Allen Ginsberg, un girasol dorado: perfiles poéticos II
¿Dónde estás, Allen Ginsberg? Es agosto en Chicago, 1968, y este es el infierno en la Tierra.
En la ciudad del viento no sopla ni una gota de aire. Las farolas de la calle Halsted parpadean en la extraña bruma formado por el gas lacrimógeno, cuyo hedor se extiende por los alrededores del Anfiteatro Internacional.
La noche luce naranja-dióxido de carbono. Por las calles, la policía local carga contra nosotros con puños y porras. Todo comenzó en Lincoln Park hace, ¿cuánto? ¿Dos días? ¿Tres?
La protesta nos reunió a un puñado de miles de personas. Y entre ellas, tú, Allen Ginsberg, hermoso dorado girasol por dentro, desnudo peludo cuerpo de logros creciendo hacia locos negros formales girasoles en el ocaso, uno de los principales exponentes de la llamada contracultura, recitando poemas y aunando las voces de los ahí congregados en un divino saludo a Shiva.
Hari Om Namah Shivaya, Hari Om Namah Shivaya, Hari Om Namah Shivaya…
Todo iba bien hasta que llegaron los chicos de azul por orden directa del alcalde Richard J. Daley, alcalde (demócrata, por cierto). Entonces, las consignas antibelicistas dieron paso a una confusión de gritos, golpes y huesos rotos. Y empezó a correr la sangre.
¿Dónde estás, Allen Ginsberg?
No nos olvides.
A orillas del Passaic
Irwin Allen Ginsberg nació el 3 de junio de 1926 en Newark Nueva Jersey, en el seno de una familia de inmigrantes judíos procedentes de Rusia. Se crio no muy lejos, en la ciudad de Paterson. La primera casa en la que vivió se encontraba en la empinada Fair Street, a no mucha distancia de las rugientes cascadas del río Passaic, que envuelve el condado del mismo nombre.
Su padre era el maestro de escuela y también poeta Louis Ginsberg. Su madre, Naomi Levy, era una activa militante de extrema izquierda, y una marxista convencida. El núcleo familiar lo completaba Eugene, hermano mayor de Allen, la tía Elanor, y el tío Max, marido de esta.
El hogar de los Ginsberg estuvo marcado, sobre todo, por los problemas de salud mental de Naomi. La madre de Allen padecía epilepsia y psicosis crónica, y pasó la mayor parte de su vida adulta entrando y saliendo de hospitales psiquiátricos.
Louis Ginsberg parecía mostrarse un tanto inoperante ante los padecimientos de su esposa. A menudo era su hijo menor quien se hacía cargo de la situación, asumiendo una responsabilidad que no le correspondía.
En invierno de 1941, por ejemplo, se vio obligado a acompañar a su madre en autobús hasta Laketown, a unas 40 millas de distancia, para llevarla a ver a un terapeuta después de uno de sus frecuentes ataques de pánico. Dicha anécdota se encuentra contada con escabroso detalle en el poema Kaddish (publicado en 1961), del que hablaremos más adelante.
Allen Ginsberg: no eres una locomotora
La relación de Allen Ginsberg con su padre no fue mala, aunque tampoco tiene aspecto de haber sido especialmente afectuosa. Allen creció con un gran afán por agradar a Louis, así como con miedo a defraudarlo. De dicho afán proceden, seguramente, sus inicios literarios.
Allen Ginsberg fue un artista precoz, que comenzó a escribir poesía a finales de los años 30. Descubrió a Walt Whitman gracias a su profesora de Inglés en el Instituto East Side de Newark, cuando esta recitó con entusiasmo el Canto a mí mismo (1855) en clase. De Whitman adoptó la longitud de algunos de sus poemas, así como su gusto por el verso libre.
Más o menos por esta misma época, Allen tomó conciencia de su homosexualidad (otro aspecto que le unía a Whitman). En el poema Un supermercado en California (1956), Allen Ginsberg se figura a su “querido barbagrís” ojeando a muchachos en una tienda imaginaria. En la estrofa anterior menciona el nombre de otro ilustre homosexual, Federico García Lorca, al que también admiraba.
Ya en la universidad, Allen Ginsberg decidió dedicarse en cuerpo y alma a la poesía. Según relata él mismo, esta resolución le vino a raíz de una visión que tuvo tras haber leído un poema de William Blake en uno de sus estados alterados de conciencia. Dicho poema fue ¡Ah, girasol!, publicado originalmente en 1794 y está claro que, psicotrópicos aparte, le causó una honda impresión.
