Agatha Christie en el cine: ‘Asesinato en el Orient Express’ y ‘Muerte en el Nilo’, antesala a ‘Puñales por la espalda 2’
Lujo y muerte. El glamour conviviendo con el lado más salvaje y criminal de la naturaleza humana. Agatha Christie procuró ser honesta durante sus partidas literarias. Incluso cuando marcaba las cartas, buscaba enseñarlas de refilón para que el público atento tuviera opción de desentrañar el misterio al unísono con Miss Marple o Hércules Poirot.
Como el más reciente adaptador de sus dos grandes novelas para la gran pantalla, Asesinato en el Orient Express (2017) y Muerte en el Nilo (2022), Kenneth Branagh se ha revelado como otro jugador limpio. Sus piezas han bebido del clásico sin rubor, aunque intentando colocar un sello propio que no desvirtúe la esencia de la gran dama de la novela detectivesca.
Agatha Christie: el arte ingrato
Cuando una escritora ha cosechado la legión de generaciones lectoras que posee Agatha Christie, el reto de la más mínima adaptación de su trabajo al celuloide es enorme. Hay muchas opciones de desagradar por los cambios y, en el caso de mantener todo el engranaje novelesco, nunca podrá igualarse el embrujo de sus páginas. Sin embargo, eso nunca fue óbice para que el séptimo arte acuda a ese mundo de envenenamientos, hipótesis ingeniosas y puñales por la espalda.
Kenneth Branagh ha demostrado en sus dos trabajos ser un discípulo atento y un fan devoto. La pasión que le transmite el whodunit de la autora sabe contagiarlo a través de la cámara. No solamente la ha leído, también revisita cada giro y vuelta de tuerca de sus recursos para ver cómo llevarlos al set de rodaje. De cualquier modo, eso ya fue bien logrado por luminarias como Sidney Lumet en su propia visión de Asesinato en el Orient Express (1974).
El rasgo diferenciador de la pareja de filmes de Branagh la hallamos en su audaz intento de contextualizar al sibarita detective belga en las coordenadas humanistas. Procurar hacerle de carne y hueso, alejándolo de la frialdad de su raciocinio. La provocación depende de que, durante el proceso, sea capaz de hacerlo sin que los fieles de Agatha Christie dejen de reconocer a su admirado sabueso.
Los openings han permitido desarrollar esa opción. Casi pequeños entremeses. Un lugar donde jugar sin alterar el canon establecido. Para el Orient Express, un pequeño caso en Jerusalén que revela el carácter metódico del protagonista. En la aproximación a tierras de los faraones, un potente flashback en la I Guerra Mundial donde la perspicacia del soldado no evita que sufra unas terribles cicatrices.
Un arte ingrato sobre cuyos hombros radica el encanto de esta empresa.
Un tren a Torquay
La imaginativa joven quedó fascinada. Aquel tren de combatientes belgas inundó la plaza de Torquay en cuestión de minutos. Los ecos de aquella locura que fue la Gran Guerra. Uno de ellos cautivó a su poder de observación. Algo en sus ademanes y forma de comportarse. Sin saberlo, estaba configurando al futuro Hércules Poirot, uno de los pocos rivales dignos de Sherlock Holmes en el imaginario popular por el cetro de mejor detective en la ficción.
Enfundarse en sus células grises no fue tarea sencilla para Kenneth Branagh, quien tomaba un báculo que había tenido otros propietarios del calibre de Peter Ustinov o Albert Finney, entre otros. Con la ayuda de Carol Hemming, una de las leyendas del maquillaje en el séptimo arte, el actor y director pudo disfrutar de unos de los mostachos más desconcertantes de la ficción.
Si bien la comunidad lectora y audiencias de todo el globo se inclinaron pronto ante el narcicismo del pequeño hombre que resolvía todo con astucia, Agatha Christie tuvo siempre altibajos con su criatura. En su primer relato, no sabía si lograría la publicación. Décadas después, su detective era una leyenda y ella una autora de ventas increíbles. Y, con todo, al igual que Conan Doyle, a veces odiaba a aquella figura que parecía eclipsar las muchas otras cosas buenas que producía para las estanterías.
Telón, custodiada celosamente para no editarse hasta su muerte, supuso la metáfora perfecta de su ambivalencia hacia su gran protagonista. Pese a ello, siempre puso sobre los hombros del belga mucho de sí misma: la fascinación viajera en una era donde buena parte de la población no podía hacer turismo. En sus periplos por el mundo, Agatha Christie fue una aguda receptora de otras culturas y una minuciosa recopiladora de hechos asombrosos para sus cuadernos.
