‘Adolescentes’: una mirada cercana a la juventud
La adolescencia es una etapa de cambios y de incertidumbre, pero también de emoción a raudales. Y justo esto es lo que nos hace sentir Sébastien Lifshitz, en su obra maestra: Adolescentes. Un documental de poco más de dos horas que nos lleva en un emocionante viaje a través de la vida de dos amigas inseparables: Emma y Anais – Anais y Emma.
Emma y Anais son compañeras de clase y amigas. Brive, el pueblo donde viven, es el telón de fondo de este documental de 2:15 horas que Sébastien Lifshitz filmó durante cinco años, dedicándole dos o tres días al mes. Sin duda, ya solo esto es motivo suficiente para que tengamos curiosidad acerca del resultado.
La premisa principal es acompañar a Emma y Anais durante cinco años, desde sus 13 hasta sus 18, y presenciar, en primera persona, las vicisitudes y alegrías que se presentan en la adolescencia. Una etapa que todos experimentamos con ciertas coincidencias, pero con diferentes sentimientos.
Adolescentes: Vitalidad y gracia en estado puro
Esta mirada profunda hacia la adolescencia relata, por supuesto, lo específico de este período de cambio. Empezando por la relación con el cuerpo, con el deseo, con el grupo, con el mundo; pero también retrata en profundidad una sociedad francesa ganada por el miedo al mañana.
En Adolescentes, la vida y el amor están en el centro de las preocupaciones de Emma y Anais, tanto como un presente tangible, como una fantasía formada por un futuro aterrador. De hecho, una de las escenas más conmovedoras es filmada en el patio del colegio donde una joven Anais lanza una sentencia tan real como dolorosa: “Verdaderamente, el futuro es angustiante”.
Las chicas también encuentran su dinámica en el contraste entre los contextos sociales de los que proceden sus protagonistas, pero Sébastien Lifshitz nunca se extralimita en el camino y, sobre todo, destaca el carácter extremadamente positivo y valiente de Anais. Una chica que proviene de un entorno menos acomodado que el de su amiga y cuya familia tiene que hacer frente a la discapacidad de un niño.
Cuando llega el final de esta narración, tejida por Lifshitz y su editora Tina Baz, y que está basada en 500 horas de prisas y 1.100 secuencias, dejamos a Emma y a Anais, abandonamos su historia, con una punzada en el corazón. Una película que nos hace vibrar y sentir, justo como hacemos (y deberíamos haber hecho todas) en la adolescencia.