Entre sus demás influencias principales, podemos contar a Max Jacob, Vladímir Mayakovski, o William Carlos Williams (con el que llegó a mantener una estrecha relación personal).
En el camino
Allen Ginsberg ingresó en la Universidad de Columbia en 1943, con intención de estudiar leyes. Después de varias idas y venidas, sin embargo, se decantó por su verdadera vocación: la literatura.
Fue así cómo conoció a Lucien Carr, compañero suyo de habitación. Carr, a su vez, presentó a Ginsberg a William S. Burroughs y a (redoble de tambores) Jack Kerouac. De esta forma comenzó el germen de lo que se ha llamado a conocer como la Generación Beat, de la que ya hemos hablado con cierto detalle en artículos anteriores.
Kerouac formaba parte de un grupo de vándalos con tendencias literarias entre los que se encontraban Herbert Huncke, ilustre heroinómano, John Clellon Holmes, futuro novelista, y Neal Cassady, ladrón de coches y vividor incombustible.
Ginsberg, Kerouac, Cassady y los demás…
El primer encuentro entre Ginsberg y Cassady está descrito con fuerza y belleza en el primer capítulo de En el camino (1957), la novela más conocida de Kerouac y uno de los ejercicios literarios más reseñables del siglo XX.
“Corrían calle abajo juntos, entendiéndolo todo del modo en que lo hacían aquellos primeros días, y que más tarde sería más triste y perceptivo y tenue. Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas”…
En torno a este grupo excepcional de personas gira buena parte de obra poética de Allen Ginsberg. A Jack Kerouac, en particular, se refiere en multitud de ocasiones como admirado escritor y amigo personal. Un ejemplo claro se encuentra en El Sutra del girasol (1955, de clara influencia blakeana), un poema en el que rememora sus momentos de compañerismo, así como subraya otros de los temas centrales de su poesía: la autoafirmación de uno mismo y la aceptación del ser.
“¡Nunca fuiste una locomotora, girasol, fuiste un girasol!”.
A Neal Cassady también lo menciona en multitud de poemas. En El automóvil verde (1953) lo retrata como un hombre intrépido y sexualmente carnívoro, un ‘ángel sexual’ del que llegó a ser amigo y, alguna que otra vez, amante.
Cuando Cassady murió en Méjico a la edad de 41 (seguramente a causa de una sobredosis), Allen Ginsberg le dedicó un breve y sentido poema titulado Sobre las cenizas de Neal (1968).
Allen Ginsberg: atardeceres en Frisco
La sexualidad, en todas sus manifestaciones, es otro de los pilares de la escritura de Ginsberg. Ya desde pronto, aludió a ella sin tapujos en poemas tales como Un asfódelo (1953) o Canción (1954). La falta de tapujos con la que aludía a su propia homosexualidad, en concreto, no resultó un problema entre sus amigos, los beatniks, pero sí para gran parte del resto de la sociedad americana. Allen Ginsberg era sinónimo de escándalo.
En 1956 publicó su poema más famoso Aullido, incluido en un libro titulado (apropiadamente) Aullido y otros poemas. El también poeta y cofundador de la legendaria editorial City Lights, Lawrence Ferlinghetti, se encargó de su primera edición.
El poema consistía en hasta 112 párrafos repartidos en tres partes y una nota a pie de página. Además de los temas de los que ya hemos hablado, Aullido alude al tiempo que Allen Ginsberg pasó a finales de los años 40 en Rockland, Nueva York, en el Instituto Psiquiátrico Presbiterano de Columbia, una institución mental en la que estuvo ingresado (siguiendo los pasos de su madre).
Dicho ingreso fue propiciado por algunos de sus profesores de universidad después de haber sido arrestado en junio de 1949, al haberse visto envuelto en algunas de las actividades delictivas de sus amigos.
Poetas aulladores
Ahí fue donde conoció a Carl Solomon, un joven escritor que estaba siendo tratado por depresión. A él está dedicado Aullido, y sobre él versa su tercera parte casi al completo. Solomon era, a su vez, sobrino de Aaron A. Wyn, dueño de Ace Books, la editorial que terminaría publicando la primera novela de Burroughs, Yonqui (1953).
El poema también habla de forma explícita acerca del consumo de drogas de Ginsberg y sus amigos, con menciones a la marihuana, heroína, el peyote, etc.
La primera vez que Allen Ginsberg recitó Aullido en público, en la Galería 6 de San Francisco, está registrada en la novela Los Vagabundos del Dharma (1958), también de Kerouac.