Asesinato en el Orient Express: el mejor casting que el dinero podía comprar
Michelle Pfeiffer, Johny Depp, Derek Jacobi, Penélope Cruz, Willem Dafoe y un distinguido etcétera. En su reciente obra Oriente-Express: El tren de Europa, un erudito bon vivant como Mauricio Wiesenthal ha desgranado el lujo alrededor de estos vagones y las personalidades que los ocuparon a lo largo de décadas. Branagh no se queda a la zaga en cuanto capacidad de atraer talento sin importar el coste.
Baste pensar que, para su segunda entrega, azotada y pospuesta en su estreno por la pandemia, logró la incorporación de Gal Gadot, estrella en auge por su imagen como Wonder Woman, la atalaya perfecta para Linnet Ridgeway, una acaudalada heredera que viaja sin mirar el talonario por tierra de los faraones. Asimismo, con mucha solvencia, Tom Bateman es el único intérprete que repite con Branagh para la secuela, consiguiendo que su Bouc sea una verdadera amistad que humaniza al deductivo belga, además de tener una química fantástica con Letitia Wright.
Semejantes plantillas facilitan la tarea, pero no podemos menospreciar la narrativa visual desplegada por un cineasta agudo. Muchos escritores han intentado emular con descaro las fórmulas de Agatha Christie en atmósferas cerradas como un tren o los viajes en barco, aunque nadie la ha alcanzado en su toque. Branagh golpea con eficacia y brinda dos largometrajes que desprenden fragancia a otro tiempo, una cápsula de inteligente nostalgia por lo clásico.
Vistas como bloque, sendos filmes se antoja una inteligente restauración. Es difícil saber cuál es el pincel de la maestra y dónde se ubican los añadidos del hábil aprendiz para mantener una sana actualización. Si Puñales por la espalda (2019) puso en la palestra que este género sigue siendo rentable en taquilla, la pareja de largometrajes que nos ocupa devuelve con ribetes púrpuras a las creaciones de la gran pionera.
Agatha Christie: Muerte en el Nilo y Nieve en la superficie del desierto
Agatha Christie no puede disimular las simpatías que le inspira Salomé Otterbourne. En Muerte en el Nilo, este personaje es uno de los más encantadores, con un toque excéntrico ideal para hacer que salten las chispas cuando choca con el ordenado sistema de Poirot. Autora de novelas románticas y con una fuerte carga de sensualidad, no podemos olvidar que uno de sus trabajos, Nieve en la superficie del desierto, era un homenaje encubierto a sí misma.
La propia Agatha visitó Egipto en dos ocasiones. En primer lugar, como una joven de dieciocho años. La última vez sería con su segundo marido, el arqueólogo Max Mallowan. Las conversaciones conyugales serían muy provechosas para su periplo imaginado en el Karnak; mientras que colegas como Conan Doyle leyeron fascinados los recortes de prensa sobre la maldición de Tuntakamón, ella seguiría pensando que la verdadera maldad anida en lo terrenal.
Branagh mantiene ese envoltorio, aunque se permite un juego divertido: Sophie Okonedo hereda el manto de una Salomé que ya había sido caracterizada por grandes actrices como Angela Lansbury. Sigue siendo una más que formidable alteradora de la metodología del ingenioso defensor de la ley, pero aquí su don es la música jazz y su condición afroamericana la señala como una sospechosa creíble de la muerte de Linnet, una dama procedente de la élite más codiciosa y racista de Norteamérica en aquellos días posteriores al crack de 1929.
Si tras el Orient Express el Poirot de Branagh debe aceptar las imperfecciones del mundo, esta Salomé le obliga a abrir su espectro de gustos musicales, además de volver a fascinarse por otra mujer desde su añorada Katherine. La elegante elipsis de verle afeitado y entrando en el club londinense donde la música está finalizando su actuación abre un verdadero abanico de posibilidades.
Adversarias de Poirot
Muchas películas de James Bond se han convertido en inolvidables antes por esta fuerza que por el propio 007. Un buen villano avala la entrada, justifica la tensión y casi hace cruzar los dedos al público cara a que tenga éxito con sus malvados esfuerzos. Agatha Christie nunca descuidó esa parcela y Branagh es un continuador despierto que ha tomado notas.
Dos grandes damas de la actuación como Judi Dench y Michelle Pfeiffer sostienen sin que se note el engranaje de la hábil conjura de los vagones de tren. Su duelo con Poirot no tendrá un vencedor tan claro como parece. La lúcida mente del detective resuelve el caso, pero sus convicciones se ven profundamente alteradas por un instante eterno en la nieve. No queda claro si la venganza contra el espeluznante crimen de Ratchett, para el que Agatha Christie se inspiró en la tragedia del bebé de los Lindbergh, permite algún consuelo para estas víctimas resueltas a llegar hasta donde no lo hizo la justicia.
