‘Adú’, el drama sobre la emigración que se queda a medias
Camino a los Goya 2021.
La película Adú, segundo largometraje del director Salvador Calvo, pone el foco en una de esas realidades que, claramente, superan a la ficción: la tragedia humana que se vive en África con millones de personas tratando de alcanzar las costas europeas a diario, entre ellos, muchos menores no acompañados.
La película está formada por tres historias, aunque la principal, la del niño Adú, se lleva toda nuestra atención. El resultado es una cinta emotiva, directa y honesta, pero que se queda a medias, pierde fuerza en la segunda mitad del metraje y no consigue redondear el final.
La vida de Adú, un niño camerunés de seis años, y la de su familia corren peligro en Camerún. Adú (Moustapha Oumarou) y su hermana mayor, Alika (Zayiddiya Dissou), deben abandonar el país escondidos en las bodegas de un avión. A partir de ahí comienza un dramático recorrido de kilómetros hacia el norte. En este viaje, Adú conoce al que será su gran amigo, Massar (Adam Nourou), un adolescente que también intenta llegar a Europa. El hambre, el frío, la muerte, las vejaciones y la prostitución marcarán de por vida a estos niños antes de llegar a lo piensan será una vida mejor.
Adú: el duro camino hacia Europa
Adú es un drama que nos habla, sin tapujos, sobe una realidad que vemos y oímos a diario. Una tragedia humana que sucede a pocos kilómetros y que la película Adú nos obliga a mirar de frente. Miles de subsaharianos huyendo de las guerras, las mafias y el hambre. Un continente maltratado que sobrevive a base de respiración asistida. En muchos casos, los africanos no tienen más esperanza que la de intentar buscar una vida mejor en la dorada Europa.
Pero la película Adú no se queda únicamente en la desgarradora historia de Adú, Massar y Alika, y quizá ese es su principal problema. La película está formada por tres tramas que resultan irregulares. Cuando queremos seguir viendo qué ocurrirá con los niños migrantes, nos interrumpen otras dos historias que, en comparación, resultan irrelevantes y no contribuyen a enriquecer la trama principal.
Tres historias irregulares
La segunda historia es la de un activista, Gonzalo (Luis Tosar) responsable de una oenegé, que lucha contra la caza furtiva de elefantes y su hija española, Sandra (Anna Castillo) de visita en África y que parece tener problemas con el consumo de drogas. La relación padre e hija no pasa por un buen momento. Esta segunda historia se salva por las interpretaciones de Tosar y Castillo (especialmente la escena de la despedida) pero queda deslucida frente a la historia protagonista y no consigue enriquecerla.
La tercera trama es la de los tres guardias civiles que trabajan en la valla de Melilla y se ven implicados en la muerte de un refugiado político congoleño que trataba de saltar la valla. Uno de los guardias, Mateo (Álvaro Cervantes), se siente culpable y atormentado después de este suceso e intenta encontrar un sentido a su trabajo.
Igual que ocurre con la segunda trama, a esta tercera historia, en mi opinión, se le da demasiado peso en la cinta en detrimento de la historia principal, la del niño Adú, y de la calidad final de la película. Dar pesos y tiempos fílmicos similares a las tres tramas ha provocado que esta película, que podría haber sido un diez, pierda fuerza y no llegue a un cierre más efectivo.
¿Qué pasará en los Goya?
Nos quedamos con ganas de saber más sobre Adú y Massar una vez llegan a Melilla. De todas formas, no podemos obviar que esta es una cinta muy emotiva, trabajada con mimo, con grandes momentos, muy buenas interpretaciones y bien rodada. Eso sí, como decíamos, tristemente, se queda a medias y no encuentra un final que cierre el círculo.
La película cuenta con 13 nominaciones a los Premios Goya 2021, entre ellas, a mejor película, mejor dirección y mejor guion original. Competirá por el galardón a mejor película contra Ane, La boda de Rosa, Las niñas y Sentimental.