“En cualquier caso seguí al grupo de poetas aulladores a la lectura de la Galería Seis de aquella noche, que fue, entre otras cosas importantes, la noche del comienzo del Renacimiento Poético de San Francisco. Estaban allí todos. Fue una noche enloquecida. Y yo fui el que puso las cosas a tono cuando hice una colecta a base de monedas de diez y veinticinco centavos entre el envarado auditorio que estaba de pie en la galería y volví con tres garrafas de borgoña californiano de cuatro litros cada una y todos se animaron, así que hacia las once, cuando Alvah Goldbook leía, o mejor, gemía su poema «¡Aullido!», borracho, con los brazos extendidos, todo el mundo gritaba: «¡Sigue! ¡Sigue! ¡Sigue!» (como en una sesión de jazz) y el viejo Rheinhold Cacoethes, el padre del mundillo poético de Frisco, lloraba de felicidad”.
Allen Ginsberg: testimonio en Chicago
Aullido fue juzgado en 1957 por obsceno por la Corte Suprema de Estados Unidos y, durante algún tiempo, se prohibió su publicación y distribución. Después de un mediático juicio, el poema fue considerado como no obsceno por parte del juez Clayton Horn, debido a su “redentora importancia social”.
Este, sin embargo, no fue el último escarceo de Allen Ginsberg con la justicia americana. El poeta se mostró especialmente crítico con las políticas de su país en lo referente a cuestiones sociales. Su poema América (1956) es clara muestra de ello, en el que acusa a los Estados Unidos y a la sociedad del capitalismo de usura, belicismo, represión sexual y falta de humanidad en general.
Tanto utilizó su altavoz como figura ya consagrada de la cultura de su momento, que llegó a ser uno de los estandartes de varios movimientos sociales a lo largo de, sobre todo, los años 60 y 70. No en vano, acuñó el término ‘flower power’, que nos ha llegado hasta hoy como un lema hippy.
Allen Ginsberg tuvo un lugar prominente, de hecho, en las protestas de Chicago de 1968, junto a otras figuras de la contracultura como Norman Mailer, Jean Genet, o el propio William Burroughs. La violencia sufrida por los manifestantes se extendió desde el 26 al 29 de agosto, y a ella se alude al comienzo de Peace Frog, canción de la famosa banda de rock The Doors.
Una de sus obras más conocidas de Allen Ginsberg en prosa es Testimonio en Chicago (1972), en el que se transcribe el interrogatorio al que fue sometido después de haber sido detenido por la policía.
Hare Krishna
Su descontento con la política americana, así como su natural curiosidad, lo empujaron a realizar numerosos viajes a lo largo del mundo, tanto antes como después de convertirse en una figura pública. De algunas de sus visitas a Sudamérica, por ejemplo, tenemos registro en el libro Las cartas de la Ayahuasca (1963), así como en sus diarios publicados.
Sus inclinaciones políticas, de clara tendencia izquierdista, no nublaron su sentido crítico. Conocida es su salida de Cuba, por ejemplo, de la que fue deportado por censura pública al régimen de Fidel Castro, a su militarismo y la forma en que perseguía a los homosexuales cubanos. Desde ahí fue enviado a Checoslovaquia, donde fue recibido como la personalidad internacional que era.
¡Europa! ¡Europa! es un poema que recoge muchas de sus impresiones acerca de nuestro continente, así como un recuento de varios de sus ídolos artísticos y literarios nacidos en él.
Como ocurrió con otros miembros de la Generación Beat, Así tuvo una especial influencia sobre él. En 1962, Allen Ginsberg viajó a Japón con Peter Orlovsky, al que conoció tras su primera llegada a San Francisco, en el estudio de un pintor amigo de ambos, y del que fue pareja durante más de 40 años. Y a la India, donde conoció al Dalai Lama en compañía del propio Orlovsky, Gary Snyder y Joanne Kyger (también escritores).
Allen Ginsberg había renegado de su fe judía hacía mucho. Salmo III es un poema escrito en 1956 en el que se dirige a Dios con especial desacato y, posiblemente, decepción. En el budismo, sin embargo, encontró la tan ansiada guía espiritual que buscaba. Uno de sus maestros fue el tibetano Chögyam Trungpa, con el que hizo numerosas apariciones públicas y al que menciona en varios de sus poemas.