No queda rezagada la siguiente competidora, personificada en la fuerza emocional de Emma Mackey. Y es que Jacqueline de Bellefort es uno de los personajes más especiales del universo de Agatha Christie. El Poirot de Century Studios capta eso, pudiendo observarse en todo momento que Branagh trata a su contertulia como a una igual, incluso permitiéndole ver sus vulnerabilidades. Como ocurre con el hermano interpretado por Chris Pratt en Comanchería (2016), Jacquie es la peligrosa cordura que se hartó de seguir las reglas y está dispuesta a susurrar las palabras adecuadas para satisfacer la codicia de aquellas personas que ama.
El error de Poirot es un acto de piedad, esa advertencia que hace, quizás incluso a sabiendas de él y ella está destinados a volver a repetir la danza. Con ello, desencadena una fuerza incontenible.
La tercera vía
El golpe pandémico fue el compañero más incómodo posible para la franquicia. Sea como fuere, el sabueso belga es un nombre que provoca una sonrisa cómplice en muchas personas lectoras. Así lo ha manifestado Sophie Hannah, sucesora de Agatha Christie, a la cual reverencia, si bien matiza una discrepancia: “Yo no habría matado a Poirot”.
La fascinación no es únicamente hacia el protagonista estrella. John Curran ha indagado con precisión cirujana alrededor de los cuadernos secretos más codiciados, lamentando que la célebre escritora no haya legado sus anotaciones para Asesinato en el Orient Express, si bien poseemos de la primera lista de sospechosos que barajó para los crímenes en las aguas del Nilo.
Por más que recurra a soluciones espectaculares, las pesquisas históricas avalan cada vez más el fino olfato de Agatha Christie para documentarse en delitos reales o sucesos extraños. Los crímenes de Agatha Christie: Misterios y asesinatos que inspiraron su obra (2022), escrita por Juan José Montijano, refleja que su trascendencia no ha disminuido ni un ápice con el transcurso de las décadas.
Branagh tampoco parece dispuesto a apearse del barco y ya corren noticias de una audaz tercera parte donde veremos a esa figura que su demiurgo literario definió como nadie: “Sería un hombre pequeño con un gran nombre”. A nivel etimológico, cada vez resulta más significativo Hércules Popeau, interesantísimo precedente de la novelista Marie Belloc Lowndes. Eso sí, mientras que el belga es alguien de fino humor, su antepasado revestía sus trabajos policiales con suma solemnidad.
Y es que todo tienes sus precedentes, nada puede ser 100% original. Branagh lo sabe y por eso se entrega con pasión a estas adaptaciones que, si se cumplen los rumores, volverá a continuar con un Dream Team: Tina Fey, Jamie Dornan, Michelle Yeoh, etc.
Agatha Christie: Cazadores en Venecia
“Este es un desarrollo fantástico del personaje de Hércules Poirot, así como de la franquicia de Agatha Christie. Basada en una historia de misterio compleja y poco conocida, ambientada en Halloween”. Tras el accidentado estreno de su segunda película egipcia con toques del tan actual CGI.
En efecto, “Las mazanas” es el relato del que partirá una nueva cita con el celuloide, lo cual podría permitir que incluso los mejores conocedores de las artimañas de estas tramas puedan quedar sorprendidos con algunas de las revelaciones que se produzcan. Tras el gánster crepuscular de Johny Depp y la pasión al límite de Emma Mackey, el listón estará alto en materia de villanía.
Reto mayúsculo asimismo en el reparto. Figuras como Annette Bening han amortizado al máximo sus minutos en pantalla con personajes como la artística Euphemia, una exigente clienta capaz de reprochar fallos incluso a alguien tan perfeccionista como Poirot. Como practicaba la propia Christie, son precisamente esas piezas alrededor las que dan verosimilitud al relato y lo convierten en fascinante o no.
Igual que la autora disfrutaba dibujando los vagones o pensando en las rutas hacia el Templo de Karnak, Branagh ha dejado sobrado testimonio de su gusto por lo teatral, llevando a uno trabajos que conectan con la esencia de la expectación que siguen generando piezas como La ratonera. En una época donde los efectos especiales y los recursos digitales alcanzan nuevas cotas, otorga placer penar que las antiguas representaciones dramáticas pueden convivir con los avances sin desmerecer.
El bardo y la reina de los venenos. Una feliz alianza que tiene una nueva cita en la Serenísima. Habida cuenta de la revisita al Orient Express y las pirámides, no perderemos detalle.