatos. Como mero testigo, observa el proceso creativo y puntualiza como acaba convirtiéndose, más allá de los logros obtenidos, en un apéndice.
A diferencia del resto de las historias, parece que en este caso Larry Brown se sitúa más en el lado de la esposa que del protagonista, como si nos contara el camino que él mismo siguió y esa devoción literaria casi sobrehumana.