En 1974 fundó la Escuela de Poética No-Corpórea Jack Kerouac, en honor a su célebre amigo, fallecido cinco años antes. La Escuela Jack Kerouac (como se la llegó a conocer popularmente) formaba parte de la Universidad de Napora en Boulder, Colorado, fundada por el ya mencionado Trungpa, y en la que se promovían los valores del budismo.
Hey, Padre Muerte
La muerte es, quizá, el último gran tema que nos falta por repasar en la poesía de Allen Ginsberg.
En 1961 publicó Kaddish junto a otros poemas en honor a Naomi Levy Ginsberg, que había fallecido cinco años antes a causa de un derrame cerebral. En noviembre de 1949, Allen recibió una carta del Centro Psiquiátrico de Pilgrim State en la que se solicitaba su autorización para realizarle a su madre una lobotomía prefrontal. Por aquel entonces, los padres de Allen Ginsberg estaban ya divorciados, así que Louis no tuvo ningún tipo de mano en el asunto.
Naomi no mejoró después de la operación, más bien todo lo contrario. Su hijo menor iba a verla a menudo, hasta que esta dejó de reconocerlo por completo. A finales de 1953, Allen salió del hospital completamente devastado, con lágrimas en los ojos, y se piensa que aquella fue la última vez que vio a Naomi.
Allen Ginsberg: la despedida de un hijo doliente
Esta devastadora vivencia le inspiró a escribir Kaddish, a modo de elegía, un poema todavía más largo que Aullido, íntimo y desgarrador. Su título hace referencia a una de las oraciones principales del judaísmo, que se entona en señal de duelo. A través de sus cinco partes (seis, contando con el intercalado Himmnno), el poema evoca los recuerdos de Allen Ginsberg con respecto a su madre, los felices y los no tanto. También constituye la despedida de un hijo doliente, que se clava en el alma, siempre con la sinceridad y la falta de miramientos características de su autor.
En cuanto a su padre, este volvió a casarse poco después de divorciarse de Naomi (hecho que Allen parece reprocharle en un pasaje concreto de Kaddish). Edith Cohen fue su esposa hasta el momento de su muerte en 1976. Padre e hijo mantuvieron una correspondencia durante años, algunas de las cuales han sido traducidas y publicadas en español.
Allen escribió Blues de la muerte del padre el 8 de julio, además, dos días después del fallecimiento de Louis. En este, el poeta muestra una cierta serenidad ante la muerte que roza la resignación.
Unos meses antes había escrito No envejezcas, en el que hablaba del deterioro que observaba en su padre y reflexionaba sobre el suyo propio, y el que nos espera a todos los demás. Ponderando su mortalidad, ya nos había dejado un poema sobresaliente en 1959, Mezcalina, en el que nos ofrece la macabra imagen de un “Ginsberg en descomposición”.
No me olvides
Allen Ginsberg se mantuvo relevante culturalmente hasta el mismo día de su muerte, en 1997. Aprovechó su fama para erigirse como el abanderado de multitud de causas que se negó a abandonar, y se convirtió en un icono para multitud de artistas hasta la actualidad.
El poeta sucumbió a un cáncer hepático el día 5 de abril. Mes y medio antes, firmó su poema Muerte y fama, que sirvió como un réquiem a sí mismo. En él realiza un repaso desenfadado a su interesantísima vida, y dedica palabras cariñosas a sus maestros literarios, amantes y amigos. Peter Orlovsky se mantuvo a su lado hasta el final en su loft del East Village, en Manhattan.
Su funeral (como él ya preveía) fue todo un evento cultural. Realizado según el rito budista, reunió a cientos de personas. Su última voluntad fue que no se le comprasen flores, sino que los asistentes realizasen una donación para el centro budista Jewel Heart de Ann Arbor, en Michigan.
Más de catorce años después, todavía se le recuerda y admira.
Gran parte de su obra está disponible en castellano. Los libros utilizados en la elaboración de este modesto (y furioso) artículo han sido Aullido, publicado por Anagrama Editorial bajo el sello Panorama de narrativas en 2006; Kaddish, de la misma editorial, en 2014; y Ginsberg esencial, de la colección Compendium, 2018.
A continuación tenéis los veintidós poemas mencionados, leídos por un servidor (que es también, a su forma, un girasol dorado “que despertó vivo y excitado aferrándose en la sombra del ocaso la brisa mensual del dorado amanecer”).
Esperamos que os haya gustado este perfil poético, y nos ponemos manos a la obra con el siguiente, dedicado a Leopoldo María Panero.
¡Hasta pronto!